El Levante 'recupera' su vieja fama de equipo tramposo

El Levante parecía vivir tiempos felices. En vías de sanear su maltrecha economía –está en proceso concursal desde 2008-, el equipo que preside Quico Catalán había cambiado las tristes tardes de Segunda División, por las noches gloriosas de la Europa League.

Un gesta gigantesca para una entidad siempre a la sombra del poderosos y rescatado Valencia, enconado rival granota. En el Levante, por fin, florecía el fútbol de la mano de JIM (Juan Ignacio Martínez) y un puñado de jugadores de vuelta de todo que vivían su segunda juventud. Hasta que el pasado 13 de abril se quebró el sueño.     

Como un soplo de aire frío, los tiempos oscuros han regresado a la entidad levantinista como un mal nubarrón. Las diligencias abiertas por la Fiscalía Anticorrupción a instancia de la Policía contra un supuesto caso de apuestas ilegales en el Deportivo-Levante, ha destapado la caja de los truenos y desatado el fantasmas que parecían desterrado para siempre en la entidad levantina. Las sospechas de que varios jugadores, por medio de familiares o amigos, habrían apostado cantidades cercanas a los 60.000 euros por un 0-3 al descanso de dicho partido. El nuevo presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, ha asegurado en varias ocasiones esta semana que tiene “pruebas y están en manos de la policía”. La justicia tendrá la última palabra.

Mientras, es imposible no sacar a la palestra los otros asuntos turbios con los que ha estado relacionado el Levante, todos por amaños de partidos o fases de ascenso. Sin ir más lejos, la última investigación al club granota por supuestos amañaos data de 2007, cuando en San Mamés presuntamente se dejó ganar para que el Athletic no descendiera.  

Una grabación al entonces presidente Julio Romero y al jugador Iñaki Descarga señalaba como un grupo de jugadores se habían puesto de acuerdo para regalar el triunfo al equipo rojiblanco. Un acuerdo del que estaba al margen jugadores como Molina, que no dudó en enfrentarse por estos graves hechos a sus compañeros. Las investigaciones, pese a todo, quedaron en nada.

La mala fama del Levante, en cualquier caso, no sólo se remite a las últimas investigaciones. En la década de los 90 con Pedro Villarroel al frente de la entidad las acusaciones de compra de partidos se sucedían en Valencia. Imposible obviar cómo el Córdoba, por medio de un escrito presentado por su presidente Rafael Gómez a la Federación, acusó al máximo mandatario granota en 1996 de sobornar con tres millones de pesetas al árbitro que dirigió el Córdona-Levante de la fase de ascenso y que ganaron los levantinistas por 0-1 para certificar su ascenso de categoría.

El Leganés también forma parte de los equipos perjudicados por las presuntas tretas de Villarroel. En la temporada 2002-03, el equipo del sur de Madrid denunció que el presidente del Levante había comprado a uno de sus jugadores, Clotet, con un contrato con la entidad granota de dos temporadas. Todo, antes de que ambos equipos se enfrentaran. El asunto llegó hasta el Congreso, donde Vicente Martínez Pujalte, entonces vicepresidente del Levante y diputado del PP explicó lo ocurrido. Tampoco pasó nada. Bermeo, Lorca o Valladolid completan la lista de clubes damnificados supuestamente por el Levante. La justicia nunca ha llegado a probar nada.

Ahora, sin embargo, la preocupación en el club es máxima. Quico Catalán está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias y esclarecer si, efectivamente, sus jugadores apostaron de manera ilegal en el partido ante el Deportivo. Su colaboración con la Policía y la LFP es absoluta. Catalán no quiere que el buen nombre del Levante quede de nuevo manchado. Eso pertenece al pasado. De momento, los jugadores bajo sospecha siguen fuera del equipo. La Policía dirá si Ballesteros, Juanlu, Munúa y Juanfran son culpables de algo.