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Diego Costa, la última evolución del delantero brasileño
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EL POLÉMICO ROJIBLANCO APUNTA AL MUNDIAL 2014

Diego Costa, la última evolución del delantero brasileño

"Más duras que un defensa argentino". Ese fue el polémico eslogan lanzado en los años 90 por una conocida marca de ropa deportiva para publicitar en

Foto: Diego Costa, la última evolución del delantero brasileño
Diego Costa, la última evolución del delantero brasileño

"Más duras que un defensa argentino". Ese fue el polémico eslogan lanzado en los años 90 por una conocida marca de ropa deportiva para publicitar en Brasil su último modelo de botas, con las cuales, se suponía, se incrementaba la fuerza del chut. Más allá de servir para acrecentar la vieja rivalidad entre las dos potencias futbolísticas de Sudamérica, la frase dejaba a las claras la evidente persecución que históricamente los brasileños han sentido que existía hacia sus talentosos atacantes, desde siempre considerados los más habilidosos del planeta. Pero el último de estos en debutar con la canarinha, Diego Costa, viene a demostrar que ya no todos están dispuestos a poner la otra mejilla. Sin dejar a un lado la técnica pero sobrepasando ciertos límites, el jugador atlético representa la más reciente evolución del siempre cotizado delantero brasileño. 

Grandes facultades físicas acopladas en una innata facilidad técnica es el secreto que explica la archiconocida superioridad de Brasil, refrendada por los cinco Mundiales que han conquistado. El nombre de Arthur Friedenreich apenas sonará al aficionado medio, pero este futbolista mulato que despuntó en las primeras décadas del siglo XX es considerado el pionero del jogo bonito. Hijo de un inmigrante alemán y una afrobrasileña, sus hazañas llenaron páginas donde se narraban sus sorprendentes cualidades como si de un héroe de leyenda se tratara. Diversas fuentes le consideran el máximo goleador de la historia del fútbol, además del creador del golpeo con efecto. Quién sabe si su habilidad para sortear contrarios mejoró tanto gracias a que por entonces, en un mundo racista y en un deporte eminentemente de blancos, existía en Brasil un acuerdo tácito por el cual las patadas a los negros o mulatos estaban permitidas, apenas señalándose faltas por tal motivo.

Friedenreich se retiró en 1935 y su testigo de héroe nacional, con la debacle del Maracanazo entre medias, lo recogió un tal Pelé en el Mundial de Suecia 58, el primero que ganó la verdeamarela. ‘O Rei’, uno de los grandes de este deporte, era una versión mejorada del mulato de padre alemán. Hábil, potente, goleador… En definitiva, imparable para sus rivales, como también lo eran el resto de compañeros que le acompañaron en la selección durante toda su carrera. Con los Garrincha, Didí, Tostao, Jairzinho y compañía no sólo avanzó la calidad del fútbol, también mejoraron las técnicas y tácticas defensivas, a la vez que los marcajes se volvieron cada vez más férreos e incluso violentos. El mejor ejemplo fueron los partidos que jugó Brasil ante Hungría y Portugal en la primera fase del Mundial de 1966, donde la dureza fue tan extrema que las imágenes vistas hoy sonrojan a cualquiera. Era la constatación de que el inalcanzable talento brasileño había llegado a desesperar al mundo.

La llegada del ‘fair play’ para proteger el talento

La década de los 70 supuso la transición al fútbol moderno, y a Brasil, tricampeona del Mundo ya por entonces, le costó adaptarse a los nuevos tiempos más que al resto de potencias. Pero para el Mundial de España 82 volvió a reunir un equipo de ensueño alrededor de Sócrates, Zico, Falcao o Junior, en un combinado mágico al que sólo le falló, precisamente, el delantero. En los 80 las patadas se las llevaba sobre todo un argentino, Maradona, que con la misma facilidad para encajar los golpes que sus antecesores en el cetro de mejor del mundo, rara vez (aunque fueron sonadas) se revolvió contra un adversario aunque éste le moliese a palos.

Ya en los 90, de la mano de Bebeto y, sobre todo, de Romario, Brasil recuperó la magia de su delantera. A esas alturas, el fair play había calado hondo en la FIFA, las espinilleras comenzaron a ser obligatorias, se decidió sancionar con roja cualquier entrada por detrás y, en definitiva, se decidió pelear con todos los medios por proteger el talento frente a los peligros de los defensas más, digamos, ‘expeditivos’.

La siguiente evolución la protagonizó Ronaldo Nazario da Lima. Las cualidades físicas del para muchos mejor delantero de la historia le blindaron contra los zagueros, que para detenerlo no sólo tenían que frenar su calidad en carrera, sino que debían medirse en el plano físico hasta el tope de sus posibilidades. El año que Ronaldo pasó en el FC Barcelona, con el archifamoso gol al Compostela como mejor ejemplo, refleja la supremacía total de un atacante sobre todas las defensas. El declive físico que sufrió a causa de las lesiones apagó ese insultante dominio, aunque se recicló para seguir en lo más alto. Adriano, hasta que se echó a perder por el alcohol, fue su sucesor en ese potente y vistoso estilo de juego. Y hasta Ronaldinho o Kaká, capaces de impresionantes galopadas en sus mejores momentos, también habría que encuadrarlos dentro del mismo segmento histórico que inició Ronaldo.

¿Del Bosque hubiera cambiado la actitud de Costa?

Ahora, cuando el ‘fenómeno Diego Costa’, que tanto da qué hablar en la Liga, ha llegado a la Seleçao gracias a la llamada de Luiz Felipe Scolari, Brasil podrá conocer la nueva evolución de los delanteros de la canarinha. Después de más de un siglo recibiendo patadas, el jugador rojiblanco será el primero dispuesto a devolverlas con la verdeamarela puesta. Y es que su polémica actitud y su permanente estado de excitación no casan con el famoso y alegre jogo bonito, aunque sí su calidad técnica y superioridad física.

Criado en el extrarradio de Sao Paulo, Costa siempre ha reconocido que desde niño tuvo problemas para encajar los golpes de los rivales. Y no creyendo suficiente la queja o el alarido, comenzó a dejar su huella en los zagueros contrarios y, además, a utilizar técnicas de provocación más típicas de un defensa italiano que de un delantero brasileño. Todo, para seguir ganando.

Es una incógnita saber aún si tras él llegará una nueva tendencia en el fútbol brasileño o si estamos ante una rara avis. Lo que nunca sabremos es qué hubiera pasado si el mesurado y correcto Del Bosque le hubiera recogido entre sus brazos de haber llegado a la Roja. Pero lo que es seguro es que si Diego Costa sigue su proyección, Brasil contará para el próximo Mundial con un arma jamás conocida en su centenaria historia. Lo que le faltaba a los, además de anfitriones, pentacampeones del Mundo…

"Más duras que un defensa argentino". Ese fue el polémico eslogan lanzado en los años 90 por una conocida marca de ropa deportiva para publicitar en Brasil su último modelo de botas, con las cuales, se suponía, se incrementaba la fuerza del chut. Más allá de servir para acrecentar la vieja rivalidad entre las dos potencias futbolísticas de Sudamérica, la frase dejaba a las claras la evidente persecución que históricamente los brasileños han sentido que existía hacia sus talentosos atacantes, desde siempre considerados los más habilidosos del planeta. Pero el último de estos en debutar con la canarinha, Diego Costa, viene a demostrar que ya no todos están dispuestos a poner la otra mejilla. Sin dejar a un lado la técnica pero sobrepasando ciertos límites, el jugador atlético representa la más reciente evolución del siempre cotizado delantero brasileño. 

Diego Costa