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París-Roubaix, cuando el infierno se convierte en paraíso ciclista
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ROJAS CUENTA A EL CONFIDENCIAL COMO ES LA CLÁSICA DEL PAVÉ Y DE LAS CARRETERAS ESTRECHAS

París-Roubaix, cuando el infierno se convierte en paraíso ciclista

Lo llaman infierno, pero disfrutan con él. Los que acuden a la cita, claro está. Otros no quieren ni ver esas estrechas carreteras rodeadas de bosques

Foto: París-Roubaix, cuando el infierno se convierte en paraíso ciclista
París-Roubaix, cuando el infierno se convierte en paraíso ciclista

Lo llaman infierno, pero disfrutan con él. Los que acuden a la cita, claro está. Otros no quieren ni ver esas estrechas carreteras rodeadas de bosques y tapizadas con adoquines que recorren el norte de Francia. Ni en pintura. Valverde, Contador, Froome, Wiggings, Purito y compañía disfrutarán de la prueba, pero al calor del hogar y con la tele encendida, como también lo hará el emergente eslovaco Peter Sagan, todavía distraído en otras cosas como para afrontar el trazado de la reina de las clásicas. A los que no les importa desafiar al frío (no más de cinco grados durante los 254 kilómetros, incluidos 52,6 sobre adoquines), al pavé y a las estrechas carreteras, tienen una cita con la temida París-Roubaix y sus 27 tramos de afilados adoquines para "disfrutar, padecer y volver a disfrutar. Es un vicio como otro cualquiera y, además, te sirve para comprobar que en tu cuerpo hay músculos que no has utilizado en tu vida porque al día siguiente el dolor es insufrible, pero merece la pena", comenta José Joaquín Rojas, ciclista del Movistar y uno de los catorce valientes españoles que sueñan con derribar ese muro no conquistado por el ciclismo español en sus 110 ediciones anteriores.

Rojas, campeón de España en 2011, sabe lo que es terminar una prueba que este año recupera el temido tramo bautizado como Pont Gibus en honor al doble ganador de la clásica. "Lo más importante es la mentalización. Lógicamente tienes que llegar bien en lo físico, pero debes tener claro que vas a sufrir que tienes que ir al límite las seis horas que vas a estar encima de la bicicleta. Si no tienes la cabeza muy centrada, al primer tramo de adoquín, con la vibración y el riesgo que supone, te vas a casa", comenta para El Confidencial al regreso del penúltimo entrenamiento ya sobre las estrechas carreteras del norte de Francia. 

"Seguro que es la carrera más dura del mundo, pero yo desde el día que la pise me sentí atraído por ella, por esas carreteras llenas de gente, por cómo se disfruta, por sentirte por un día admirado por todos. Aquí, el ciclista es tratado y seguido como un futbolista. Disfrutar de todo esto, al menos durante unas horas, compensa el sufrimiento del pavé, aunque no creas que nosotros disfrutamos de la bici e incluso de los botes que damos sobre ella", comenta un Rojas que ya sabe lo que es figurar entre los 20 primeros de la carrera, circunstancia que se produjo hace dos años.

Esa relación de amor-odio con el adoquín, con las carreteras estrechas, lleva a odiar este tipo de carreras. Los grandes campeones de las vueltas de tres semanas lo reconocen e incluso alguno de ellos sabe lo que es perder un Tour por un simple asomarse a uno de estos tramos. Flecha, el español que ha pisado podio junto al recién fallecido Miguel Poblet, pide lluvia para dotar a la carrera de la mística que culmina con la llegada al velódromo de Robuaix y esas duchas que parecen sacadas de la Segunda Guerra Mundial que esperan a los guerreros, perdón a los ciclistas que se atrevan con los 254 kilómetros.

La ilusión de Rojas

 

El misterio en esas interminables rectas llenas de baches y que destrozan el ánimo sólo responde a la valentía. "La colocación es fundamental. En los tramos importantes hay que estar entre los 20 primeros y en esas carreteras no caben más de dos ciclistas, así que imagina como hay que ir. En mi opinión, el 70% del éxito es la colocación y el 30 restante la fuerza", afirma Rojas, uno de los quince españoles que estarán en la línea de salida. Movistar y Euskatel son los dos únicos equipos españoles que se dejarán ver por el 'infierno del norte'.

"Tengo toda la ilusión del mundo, sueño con ello, pero soy consciente y ahora mismo ganar una Paris-Robuaix es casi imposible. Saldré a jugármela, a estar en la lucha. Estoy bien, pero sé cual es mi sitio.", reconoce el ciclista del Movistar. "Al final estarán los mismos de todos los años. Están por encima del resto. Cancellara, Flecha... son los mejores en esta prueba, pero igual hay suerte y estoy ahí. Nunca se sabe. Suelen ganar los favoritos, pero hace dos años Vansummeren sorprendió. Igual llega un ataque de lejos, pero es difícil porque aquí hay cuatro equipos que lo controlan todo. Siempre dije que me gustaría correr en un equipo que preparara esta prueba. Si es que tienen hasta material especial para este día...".

RadioShack (Cancellara), Lotto, Sky (Thomas y Boasson), Omega (Chavanel) serán los encargados de controlar la carrera. Sin Boonen (vencedor en cuatro ocasiones incluida la última edición), con fisura de costilla, y con la ausencia del polémico Sagan, el favoritismo recae en un Cancellara que se ha caído en dos ocasiones en los últimos tres días. Juan Antonio Flecha (Vacansoleil) buscará llegar solo a Roubaix. Su baza es el dominio del pavé y su valentía a la hora de afrontar los tramos más complicados, lo que en alguna ocasión le ha jugado la mala pasada de caer a escasos 20 kilómetros del final de la prueba. Rojas (Movistar) buscará llegar en grupo y poner de manifiesto su punta de velocidad dentro del velódromo. "Por soñar que no quede. Apretaré todo lo que pueda para estar en el sitio indicado y en el momento adecuado", afirma Rojas, convencido de que la pasión hará olvidar el sufrimiento que siempre es terminar una prueba así.

Lo llaman infierno, pero disfrutan con él. Los que acuden a la cita, claro está. Otros no quieren ni ver esas estrechas carreteras rodeadas de bosques y tapizadas con adoquines que recorren el norte de Francia. Ni en pintura. Valverde, Contador, Froome, Wiggings, Purito y compañía disfrutarán de la prueba, pero al calor del hogar y con la tele encendida, como también lo hará el emergente eslovaco Peter Sagan, todavía distraído en otras cosas como para afrontar el trazado de la reina de las clásicas. A los que no les importa desafiar al frío (no más de cinco grados durante los 254 kilómetros, incluidos 52,6 sobre adoquines), al pavé y a las estrechas carreteras, tienen una cita con la temida París-Roubaix y sus 27 tramos de afilados adoquines para "disfrutar, padecer y volver a disfrutar. Es un vicio como otro cualquiera y, además, te sirve para comprobar que en tu cuerpo hay músculos que no has utilizado en tu vida porque al día siguiente el dolor es insufrible, pero merece la pena", comenta José Joaquín Rojas, ciclista del Movistar y uno de los catorce valientes españoles que sueñan con derribar ese muro no conquistado por el ciclismo español en sus 110 ediciones anteriores.