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Guacamayo Tropical: "Nos persiguen salas que antes nos rechazaban por ser latinos"
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Guacamayo Tropical: "Nos persiguen salas que antes nos rechazaban por ser latinos"

El colectivo madrileño realiza una intensa labor de acercamiento a los sonidos de todo el planeta, especialmente la electrónica latina menos comercial

Foto: Guacamayo tropical
Guacamayo tropical

La cita es en el bar Amor Voodo. Lo primero que te encuentras al entrar son unas camisetas con el lema “Lavapiés es cumbia”. Al fondo de la barra, en la pantalla gigante, el dueño hace pruebas para la actividad de esta noche: un karaoke de homenaje a Juan Gabriel, divo de la canción popular mexicana, recientemente fallecido. Estamos en las antípodas del barrio de Salamanca o la Malasaña hipster. Nos esperan Andrés Ramírez y David Echevarría, algo desconcertados por la entrevista. Les explico que me parece muy potente lo que han conseguido con Guacamayo Tropical: consolidarse como colectivo (pinchan dos o tres veces a la semana), difundir la música popular latina y ejercer de promotores en su oficina, Tierra Candela.

En los últimos años han acercado a la capital a artistas de todo el planeta, entre ellos el mexicano Celso Piña, los colombianos Systema Solar, el sirio Omar Souleyman, el argentino Chancha Vía Circuito y los balcánicos Fanfare Ciocarlia, que actúan en Madrid el próximo once de octubre. Otro de sus proyectos es Tropical Camp, un festival campestre latino que se nutre exclusivamente de energía solar, desde nueve de la mañana a doce de la noche. Este año lo hicieron en Casavieja (Ávila), reuniendo a trescientas personas por segundo año consecutivo.

'Tropical Camp'

Prejuicios coloniales

Llegaron a España hace más de una década, llevan cuatro años viviendo de la música y han notado un cambio de clima cultural. “Hace un tiempo, llamamos a una sala mítica de la capital para proponer una fiesta. Nada más escuchar mi acento latino, me dijeron que no les interesaba. No esperaron ni a escuchar qué les ofrecía. Podría haber sido perfectamente un empleado de la oficina de Vetusta Morla. El año pasado esa misma sala nos estaba buscando para ofrecernos cosas en una sesión que hicimos en el Matadero por las fiestas de San Isidro”, explica Andrés. Durante mucho tiempo, se asociaba organizar conciertos latinos con problemas. “Recuerdo al dueño de un bar, gitano y homosexual, que no quería que pincháramos cumbia porque se le iba a llenar el antro de Latin Kings. Cuando le explicamos que había hecho un comentario racista no lo entendía, pensaba que ser gitano era incompatible con el racismo”, recuerda David. “Aquí todo lo que viene del sur se ve mal. La gente escucha rock, techno y house del norte”, señala.

Recuerdo al dueño de un bar, gitano y homosexual, que no quería que pincháramos cumbia porque se le iba a llenar el antro de Latin Kings

Tanto Andrés como David, procedentes de Colombia, recuerdan demasiados garitos donde tuvieron que trabajar gratis antes de que considerasen colaborar con ellos. También sufrieron “muchas jugadas” de jefes poco fiables. Por suerte, otros fueron más amables, por ejemplo Al Laboratorio, donde David y su mujer montaron un mercadillo de artesanía precolombina y productos de comercio justo. “No sé cómo, se me ocurrió empezar a pinchar cumbias viejas, justo un poco antes de que empezara a ponerse de moda la cumbia digital. De repente, venían a escucharnos veinte personas, que para nosotros era un exitazo, así que pasamos a montar fiestas por la noche en un escenario que tenían en la planta baja”, recuerda David. Otro de sus caladeros de público fueron los centros sociales autogestionados. En su primera etapa, no era complicado verles actuar gratis o por dos o tres euros.

'Segundo aniversario'

Música de boda

¿Cuál es el estilo que define a los Guacamayos? Una mezcla fluida de canciones tradicionales y las últimas mutaciones electrónicas afrolatinas. “Es curioso que hoy en día nadie pinche salsa o cumbia antigua, que es un musicón impresionante. Solo interesan los sonidos con mucho bajo, para ser el DJ más molón. En nuestras fiestas ponemos 'La Lambada' y 'Sopa de caracol', algo que a la gente le llama la atención, pero a nosotros nos parece natural. No nos asusta poner música de boda y que alguien diga que no somos modernos. Al público le extrañaba que pincháramos piezas folclóricas como 'Cariñito', de Los Hijos del Sol, pero al final la convertimos en nuestro himno y ahora hasta nos la piden. Son piezas que a primera escucha suenan antiguas y horteras, pero si profundizas ves que son grandes canciones ”, opina David.

Nadie pincha salsa o cumbia antigua, que es un musicón impresionante. Solo interesan los sonidos con mucho bajo, para ser el DJ más molón

Echan de menos los primeros tiempos, cuando venían a verles veinte personas y acabaron conociendo a todas. “Antes lo hacíamos por diversión y ahora un poco más por profesión. Se nos creció el asunto”, reconoce. Eso no quiere decir que hayan dejado de disfrutarlo. Para David, la música fue un factor de reconexión cultural. “Yo crecí en Nueva York y llegué a los doce años a Bogotá hablando como un gringo. Fui un adolescente loco, hasta el punto de que mi padre me dijo que no me quería por allí y por eso me vine a España. Yo estaba muy metido en el mundo del techno y el minimal, pero acabé jodido y aburrido, todo era lo mismo. Me salvó volver a la música latina”.

'Cariñito'

Ligar sin tacones

Andrés y David tienen claro que en España sobreviven los prejuicios coloniales. “Cuando yo llegué aquí, a estudiar comunicación audiovisual, se identificaba a los emigrantes latinos con gente que hacía los trabajos que los españoles despreciaban, como peón, mensajero o camarero. Además hay estigmas antiguos”, apunta Andrés. Los dos pasaron por esos trabajos precarios antes de dedicarse a la música y la gestión cultural. Reconocen que no les gustaba el ambiente de las fiestas latinas que ofrecía la capital. “Por ejemplo, están las salas tradicionales de Leganés, donde la pista de baile está llena de mesas y reservados. La gente tiene códigos de vestimenta atrasados: ellos en traje y zapatos, ellas con minifalda y tacones. Resulta impensable entrar en zapatillas. Hay mucho exhibicionismo y mucho ego. Tienes que ser el más chulito, el que paga la botella más cara y el que tiene mejor coche. A mí me gusta la salsa, la bachata y el vallenato, pero en ese ambiente soy incapaz de disfrutar. No va conmigo”.

Hay mucho exhibicionismo y mucho ego. Tienes que ser el más chulito, el que paga la botella más cara y el que tiene mejor coche

El ascenso de artistas latinos alternativos como Bomba Estéreo, Sidestepper y Systema Solar les hizo pensar que había un hueco para algo más actual. “A las fiestas latinas tradicionales la gente va en pareja. Tienes que tener cuidado si te pillan mirando el culo de alguien. No puedes invitar a bailar a una chica de otra mesa así como así. Nuestras sesiones, en cambio, eran más relajadas, cualquiera puede invitar a otra persona a bailar, incluyendo a alguien del mismo sexo, algo que en los locales tradicionales no se puede hacer”, apunta. Aparte de los sonidos, lograron poner al día los códigos de conducta. El truco era ofrecer espacios cómodos, baratos y relajados. Todo sin olvidar la fiesta: sus sesiones se aderezan con mucha “cosa loca”, incluyendo bailarinas, payasos, gente con zancos y lo que surja.

'Sin Oficio'

Sin patrocinios ni apoyo oficial

Poco a poco, fueron llenando locales más grandes. Primero el Republik de la calle Puebla, donde las colas en la puerta les confirmaron que el sitio se les había quedado pequeño. Entonces pasaron a la mítica Caracol. Allí cambió parte del público, ya que venían más madrileños, estudiantes latinos acomodados y europeos de Erasmus. A pesar de todo, pelearon con la dirección para rebajar el alto precio de las bebidas, de las que lograron descontar un euro (parece poco, pero traten de negociar con un empresario de la noche madrileña). El pago habitual en Caracol es nueve euros la copa y cinco el tercio de cerveza. “Se quedó por el camino nuestro público latino más modesto”, reconoce Andrés.

'Fuego'

Tampoco es que Guacamayo Tropical estén solos antes el peligro, tienen compañeros de viaje como Chico Trópico de Madrid, Caballito de Granada o las fiestas Caníbal de Barcelona. Curiosamente, se celebran en la sala Apolo, gestionada por la misma empresa que el festival hípster Primavera Sound, cerrado a cal y canto a los sonidos latinos (más allá de algún grupo argentino que copie a Los Planetas). “Ya se abrirán, este año fue Nicola Cruz al Sónar. También han tocado allí Bomba Estéreo y Chancha Vía Circuito. Este mes estuvimos en el Rototom, en un escenario latino-africano que se llama African Village. Nos los pasamos muy bien. Son gente de muy buen trato. Cualquier día suena cumbia en el Primavera Sound”, opina Andrés.

Donde sí han visto prejuicios es en las marcas, que han rechazado varias propuestas de patrocinar sus fiestas. “Creo que tiene que ver con los gustos que tienen los ejecutivos publicitarios, que son más anglosajones. Lo digo porque sí patrocinan a otros artistas que atraen menos público”, lamentan. El apoyo de la embajada de Colombia ha sido nulo. “Les interesa más el vallenato pop y los estilos comerciales, cosas como Juanes, Shakira y Carlos Vives”. Justamente lo que necesita menos promoción.

La cita es en el bar Amor Voodo. Lo primero que te encuentras al entrar son unas camisetas con el lema “Lavapiés es cumbia”. Al fondo de la barra, en la pantalla gigante, el dueño hace pruebas para la actividad de esta noche: un karaoke de homenaje a Juan Gabriel, divo de la canción popular mexicana, recientemente fallecido. Estamos en las antípodas del barrio de Salamanca o la Malasaña hipster. Nos esperan Andrés Ramírez y David Echevarría, algo desconcertados por la entrevista. Les explico que me parece muy potente lo que han conseguido con Guacamayo Tropical: consolidarse como colectivo (pinchan dos o tres veces a la semana), difundir la música popular latina y ejercer de promotores en su oficina, Tierra Candela.

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