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"Ningún Estado puede soportar un nacionalismo independentista"
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Juan Pablo Fusi publica 'BREVE HISTORIA DEL MUNDO'

"Ningún Estado puede soportar un nacionalismo independentista"

El historiador acomete un resumen concentrado y original desde la Edad Media hasta la Modernidad

Foto: Juan Pablo Fusi.
Juan Pablo Fusi.

Cuenta la leyenda que un rey quiso resumir toda la sabiduría de su tiempo pero que el resultado que los sabios subalternos le ofrecieron resultó demasiado extenso, demasiados libros. Exigió un resumen, y otro, y otro. Su vida se extinguió antes del último compendio. Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), profesor de toda una generación de historiadores, lleva varios años ofreciendo la carga histórica suficiente, y nada obvia, que requiere la curiosidad actual en competencia con la omnipresente cultura audiovisual. No obedecer a los requerimientos de un ansioso sátrapa oriental le permite volcar todo sus conocimientos en libros que resumen y se leen como un suspiro, historias de España, de la Segunda Guerra Mundial. O, ¿por qué no?, del mundo.

'Breve historia del mundo' (Galaxia Gutenberg, 2016) es precisamente su última contribución. El escenario se despliega en la Edad Media, cuando una nueva concepción de lo humano alborea, cuando las naciones comienzan a armarse y la realidad que hoy nos constituye planta su semilla. Guerras, conquistas, descubrimientos, ilustración, nacionalismos, revoluciones. Sin obviedades, sin lugares comunes, contando lo necesario y contándolo bien. Razones para explicar lo que somos, para reconocernos. Y para discutir.

P. ¿Qué es lo más complicado al acometer un libro como este? ¿La elección de los temas o su resumen?

R. Lo segundo, yo diría que lo más complicado fue la síntesis. Los temas en general son bastante convencionales y hay ya una secuencia cronológica que es admitida, con variables, y unos grandes temas ineludibles en cada siglo. Lo que es extraordinariamente difícil es poder decir algo sustantivo en pocas páginas, algo en que, además, aun cuando se lea con facilidad, detrás hay muchísimo estado de la cuestión actualizado de todos y cada uno de los temas que se tocan.

P. En los últimos años ha publicado con éxito una 'Historia mínima de España', una 'Breve historia del mundo contemporáneo' o una 'Breve historia de la Segunda Guerra Mundial'. En un mundo saturado de información, donde las dudas que nacen en las conversaciones se resuelven en un vistazo al móvil, ¿es un milagro que perdure el interés por libros como este?

R. Es una necesidad. La Historia vive en una especie de contradicción. Por una parte, hay una gran demanda por parte del público porque no tenemos más explicaciones de nosotros mismos que nuestra propia Historia, y por tanto mucha gente quiere saber cómo aparecieron los nacionalismos, qué consecuencias tuvo la Segunda Guerra Mundial, cuándo apareció la aspirina, etcétera. Y por otra parte hay muchísima gente que vive en un ritmo muy acelerado, en una cultura más audiovisual que del libro y, por tanto, más que una monografía densa y extensa, lo que requiere es una información abreviada y rápida. Así, este tipo de libros responden a una demanda de Historia más precisa y clara.

P. En 1980, el astrofísico Carl Sagan acuñó un sugerente calendario que comprimía toda la Historia del universo en un año. Según este calendario, su libro narra los hechos ocurridos en los últimos dos segundos. ¿Por qué decidió arrancar su historia del mundo con el triunfo del cristianismo?

R. Uno podría irse al origen de la humanidad o al mundo grecorromano, claro, pero es que hay un salto cultural profundo entre la razón y la visión del mundo grecolatina y la cristiana. Aunque Benedicto XVI asegurara que existe una continuidad fuerte entre los dos mundos, no es así. El mundo cristiano impone un cambio radical en la visión de las cosas, hace del nacimiento de Cristo el origen de la Historia. El mundo romano no contaba con el concepto de nación mientras que con Carlomagno y compañía surgen naciones en Europa. Europa también es un invento de la Edad Media, aunque al principio se llamaba la Cristiandad.

P. Describe el nacimiento de los estados europeos en la Edad Media. ¿Es España, como tanto se escucha, “la nación más antigua de Europa"? ¿Cuándo nos dice la historiografía que nace exactamente España con un margen de seguridad adecuado?

R. No es una pregunta nada fácil de responder. La palabra 'España', como la palabra 'Italia', existe mucho antes de que se consoliden estados unitarios. Y sin embargo, es verdad que había alguna realidad que podemos llamar España y alguna realidad que podemos llamar Italia. La palabra más significativa, sin embargo, no es tanto 'España', como 'español', y se acuña en el sur de Francia para referir lo que estaba ocurriendo al otro lado de los Pirineos como realidad distinta, y eso ocurre entre finales del siglo XII y principios del XIII. Algo que llamamos español ya existía entonces. Pero, evidentemente, cuando se puede hablar con más propiedad de España es con los Reyes Católicos y la unión de las dos grandes coronas que quedaban. Ahí ya hay un proceso irreversible, aunque es verdad que se trata de una nación dinástica y no de un Estado nacional.

La palabra 'español' se acuña en el sur de Francia para referir lo que ocurría al otro lado de los Pirineos entre finales del XII y principios del XIII

P. Tras el Medievo, los acontecimientos se precipitan, forjando el posterior dominio de Occidente. La conquista de América, el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Industrial, la francesa… Y usted defiende que todo esto ocurrió fruto del azar, del quehacer libre de los individuos y sus creencias. ¿Agonizan hoy los determinismos históricos, marxistas, etc., que colonizaron la historiografía el pasado siglo?

R. Lo único que puedo decir es que cada vez veo más comentarios de historiadores sobre el carácter contingente, azaroso y probable de la Historia. Es decir, no es que las opciones sean absolutamente caprichosas, lo que ocurre, ocurre dentro de una serie de circunstancias. Pero quisiera que la gente pensara que, por ejemplo, no era inevitable que descubriéramos la aspirina que antes citaba, aunque sí que el hombre buscara maneras de paliar el dolor. Poca gente se plantea si Cartago pudo haber ganado a Roma, pero no es imposible. Los historiadores investigamos lo que ha pasado, pero debemos tener siempre en la cabeza lo que podía haber pasado. La batalla de Brunete pudo tener un resultado distinto, las alternativas existen, la derrota de Hitler es verdad que parecía difícil de evitar dado su suicidio estratégico, ahora, en la última batalla de las Ardenas sorprendió y pudo alargar mucho el final de la contienda. El azar existe y el historiador debe tenerlo presente.

P. Heine afirmó que las ideas maduradas en la penumbra del despacho de un pensador han destruido civilizaciones… ¿Lo ocurrido en el siglo XX muestra que nada tiene más potencial destructivo que las ideologías?

R. Hay opciones políticas cuya rígida ideologización tiene consecuencias sociales absolutamente nefastas, como, en el siglo XX, el régimen soviético y el nacionalsocialista, donde no existía el pragmatismo, solo la ideología. Yo creo en el poder de las ideas pero incluso, muchas veces, cuando pensamos en los intereses económicos, esos intereses también responden a ideas. Por ejemplo, la economía de mercado. Lo que hay detrás es el bienestar para la mayoría, y también para una minoría de ricos, claro. Pero responde a una idea de la vida como placer, consumo, ocio, entretenimiento. Detrás del Estado del bienestar late la idea de que hay una responsabilidad del conjunto de la sociedad sobre gente sin posibilidades. Las políticas fiscales responden a ideas sobre la sociedad.

Yo creo en el poder de las ideas pero incluso, muchas veces, cuando pensamos en los intereses económicos, esos intereses también responden a ideas

P. El nacionalismo es una de esas ideas de influencia innegable en los últimos dos siglos, aunque las más recientes teorías de psicólogos evolutivos y neurocientíficos aseguran que no es tanto producto de una reflexión de tipo intelectual como resultado del cincelado tribal que nos convirtió en la especie que somos. Si es así, ¿nunca nos libraremos del nacionalismo?

R. Una cosa es lo nacional y otra el nacionalismo, igual que una cosa es tener apéndice y otra apendicitis. Lo primero lo tenemos todos, lo segundo es una enfermedad. La idea de pertenencia y de identidad a un ámbito de soberanía territorial con una serie de leyes, lo que es una sociedad, parece bastante natural, aunque no es imposible que en el futuro vayamos hacia formas supranacionales de sociedad. Esos sentimientos de identidad y pertenencia empiezan a identificarse como naciones y estados nacionales con sentimientos crecientemente emocionales probablemente a lo largo del siglo XIX y el XX. La exarcebación de lo nacional, la conversión de lo nacional, y no del individuo, en sujeto histórico de la política, que es lo que es el nacionalismo, es harina de otro costal. Eso sí es una ideología, no una necesidad ideológica más o menos natural.

P. En nuestro país la Transición intentó lograr el encaje de los nacionalismos en el Estado. Hoy unos aseguran que entonces se cedió mucho mientras otros defienden lo contrario. En cualquier caso, cada vez es más generalizada la noción de que aquel modelo ha fracasado. ¿Es así? ¿Ve usted a Cataluña fuera de España?

R. No creo que haya fracasado en absoluto. Cuando estalló la guerra civil en Estados Unidos, a nadie se le ocurrió pensar que había fracasado el modelo constitucional de 1776. O por el gansterismo de los años veinte, la corrupción o el problema negro. El entramado institucional que se crea en España en 1978 y las leyes orgánicas que desarrollan las autonomías con una transferencia de poder inmensa donde los partidos nacionalistas gobiernan casi ininterrumpidamente desde 1980 con procesos reales de construcción nacional, no me parece ningún fracaso. Si los nacionalismos finalmente no aceptan ningún modelo de Estado, es porque solo quieren la soberanía, no porque este sea fallido. Ningún Estado federal sobrevive si hay nacionalismos en sus estados federados. En Estados Unidos hay federalismo porque no hay nacionalismos y no al revés. Ningún Estado puede soportar un nacionalismo independentista.

P. ¿Y España podrá soportarlo?

R. Ya lo dijo Ortega hace mucho tiempo, estos problemas no se resuelven, estos problemas se conllevan. Vamos a verlo. El nacionalismo también tiene momentos, en Cataluña puede haber fracasos, decepciones, su propia sociedad puede no estar dispuesta a ir tan lejos, nunca podemos saber qué es lo que puede pasar. Pero tenemos que tener las ideas claras sobre qué es la Constitución, cuál es el grado de poder que tiene Cataluña y que el modelo español reconoce el derecho pleno al autogobierno de determinadas nacionalidades y regiones con un poder real.

Cuenta la leyenda que un rey quiso resumir toda la sabiduría de su tiempo pero que el resultado que los sabios subalternos le ofrecieron resultó demasiado extenso, demasiados libros. Exigió un resumen, y otro, y otro. Su vida se extinguió antes del último compendio. Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), profesor de toda una generación de historiadores, lleva varios años ofreciendo la carga histórica suficiente, y nada obvia, que requiere la curiosidad actual en competencia con la omnipresente cultura audiovisual. No obedecer a los requerimientos de un ansioso sátrapa oriental le permite volcar todo sus conocimientos en libros que resumen y se leen como un suspiro, historias de España, de la Segunda Guerra Mundial. O, ¿por qué no?, del mundo.

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