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Harry Crews, amor y cicatrices en la América profunda
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el gran 'outsider' de las letras americanas

Harry Crews, amor y cicatrices en la América profunda

El más desconocido y salvaje escritor de la América abisal cabalga después de muerto... Llega 'El amante de las cicatrices', una novela de amor cuajada de moratones y puntos de sutura

Foto: Harry Crews.
Harry Crews.

Nació el 7 de junio de 1935 en Bacon, Georgia, al final de un camino de tierra. El padre murió pronto y le crió su madre a golpe de desesperación y coraje. Fue 'marine' en Corea y, al regreso, aguantó dos años en la Universidad hasta que, "ahogado entre la Verdad y la Belleza", dejó las clases por una moto Triumph. Poco después llegaba al Oeste con 7,55 dólares en el bolsillo. Fregó platos en Reno, recolectó tomates en San Francisco, un hombre que se creía Cristo le sacó el demonio de dentro en Colorado y dio con sus huesos en la cárcel de Glenrock, Wyoming, donde un indio 'blackfoot' casi lo mata de una paliza. Volvió a la Universidad para casarse con "una chica muy guapa que sabe escribir a máquina". Tuvieron dos hijos; el primero se ahogó en 1964. Bebió sin parar, se drogó sin freno. Y escribió más de 20 libros.

Harry Crews (1935-2012) fue el gran cronista de esa América blanca y abisal que hoy agoniza asfixiada por el alcohol, la heroína y la falta de esperanzas. Uno de los novelistas estadounidenses más afilados y asombrosos, también uno de los peor conocidos en nuestro país, aunque la situación ha mejorado en los últimos años gracias a la meritoria labor de zapa de sellos como Acuarela o Dirty Works. Es precisamente esta última y jovencísima editorial la que publica ahora 'El amante de las cicatrices', una extravagante historia de amor que transcurre en ese Sur rural y empobrecido en el que "a casi todas las personas les falta algo: un dedo, un pie, una oreja, un ojo, un ser querido...".

Al habla Javier Lucini, editor de Dirty Works y traductor de 'El amante de las cicatrices', la decimotercera novela de Crews, publicada en 1992. "Muchos dicen que es su obra más 'mainstream', dentro de lo 'mainstream' que puede llegar a ser un autor como Crews. Es más o menos lo que sale cuando un Harry Crews ya 'calmado' (esto último muy entrecomillado: todavía se pelea y sufre acuchillamientos, aunque ya bebe menos) se propone escribir una historia de amor. Le sale una cosa extraña, exagerada, llena de cicatrices"...

Con los intestinos en las manos

Cicatrices que son las que surcaban el cuerpo y la memoria de Harry Crews. Lo contaba en una entrevista publicada en 'Vice' en 2009: "Todo lo que he escrito a lo largo de mi vida está basado en experiencias reales. Tengo un libro que se titula 'Karate Is a Thing of the Spirit'. Estudié karate durante cerca de 27 años. Mucho, mucho tiempo. Tengo otro que se llama 'The Hawk Is Dying'. Cacé y entrené halcones. De no haberlo hecho, no habría podido escribir sobre ello. Si no me hubiera implicado, si no lo hubiera olido, saboreado, si no me hubiera revuelto en ello (en el tema, sea el que sea), no habría sido capaz de escribir sobre ello. Sé que hay algunos tipos que sí pueden, y que lo hacen bien. Pero yo no soy uno de ellos".

-Me hablaste de una pelea en la que te habías metido hace poco. Te rajaron la tripa y te dejaron una cicatriz enorme.

-Es una cicatriz verdaderamente hermosa. Comienza a la altura del vello púbico y sube por el ombligo hasta el esternón, donde permanece equidistante entre los pezones. Me destriparon, tío. Llegué a tener los intestinos en mis manos.

Si no me hubiera implicado, si no lo hubiera olido, saboreado, si no me hubiera revuelto en ello, no habría sido capaz de escribirlo

'El amante de las cicatrices' despliega desde las primeras páginas un amor anómalo e inflamado. Pete Butcher es un pobre diablo que trabaja a destajo en una fábrica y ha levantado un muro con su pasado y con el resto de los seres humanos. Hasta que un día se cruza al salir de casa con Sarah, la vecina de al lado. No tiene la menor intención de hablar con ella cuando le sale al paso en la acera, pero es alta, de ojos hundidos, muy negros, frente ancha y pálida, casi translúcida... Ella le dice "hola", le cuenta que le ve todas las mañanas desde su habitación y "él tuvo la impresión de que de sus pies brotaban raíces que penetraban en el pavimento y pensó que cuanto más tiempo permaneciera allí quieto más difícil sería moverse".

Tom Petty versionado por Johnny Cash

El amor de Pete y Sarah florece en un mundo remoto, a un millón de kilómetros de los catálogos de las revistas de moda, "donde todos sonríen enteros y sin cicatrices". Aquí, querer y vivir dejan marcas, salpica la miseria, pululan los abusos, los cocodrilos, los asesinos. Pero también el humor, la felicidad y una extraña belleza. Y todo contado con una lengua exuberante que sirve, al tiempo, una pesadilla para el traductor.

"Es algo muy parecido a una pesadilla", confirma Javier Lucini a El Confidencial. "Una de las peculiaridades de Crews es jugar con el idioma y los acentos. El particular acento sureño de la canción de Tom Petty versionada por Johnny Cash. Algo completamente intraducible. Crews no tiene empacho en trastocar y subvertir los rasgos fonológicos, léxicos, morfológicos y sintácticos de las variedades que se desmarcan del estándar, haciendo especial hincapié en las estrategias ortográficas con las que se indica la pronunciación dialéctica, para que los personajes no solo dialoguen, sino que suenen... Incluso para los lectores del idioma original resulta muchas veces ilegible...".

"Es un maestro a la hora de reproducir esas peculiaridades", prosigue Lucini. "El ritmo y la sonoridad. Probablemente mucho de eso se pierda en la traducción... Lo que teníamos muy claro es que no queríamos que nuestros personajes sureños sonasen a los negros que suenan como paletos andaluces o extremeños en las viejas traducciones de las obras de Faulkner, McCullers, O'Connor, etc... Esperamos habernos aproximado lo máximo al original sin quebrar demasiado el disfrute de la lectura...".

La literatura airada de Harry Crews interpela especialmente bien a estos tiempos que vivimos de desencanto y sueños hechos añicos. Crews habla sin tapujos de la fractura, respira por la herida. Pese a todo ese imaginario grotesco, al final nos habla de la dignidad y de la compasión. Y nos ayuda a cicatrizar.

Nació el 7 de junio de 1935 en Bacon, Georgia, al final de un camino de tierra. El padre murió pronto y le crió su madre a golpe de desesperación y coraje. Fue 'marine' en Corea y, al regreso, aguantó dos años en la Universidad hasta que, "ahogado entre la Verdad y la Belleza", dejó las clases por una moto Triumph. Poco después llegaba al Oeste con 7,55 dólares en el bolsillo. Fregó platos en Reno, recolectó tomates en San Francisco, un hombre que se creía Cristo le sacó el demonio de dentro en Colorado y dio con sus huesos en la cárcel de Glenrock, Wyoming, donde un indio 'blackfoot' casi lo mata de una paliza. Volvió a la Universidad para casarse con "una chica muy guapa que sabe escribir a máquina". Tuvieron dos hijos; el primero se ahogó en 1964. Bebió sin parar, se drogó sin freno. Y escribió más de 20 libros.

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