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Un gallego en la corte de Winston Churchill
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vida y obra del periodista augusto assía

Un gallego en la corte de Winston Churchill

También podríamos haber titulado el gallego que plantó cara a Goebbels, el único español que contó la Segunda Guerra Mundial sin salir de Londres...

Foto: Augusto Assía, seudónimo de Felipe Fernández Arnesto, en Londres.
Augusto Assía, seudónimo de Felipe Fernández Arnesto, en Londres.

También podríamos haber titulado el gallego que plantó cara a Goebbels, el único español que contó la Segunda Guerra Mundial sin salir de Londres, el periodista censurado por la República y por el Franquismo, cómplice con el comunismo y colaboracionista con el Gobierno de Burgos, capaz de compartir mesa con Francisco Franco y ser anfitrión de Indalecio Prieto, amenazado por Serrano Súñer por la independencia y tono de sus despachos para La Vanguardia. Augusto Assía (1904-2002), seudónimo de Felipe Fernández Armesto, siempre estuvo donde había que estar, pero del libro que hablaremos hoy sólo recoge sus espléndidos trabajos hasta 1943.

“Conforme la guerra avanza, Assía no se limita a indicar el progreso de los ejércitos, sino que va engrosando su mayor mérito: el de escribir el más nutrido compendio de la vida inglesa a ojos de un español”, escribe el anglófilo Ignacio Peyró en el prólogo del volumen Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo, que Libros del Asteroide publica la próxima semana sobre el intrépido periodista. Otro más a sumar al paisaje periodístico español, con Chaves Nogales, Gaziel, Xammar, Julio Camba, Corpus Barga, José Luis Salado.

En medio de la tormenta de la Historia, Assía levanta un retrato del inglés, gentleman manque pierda. Son el pueblo más normativo y ritual, pero el más rebelde contra cualquier canon o norma que se les pretenda imponer. Y esto irremediablemente les lleva al fracaso, según Assía, porque en las universidades les enseñan que “quien abandona su libre albedrío, su iniciativa y su destino en manos ajenas podrá llegar a ser feliz”. “Pero no podrá llegar a ser un gentleman. Y el inglés, aunque desea mucho ser feliz, desea más ser gentleman”.

El dominio de la escena le permite introducir, sin ningún pudor y con maestría, a personajes en los que ha fijado su dardo envenenado, como Valle-Inclán o Pío Baroja. “Aquí en Inglaterra todo el mundo es un poco como don Pío Baroja. Ecléctico, irreductible, sentimental respecto a las cosas pequeñas y despectivo respecto a las grandes”.

Dios se llama Churchill

Assía era un empotrado en la corte de Mr. Churchill, “un deplorable pintor de paisajes y un excelente albañil”. En el Primer Ministro vio la quintaesencia del carisma británico, al que los halagos, las manifestaciones de entusiasmo hacia su persona, las aclamaciones populares no le interesaban. “No son fruta británica. El otro día vi a Churchill por la calle y las gentes no volvían siquiera la cabeza”.

En su pasión devocional por el jefe del Partido Conservador asegura que “es por temperamento un innovador”, “a pesar de pertenecer a una de las grandes familias que encarnan el abolengo conservador de esta misteriosa isla”. Es más, señala que su talante reformista le ha convertido en un sospechoso habitual en los conciliábulos “que ponen pies de plomo en la marcha del Imperio”.

Entre sus virtudes descubre al abanderado “de las energías ciudadanas”, irónico, elocuente… y en pleno éxtasis ferviente: “Churchill no solo ha salvado al Imperio durante los tres últimos años, sino que ha enriquecido su historia como no lo hizo quizá jamás hombre alguno antes de ahora”.

Optimismo innato

El propio Assía reconoce su fe en la voluntad del pueblo inglés, en la introducción a la primera y única edición hasta hoy del libro, de 1946. Dice que su “optimismo innato”, al lado de su fe en la fuerza de la libertad, “así como mi conocimiento del carácter inglés, contribuyeron a que ni por un solo momento dudara del triunfo de Inglaterra”.

Las crónicas, “seleccionadas entre más de un millón de palabras”, abarcan sus primeras impresiones al llegar a Londres, con Inglaterra golpeada por el yunque alemán –la fase de la guerra defensiva-, y escritas entre 1940 y 1943. La segunda –la guerra ofensiva-, con las tornas cambiadas, Gran Bretaña ya es martillo que golpea hasta la victoria. Por primera vez se han unido los dos libros. Casi un centenar de artículos, en los que se alternan la guerra entre los civiles, la resistencia, la vida y la muerte.

La última nota lleva fecha del 8 de mayo de 1945, ya lejos de Londres, en Nueva York, hace balance: “Hitler se había echado montañas arriba contra el curso de la Historia, contra el poder de la libertad, contra la fuerza de la gravedad”. Tan inútil esfuerzo queda contrastado con la elocuente prueba de que “sólo un loco puede intentar de nuevo la tarea de subyugar a Europa”.

El humor inglés

Libros del Asteroide publica por primera vez los dos volúmenes en uno, y casi un centenar de artículos, en los que se alternan la guerra entre los civiles, la resistencia, la vida y la muerte. Y hasta el humor. Porque Assía, en su devoción absoluta, dice de ellos, de los ingleses, que se ríen en los funerales y en las bodas, que se ríen de ellos y de los demás, de sus creencias más serias y de sus prejuicios más estúpidos, también de su heroísmo y de su egoísmo, de su patriotismo y su cobardía… “La risa es la salsa en que se conserva Inglaterra y su corrosivo”.

En sus primeros despachos colorea por donde pasa y cuenta sus encuentros con tiendas llenas de objetos de lujo, londinenses sin caretas antigás y cines reabiertos una vez pasa el primer momento de pánico. Un cartel pegado les dice a los ingleses: “Con tu coraje, con tu decisión, con tu cortesía, ganaremos la guerra”. Como apunta Assía, cualquier país invocaría a la valentía para defenderse, pero ¿quién pediría que se cuidaran las formas bajo las bombas? Ese es el matiz británico, la dignidad.

También podríamos haber titulado el gallego que plantó cara a Goebbels, el único español que contó la Segunda Guerra Mundial sin salir de Londres, el periodista censurado por la República y por el Franquismo, cómplice con el comunismo y colaboracionista con el Gobierno de Burgos, capaz de compartir mesa con Francisco Franco y ser anfitrión de Indalecio Prieto, amenazado por Serrano Súñer por la independencia y tono de sus despachos para La Vanguardia. Augusto Assía (1904-2002), seudónimo de Felipe Fernández Armesto, siempre estuvo donde había que estar, pero del libro que hablaremos hoy sólo recoge sus espléndidos trabajos hasta 1943.

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