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Hitler quemó a la Pasionaria
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PUBLICAN LA LISTA COMPLETA DE LOS LIBROS PROHIBIDOS POR HITLER

Hitler quemó a la Pasionaria

Fahrenheit 451. La temperatura a la que arde el papel y el título de la novela de Ray Bradbury que en 1953, y para protestar contra

Foto: Hitler quemó a la Pasionaria
Hitler quemó a la Pasionaria

Fahrenheit 451. La temperatura a la que arde el papel y el título de la novela de Ray Bradbury que en 1953, y para protestar contra la censura del senador McCarthy, presentó una realidad distópica en la que los libros se quemaban para evitar que los ciudadanos pudieran pensar por sí mismos. Por desgracia, la realidad fue la gran inspiradora para Bradbury, que sólo tuvo que fijarse en lo ocurrido el 10 de mayo de 1933 en el Opernplatz de Berlín. Allí, miles de estudiantes universitarios alemanes, alentados por el ministro Joseph Goebbels, arrojaron al fuego todos los libros que presentaran un peligro para el ideario hitleriano. Entre ellos no sólo se encontraban las obras de autores judíos, sino de escritores de cualquier rincón del mundo que en sus escritos plantearan cualquier situación incómoda para el dictador. También nombres de autores españoles como Dolores Ibarruri, Ramón J. Sender, Francesc Ferrer i Guàrdia y José María Llanas Aguilaniedo.

Estos actos con reminiscencias de la Inquisición española no surgen de la noche a la mañana, sino que son creados por el ministro de Propaganda, Goebbels, en su ansia de conseguir que el arte y la cultura en Alemania sólo representaran al movimiento nazi. Poco a poco, las instituciones fueron siendo sesgadas de cualquier rasgo ideológico que divergiera de sus pensamientos.

El 6 de abril de 1933, Goebbles anuncia la “acción contra el espíritu no alemán” y a partir de ese momento se fueron entregando a la prensa, universidades y organizaciones estudiantiles listas negras sobre los autores que merecían que sus obras fueran quemadas en la hoguera, como las brujas.

El punto álgido de esta acción tiene lugar ese fatídico 10 de mayo, en el que más de 25.000 libros alcanzaron esos 451 grados Fahrenheit. Actos que fueron refrendados en toda Alemania, donde acompañaron sus 'hazañas' con antorchas y música de banda, y que supusieron un preludio de lo que vendría poco después, como avanzó Heinrich Heine al afirmar: "Donde se queman libros se terminan quemando también personas”.

Ahora, y con motivo del 80 aniversario de estos tristes acontecimientos, el Gobierno alemán pública la lista completa de todos aquellos autores que fueron prohibidos y condenados a las llamas por los nazis. Lista en la que el propio Adolf Hitler aparece sorprendentemente, y es que ciertos extractos de la edición francesa del Mein Kampf fueron prohibidos debido a los comentarios que incluían del autor C. Louis Vignon.

Españoles censurados

No es de extrañar que en semejante 'cuadro de honor' se encontrara la Pasionaria. Dolores Ibárruri fue una de las figuras más representativas del comunismo en España. Ayudó a fundar el PCE y ocupó más tarde su secretaría general y su presidencia desde el exilio, al que tiene que recurrir para huir tras la Guerra Civil. La carrera como escritora de Ibárruri es bastante escasa, de hecho solo escribe un libro en toda su vida. El único camino, en el que cuenta su ideología y sus creencias políticas. Sin embargo su artículo Venceremos está incluido en esta ominosa lista.

Entre estos autores se encuentra Ramón J. Sender, al que le tocó vivir tres censuras en su vida. Alcanzó la popularidad con su novela Imán (precisamente aquella que los nazis mandaron quemar), la cual escribió tras participar activamente en la guerra de Marruecos. En ella narra la destrucción física y moral que supone cualquier acto bélico. La novela fue traducida a muchos idiomas y le aupó a un puesto de privilegio entre los escritores españoles, a pesar de que su oposición a Primo de Rivera lo llevara a la cárcel. Su pública defensa del anarquismo hizo que con el inicio de la Guerra Civil tuviera que abandonar a su mujer y a sus hijos mientras él se alistaba en el bando republicano. Su esposa fue fusilada al no ser el escritor encontrado, y tras permanecer luchando durante años tuvo que exiliarse primero a Francia para, tras pasar por un campo de concentración en 1939, ir a México y poco después a Estados Unidos. Allí vivió en sus propias carnes la censura del senador McCarthy, y se vio obligado a autoproclamarse como apolítico e incluso firmar un manifiesto anticomunista para no entrar en otra vergonzosa lista negra.Donde se queman libros se terminan quemando también personas

El tercer español en discordia, Francesc Ferrer i Guàrdia, también tuvo que vivir en el exilio durante varios años en París al apoyar el fallido pronunciamiento militar del general Villacampa, que tenía como finalidad instaurar la República en España. Años más tarde consigue desarrollar su proyecto pedagógico, la Escuela Moderna, que intentaba inculcar valores liberales en la enseñanza y que hizo que se enemistara con los sectores más conservadores de la sociedad. Esto influye en su acusación, injusta, de haber sido uno de los instigadores de la Semana Trágica, por lo que en un juicio lleno de irregularidades es condenado y fusilado el 13 de octubre de 1909. Ferrer se libró de ver cómo veinte años después su obra La escuela moderna era condenada a morir en la hoguera por los nazis.   

Mucho más curioso es el caso del cuarto escritor español que fue prohibido por el nazismo: José María Llamas Aguilaniedo, cuyo único pecado para el Ministerio de Propaganda de Goebbels fue escribir un libro, junto a Bernaldo de Quirós, titulado La mala vida en Madrid, que en alemán tradujeron con el rocambolesco título de La delincuencia y la prostitución en Madrid. En el libro, los autores recrean la sociedad madrileña del momento mientras intentan establecer un patrón para identificar a los delincuentes basándose en su condición social, física o mental. Un autor que, a pesar de haberse dedicado a su labor como farmacéutico durante la mayor parte de su vida, no pasó desapercibido para los censores alemanes.

Ahora, las obras de estos cuatro autores forman parte de esos 5.800 títulos que se han convertido en un canto en contra de cualquier forma de censura gracias a acontecimientos como el que ahora se celebra en Alemania para no olvidarse de su triste pasado. Bajo el título de ‘Diversidad destruida’ nuestro vecino europeo, en el que tanto parecen fijarse los políticos, demuestra que no hay que tener miedo a revisitar la memoria histórica de un país si con ello se consigue que la gente no vuelva a cometer los mismos errores

Fahrenheit 451. La temperatura a la que arde el papel y el título de la novela de Ray Bradbury que en 1953, y para protestar contra la censura del senador McCarthy, presentó una realidad distópica en la que los libros se quemaban para evitar que los ciudadanos pudieran pensar por sí mismos. Por desgracia, la realidad fue la gran inspiradora para Bradbury, que sólo tuvo que fijarse en lo ocurrido el 10 de mayo de 1933 en el Opernplatz de Berlín. Allí, miles de estudiantes universitarios alemanes, alentados por el ministro Joseph Goebbels, arrojaron al fuego todos los libros que presentaran un peligro para el ideario hitleriano. Entre ellos no sólo se encontraban las obras de autores judíos, sino de escritores de cualquier rincón del mundo que en sus escritos plantearan cualquier situación incómoda para el dictador. También nombres de autores españoles como Dolores Ibarruri, Ramón J. Sender, Francesc Ferrer i Guàrdia y José María Llanas Aguilaniedo.