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Sobredosis de trance para superar la resaca olímpica
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ÚLTIMA PELÍCULA DEL BRITÁNICO DANNY BOYLE

Sobredosis de trance para superar la resaca olímpica

Que la nueva película de Danny Boyle se llame Trance puede sonar a autoparodia dado el gusto del director británico por envolver con tecno las escenas más frenéticas

Foto: Sobredosis de trance para superar la resaca olímpica
Sobredosis de trance para superar la resaca olímpica

Que la nueva película de Danny Boyle se llame Trance puede sonar a autoparodia dado el gusto del director británico por envolver con tecno las escenas más frenéticas de sus películas. Pero es que al muchacho le va la marcha; hasta la de la promoción: el autor de Trainspotting y Slumdog Millionaire pasó esta semana por Madrid y defendió su trabajo con tanto entusiasmo que es difícil no dejarse engatusar por los momentos álgidos de Trance, que los tiene, aunque tampoco ande falto de caídas hacia ninguna parte. Trance viene con el subidón-bajón característico de Boyle y del trance (la música).

Se trata de su vuelta al cine negro (rama thriller hitchcockiano con falso culpable) tras varios años en otros menesteres. Pero como el camino de vuelta al policiaco ha estado repleto de excesos, victoria en los Oscar, dirección de la ceremonia de los Juegos Olímpicos y piruetas cinematográficas varias (127 horas), su nueva incursión en el género sólo podía ser barroca.Todo ello justificado por la trama, eso sí, aunque Boyle se ha cuidado mucho de partir de una situación donde pudiera dar rienda suelta a su conocida aversión al realismo y gusto por el impacto visualTrance cinta gira en torno a los trances hipnóticos. 

Práctica que, al margen de sus bondades terapéuticas, es “una buena herramienta cinematográfica porque permite interrumpir la lógica de la trama”, asegura Boyle, que una vez más destruye con saña cualquier tipo de lógica verista.  

La película comienza siendo un thriller con robo de apariencia rutinaria. Una banda asalta una casa de subastas en plena puja y se lleva un cuadro de GoyaVuelo de brujas. La elección (de Boyle) no es baladí. El director dice que la descripción del cuadro es importante a un nivel simbólico: tres figuras con el torso desnudo, tocadas con capirotes e iluminadas con un foco exterior sostienen un cuerpo. Debajo, un hombre avanza confuso con la cabeza cubierta por una manta blanca y protegiéndose de la luz. Ese tipo, que simbolizaría al protagonista del filme (James McAvoy), “sabe que algo va mal pero no sabe lo que es”, cuenta Boyle.

El tipo confuso trabaja en la casa de subastas, pero también para los cacos. Durante el atraco, se lleva un porrazo en la cabeza y olvida (o eso dice) dónde ha escondido el cuadro. La banda recurre a una hipnotista para hacerle recordar. Y aquí empieza el tomate; es decir, el trance. Boyle suelta toda la pirotécnica visual marca de la casa para recrear las entradas, estancias y salidas del inconsciente del amnésico durante las sesiones de hipnosis.

Desmelene de hipnosis

La película se estructura en torno a varios trances hipnóticos. Huelga decir que, según avanza la inmersión en los abismos de la mente, lo real y lo inconsciente empiezan a ser indiferenciables y la trama se desmelena hasta límites insospechados, hasta derivar en una explosión de filigranas visuales para solapar recuerdos y realidades.

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Trance es uno de esos thrillers contemporáneos repleto de giros en los que más tarde o más temprano se impone lo arbitrario: llega un momento en que uno no sabe (y en el fondo da un poco igual) si el asesino va a sacar una escopeta o un matasuegras porque cualquier cosa es posible.

La aportación de Boyle al género negro pasa por su reelaboración de la figura de la femme fatale. Esas mujeres poderosas del cine clásico que el director califica de “fantasías masculinas que siempre son más malvadas que los hombres”. 

La gracia es que su femme fatale es la hipnotista y, por tanto, tiene literalmente la capacidad de moldear las fantasías masculinas, incluidas las clásicas paranoias de los hombres hacia las mujeres poderosas. El director recurre a los malos tratos para que su femme fatale pase de víctima a heroína empoderada que reconstruye su identidad a tiros. Es decir, un nuevo intento (tras la trilogía Millenium) de mutar un tema propio del realismo social melodramático vía thriller exuberante (y disparatado).  

Trance se mete en tantos laberintos, está tan orgullosa de su condición de thriller engañoso, imprevisible y repleto de falsas pistas, que si uno no sigue el juego (algo así como una muñeca rusa subida en una montaña rusa) puede salir del cine mareado y haciendo eses. Como quien sale de un sarao de trance a las 7 de la mañana, vaya. Ustedes verán…

Trance

Director: Danny Boyle
Reparto: James McAvoy, Vicent Cassel, Rosario Dawson
Género: Thriller
Nacionalidad: Reino Unido
Duración: 101 minutos

Que la nueva película de Danny Boyle se llame Trance puede sonar a autoparodia dado el gusto del director británico por envolver con tecno las escenas más frenéticas de sus películas. Pero es que al muchacho le va la marcha; hasta la de la promoción: el autor de Trainspotting y Slumdog Millionaire pasó esta semana por Madrid y defendió su trabajo con tanto entusiasmo que es difícil no dejarse engatusar por los momentos álgidos de Trance, que los tiene, aunque tampoco ande falto de caídas hacia ninguna parte. Trance viene con el subidón-bajón característico de Boyle y del trance (la música).