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De espacios políticos a espacios para los políticos
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LA DIRECTORA DEL MUSAC DIMITE EN TRES MESES POR INJERENCIAS DE LA POLÍTICA EN SU TRABAJO

De espacios políticos a espacios para los políticos

La época dorada de los museos ha terminado. El dinero ha desaparecido de las cuentas públicas tan rápido como la independencia de sus gestores. Atrás quedan

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De espacios políticos a espacios para los políticos

La época dorada de los museos ha terminado. El dinero ha desaparecido de las cuentas públicas tan rápido como la independencia de sus gestores. Atrás quedan tres décadas de lujo y despilfarro en los que no había problemas ni con las cuentas ni con la libertad. Se levantaron grandes edificios, muchos de ellos con presupuestos faraónicos; no importaba lo que fueran a albergar, importaba la inauguración y la espectacularidad de la obra arquitectónica.

La expansión descontrolada con la que España se subió al carro del desarrollo cultural tras el apagón democrático fue una marcha forzada que obligó a inventar estructuras culturales en la mitad de tiempo que el resto de Europa tardó en levantar sesenta años. Un exceso de velocidad que ha viciado el origen de estas instituciones. Es decir, se creó un órgano sin pensar en cuál era su función y se optó por que las cosas nacieran ya grandes. Gigantescas, monstruosas.

La última atrocidad democrática protagonizada por uno de estos espacios sucede –por tercera vez- en una de las naves que fuera referencia del arte contemporáneo: el MUSAC de León, donde su directora durante tres meses, Eva González-Sacho, ha presentado su dimisión por injerencias políticas y pérdida de autonomía en la gestión del espacio para el que fue seleccionada, según los principios del manual de buenas prácticas. Al cierre de esta edición, la Fundación Siglo, responsable de la coordinación de este museo y cuatro más, no ha contestado al aviso que González-Sancho mandó hace una semana.

Algo no funciona en León

“No sé qué entienden aquí por dirección”, explica la exdirectora a El Confidencial. “Cualquier decisión debe ser preguntada a la Fundación Siglo. Ni siquiera estaban dispuestos a defender la programación que Agustín Pérez Rubio [el anterior director, también dimitido, que sustituyó a Rafael Doctor, tras su cese también] había dejado hecha. Era importante defender una herencia, pero lo respetaban tanto como mi proyecto, del que tomaron algunas propuestas y el resto lo tiraron abajo. En estos tres escasos meses he visto lo suficiente, he tenido la paciencia suficiente como para seguir haciendo concesiones a un trabajo poco profesional”.

La crisis financiera no ha supuesto la oportunidad con la que muchos soñaron: no se ha recortado en espectáculo y superficialidad, no se ha crecido en reflexión. Por el contrario, con la excusa de los recortes presupuestarios la figura del director, en el MUSAC, ha sido suplantada por la del político que no confía ni delega en la persona seleccionada en proceso público y gracias a las buenas prácticas.

No es un problema de presupuesto, es un problema de autonomía presupuestaria”, aclara la recién dimitida. Pero es algo que confirman otros tantos directores de museos de arte contemporáneo sustentados en las cuentas públicas y no en los ingresos propios. “Se tiende al evento y al continente más que al contenido”, resumen.

Presumir de museos

“Los políticos intentan controlar estos espacios porque creen que les dan una visibilidad especial”, explica otro director de un museo de características similares al MUSAC, que prefiere dejar su nombre al margen de sus declaraciones. Por su experiencia, los políticos quieren presumir de museos, no les importa el interés público y tratan que sus amigos expongan en ellos, ya sea una de azulejos del siglo XIX o una de motos antiguas. Y en ese sentido, la mayoría de los artistas locales a los que se apoya son “impuestos revolucionarios” con los que hay que tragar. Parece imposible una visión internacional desde uno de esos centros locales.

Aunque no siempre es así. Juan Antonio Álvarez Reyes, director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, prefiere no generalizar con la clase política. “Los hay que delegan y confían, que permiten la libertad y otros que no. No se puede gestionar un museo con fines partidistas, que es lo que ha pasado en el MUSAC. Algo está sucediendo ahí y los políticos deben asumir la responsabilidad porque no están dejando trabajar a los profesionales de manera correcta”.

Considera “aberrante” la situación de Eva González-Sancho. “Es una regresión de la libertad, significa volver a situaciones que ya estaban superadas y como ciudadanos debemos exigir que no vuelva a ocurrir”.

Las Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España (ADACE) ha remitido una carta a la consejera de Cultura y Turismo de Castilla y León, Alicia García, en la que se lamenta de la “creciente intromisión política” en la programación de los museos y centros de arte de titularidad pública, con el consiguiente descrédito institucional de estos.

La coartada de la censura

“Resulta sorprendente que los responsables políticos del MUSAC convoquen un concurso, acogiéndose a las recomendaciones del Documento de Buenas Prácticas para la selección del director y que, finalmente, este procedimiento se convierta en una coartada que esconda la falta de autonomía artística y administrativa del director”, añade la asociación.

Nuestro director anónimo reconoce que la autonomía de cada museo al final está condicionada y que cuando un centro depende de un organismo público, como el que él mismo dirige, no hay más que injerencias. Es pesimista con la situación de los centros de arte contemporáneo tres décadas después de su creación, porque la crisis actual es una excusa para ampliar el control político, no tener que disimular el desinterés por la cultura y “el director una especie molesta que hay que exterminar”.

Sin independencia económica no hay nada. Aunque el presupuesto del MUSAC sea de casi cinco millones de euros, si el director no tiene la capacidad de administrarlo no tiene nada. “El presupuesto no era un problema”, reconoce Eva González-Sancho. “Con los recortes que ha habido se podía trabajar, pero la crisis es una excusa para justificar la intromisión. Si hubiera tenido libertad para manejar ese presupuesto tendría autonomía. Si lo que se quiere es ahorrar, el director debe tener independencia. Pero no hay voluntad política para dar independencia jurídica y económica al museo”, añade.

Manuel Fontán, director de exposiciones y museos de la Fundación Juan March, con toda su vocación pública más que demostrada a pesar de no estar afectada por el problema que aquí se trata, es un observador de referencia. Coincide en que sin autonomía económica no habrá autonomía artística ni historiográfica. “En la Fundación no somos ricos, somos libres”. Opina que las buenas prácticas no tienen la autonomía y protección que deberían.

Hambre política

"A veces da la impresión de que la dinámica propia de los museos (el hecho de exhibir, su obvia e intrínseca 'publicidad' en el sentido estricto de la palabra) atrae mucho a aquellos políticos -que no son todos- que practican las formas menos humanistas y dignas de la política, las electoreras y cortoplacistas: pues un museo es una maquinaria de producir eventos y eso es muy apetecible para un político”, dice Fontán.

Para José María Parreño, exdirector del Museo Esteban Vicente de Segovia, los museos en España responden a un designio político, no a una estrategia cultural. Vamos, que no nos debe sorprender este tipo de sucesos porque el único interés en levantar un museo es ese, erigirlo. Para inaugurarlo. Todo lo que venga detrás no interesaría tanto si no consideraran al museo como una máquina de impactos propagandísticos a favor de sus intereses partidistas.  

A pesar de la situación se muestra optimista: “Incluso estando en manos de políticos podrían servir, pero si no lo ponen en manos de alguien que sepa el proyecto desaparece. Un político no tiene por qué saber de arte, pero debe buscar a la persona idónea y delegar”, dice Parreño. El también poeta, escritor, profesor y crítico señala algunos de los inconvenientes viciados del MUSAC: se hizo un edificio ciclópeo sin saber para qué iba a servir (el contenido se diseñó después del edificio) y no se recuperó la vanguardia dispersa castellano-leonesa, sepultada por el olvido y el exilio, que podría haber dado base a la colección y a las propuestas del museo.  

Juan Antonio Álvarez pide un nuevo llamamiento al documento de buenas prácticas para que se deje trabajar al director del museo, en un momento en el que se le debe exigir máxima eficacia. Libertad es eficacia. “La ciudadanía pide comportamientos ejemplares y los políticos en este caso han sido irresponsables”. 

La época dorada de los museos ha terminado. El dinero ha desaparecido de las cuentas públicas tan rápido como la independencia de sus gestores. Atrás quedan tres décadas de lujo y despilfarro en los que no había problemas ni con las cuentas ni con la libertad. Se levantaron grandes edificios, muchos de ellos con presupuestos faraónicos; no importaba lo que fueran a albergar, importaba la inauguración y la espectacularidad de la obra arquitectónica.