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Steven Soderbergh saca a Michael Douglas del armario
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ITALIANOS RICOS Y DECADENTES PROTAGONIZAN LAS OTRAS DOS PELÍCULAS A COMPETICIÓN

Steven Soderbergh saca a Michael Douglas del armario

Apenas conocido en nuestro país, Liberace fue en cambio un pianista muy popular en Estados Unidos que forjó su fama como entertainer gracias a su locuacidad

Foto: Steven Soderbergh saca a Michael Douglas del armario
Steven Soderbergh saca a Michael Douglas del armario

Apenas conocido en nuestro país, Liberace fue en cambio un pianista muy popular en Estados Unidos que forjó su fama como entertainer gracias a su locuacidad y la excentricidad con que vestía. Un sorprendente Michael Douglas se pone en la piel de este músico que, a pesar de las evidencias, negó toda su vida ser gay en una película de Steven Soderbergh que retrata la tormentosa relación de Liberace con su protegido y ayudante Scott Thorson. Behind the Candelabra, de hecho, es una producción televisiva. Según su director, la cadena por cable HBO apoyó el proyecto después de que los grandes estudios cinematográficos le cerraran la puerta por encontrarlo “demasiado gay”. 

De este modo, Soderbergh aprovecha el formato televisivo para resaltar los universos cerrados por donde el protagonista se movía en libertad. Sobre el escenario, este “antecedente de Elton John” (como lo ha calificado Douglas) luce un vestuario más que llamativo, propio casi de una drag queen. El personaje comenta en una escena del filme que es su manera de resaltar frente a un piano y un telón negros. Liberace decora su casa con el mismo estilo camp, e incluso obliga a sus novios a adecuarse en ropa y rostro a sus gustos. Si Liberace no se inhibió en lo que a su apariencia externa se refiere y mantuvo relaciones homosexuales toda su vida, en cambió se negó a declararse públicamente gay incluso cuando cayó enfermo de sida a finales de los ochenta. 

A lo largo de la película, el personaje se mueve con toda naturalidad por esos ambientes privados donde se siente cómodo: su casa y los escenarios. Apenas hay secuencias en el mundo exterior, ámbito donde Liberace niega su propia identidad, excepto para reseguir la trayectoria del otro protagonista, Thorson (un Matt Damon que también sirve un trabajo impecable) antes y después de conocer al músico. La mención a la muerte de Rock Hudson justo cuando Liberace se pone enfermo resalta como el outing de este actor marcó un antes y un después en lo que a la visualización de la homosexualidad en el mundo del espectáculo se refiere. Behind the Candelabra pone en evidencia cómo muchos artistas se movieron entre dos mundos hasta entonces.

Los ricos también lloran

En su debut como directora Es más fácil para un camello, la también actriz Valeria Bruni-Tedeschi empezó a explorar los caminos de la autoficción: convertía su propia vida (y, en ese caso, la mala conciencia que le provocaba pertenecer a una acaudalada familia de industriales italianos) en el material a partir del que crear sus comedias, como también llevan a cabo en algunos de sus películas Woody Allen o Nanni Moretti. En su tercer largometraje, Un château en Italie, la hermana mayor de Carla Bruni vuelve a inspirarse en su biografía para situarse a ella misma como protagonista de una ficción. 

Por un lado, Bruni-Tedeschi resigue el desmantelamiento del castillo familiar, entendido tanto de una manera literal (deben venderse la mansión que heredaron de sus padres) como metafórica (su hermano está enfermo de sida). Por el otro, explora su renacimiento íntimo: su personaje se enamora de un actor más joven (al que da vida la que fue su pareja hasta hace bien poco, Louis Garrel) y hace todo lo posible por quedarse embarazada. Valeria presenta estas dos trayectorias vitales entrelazadas en dos registros distintos que se alternan con promiscuidad: la enfermedad y muerte del hermano mayor (sensacional Filippo Timi) se desarrolla en clave de melodrama de tintes chejovianos; la comedia autoparódica marca todo aquello que tiene que ver con la relación sentimental y las ganas de tener un hijo de su personaje.

Mientras que los segmentos melodramáticos aparecen perfectamente logrados, con secuencias tan emocionante como aquella en que Timi y su madre (Marisa Borini, también madre en la vida real de las Bruni) bailan en el hospital, los segmentos cómicos resultan por momentos excesivamente forzados. La vena comedianta de Valeria se desata aquí en exceso, como si quisiera compensar el drama de esta familia de privilegiados.

El otro film de aroma italiano a concurso, La grande bellezza de Paolo Sorrentino, provocó grandes divisiones entre la crítica. Sorrentino es uno de esos directores que, como Pedro Almodóvar, están mimados por el festival de Cannes. Desde que presentó aquí su segundo largometraje Le conseguenze dell'amore (2004), ha conseguido que todas sus películas posteriores (L'amico di famglia, Il Divo y This Must Be the Place) concursaran por la Palma de Oro. 

En La grande bellezza este napolitano consigue que su universo guiñolesco y barroco conecte con esa vertiente del cine de Fellini que también se recreaba en este gusto por el exceso. Jep Gambardella (Tony Servillo, el mejor actor italiano de la actualidad y un habitual del cine de Sorrentino) llegó a Roma con vocación de escritor y dispuesto a convertirse en “el rey de los mundanos”. Tras una primera novela de éxito no consigue acabar ninguna otra obra. Ya en una edad madura, su trabajo como periodista le permite llevar una vida entregada al hedonismo, una dolce vita donde se suceden las fiestas, los flirteos, la asistencia a espectáculos y cenas, y los paseos por la ciudad entre toda una fauna de personajes donde caben aristócratas, directoras de periódico afectadas de enanismo, aspirantes a poeta, antiguas militantes del partido instaladas en el establishment, niñas artistas prodigio, hijos de papá con tendencias suicidas y jerarcas eclesiásticos que solo saben hablar de cocina. 

Gambardella ejerce al mismo tiempo de protagonista y observador irónico de esta Italia decadente. El personaje resulta seductor aunque también roza el estereotipo del escritor cínico y desencantado que, marcado por un primer amor de juventud, sigue buscando reencontrar esa gran belleza que inspiró su primera y única obra. El gran acierto de Sorrentino es inscribirlo en un film de naturaleza flotante que sabe captar ese tedio suspendido entre tanta fiesta continua, entre tanta euforia desatada. Junto a su personaje, el director deambula por una Roma momificada, donde personajes decadentes conviven con infinitas obras de arte deslumbradoras. Excesiva (lo que hablando del cine de Sorrentino no es ninguna novedad, a veces ni tan siquiera un defecto) e irritante en algunos aspectos, La grande bellezza sin embargo ofrece destellos de fascinación en medio de una sección oficial de Cannes que por el momento no ha dado muchas ocasiones para el entusiasmo.

Apenas conocido en nuestro país, Liberace fue en cambio un pianista muy popular en Estados Unidos que forjó su fama como entertainer gracias a su locuacidad y la excentricidad con que vestía. Un sorprendente Michael Douglas se pone en la piel de este músico que, a pesar de las evidencias, negó toda su vida ser gay en una película de Steven Soderbergh que retrata la tormentosa relación de Liberace con su protegido y ayudante Scott Thorson. Behind the Candelabra, de hecho, es una producción televisiva. Según su director, la cadena por cable HBO apoyó el proyecto después de que los grandes estudios cinematográficos le cerraran la puerta por encontrarlo “demasiado gay”.