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Wert y Montoro se llevan todos los MAX
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MARIO GAS Y SU 'FOLLIES' SALE VENCEDOR DE UNA NOCHE MOVIDA CONTRA EL IVA CULTURAL

Wert y Montoro se llevan todos los MAX

La metáfora visual no estaba sólo servida, sino también masticada y parcialmente digerida para todo aquel que quisiera entenderla. El actor y presentador Alex O'Dogherty apareció a

Foto: Wert y Montoro se llevan todos los MAX
Wert y Montoro se llevan todos los MAX

La metáfora visual no estaba sólo servida, sino también masticada y parcialmente digerida para todo aquel que quisiera entenderla. El actor y presentador Alex O'Dogherty apareció a través de una cascada de agua virtual durante el número de apertura de la gala de los Premios Max de Teatro 2013, celebrada en la noche de este lunes, protegido con la sola ayuda de un paraguas. "Con la que está cayendo y traen los Max al Matadero", anunció el presentador por si acaso a alguien se le escapaba. Al gag siguieron los chistes sobre actores que ejercen de camareros y después un número musical con el estribillo "no hubo manera" –de montar un espectáculo– y una persiana metálica que echa el cierre.

Así, prescindiendo de cualquier asomo de sutileza, es como la escena española presentó sus tiros largos y sus tiros a secas –y qué tiros– contra el Gobierno y contra sus dos divisiones con más responsabilidad en la debacle de la industria cultural, Hacienda y Cultura. Es lo que hay, dijo este lunes la escena española. Paro, cierres y sufrimiento, pero también actores, dramaturgos, bailarines e iluminadores dispuestos a dar guerra. No hubo la calma chicha de los Goya, dictada por el presidente de la Academia, Enrique González Macho, meses antes de pedir ayudas para mantener abierta su empresa. 

Porque la escena es de lo que va, claro, pero también porque los responsables de todo esto tienen nombres y apellido. Así lo dejo claro Mario Gas, ganador del primer Max de la velada –a la mejor dirección de escena por Follies–, cuando lanzó también el primer dardo a unas esquivas "Administraciones Públicas" para que se tomen "en serio de una vez por todas", dijo, "esto de que el teatro es un vehículo cultural formado por un montón de oficios que no deben desaparecer", recordando especialmente a los menos visibles –maquillaje, utilería, escenografía, sastrería, peluquería– y a todos sus profesionales. El gran vencedor de la nocheFollies, de Stephen Sondheim, se llevó las seis manzanas a las que aspiraba– quiso así acordarse de aquellos en la profesión no que podrían acabar, sino que ya "están trabajando en colegios". Por cierto, entre el público aplaudía Alicia Moreno, responsable política de este éxito teatral y cabeza degollada por el recientemente desplazado de la vida política Fernando Villalonga.

Con todo, el de Gas no fue sino un prólogo, y además uno suavecito, de la intervención de Antonio Onetti, presidente de la Fundación Autor, que para mayor elocuencia empezó dirigiéndose "al señor ministro de Cultura" sólo para que un ayudante le advirtiera de que José Ignacio Wert no había acudido y después "al señor secretario de Estado", de nuevo para ser advertido de que tampoco. 

Así pues, a "las autoridades, si es que hay alguna" dirigió Onetti su discurso, una sucesión de reproches aritméticos –el 30% de caída en las ventas en taquilla, el 30% que bajará el sueldo de los actores con la nueva ley de propiedad intelectual "que nadie ha pedido"–, políticos –"no sólo la Cultura ha estado subvencionada en estas últimas décadas", afirmó, sino "también el turismo, la industria, la pesca y últimamente la banca: sobre todo, la banca"– y filosóficos. Porque la Cultura, concluyó, es libertad. Fue la única proclama filosófica que se permitió Onetti, empeñado en trasladar la tesis del gremio tan cruda y concreta como pudiera sonar, que es como más duele. La de que el teatro se muere y la de que la culpa, que quede bien claro, es del Estado. No en vano, la palabra más citada de la noche -después de 'teatro'- fue 'entretenimiento', en alusión a la razón por la que Hacienda decidió aplicar la subida del IVA a las artes escénicas.

Una misa contra el Gobierno

Por eso, lo demás fueron argumentos en firme pensados, y quizá repensados, para dejarse de elaboraciones e incidir en las medidas concretas –o en su ausencia–

"El Estado exige a las artes escénicas un cambio de modelo en el que el sector privado ha de ser quien financie sin que siquiera tengamos el nuevo modelo, ya que aún no hay una ley de mecenazgo", ejemplificó Onetti. "Hemos estado financiando en las últimas décadas la actividad teatral del sector público, cobrando las actuaciones realizadas a un año o 18 meses sin intereses, lo que ha provocado la quiebra de muchas compañías, y el paro de miles de actores". Actores, incidió Onetti sin contener el retintín, "que pagan sus impuestos en España", aludiendo así a la polémica levantada tras la última edición de los Goya por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que poco después de la ceremonia afirmó que "algunos actores" no pagan sus impuestos en el país. 

Pese a la alta graduación política, los Max de este año, dirigidos por Yolanda García –la misma realizadora que firmó la pasada edición de los Premios Goya–, quisieron también reírse de la situación del teatro y gritar –de hecho lo hicieron en el número inicial– que sí, que sí que se puede. Pero por alguna razón –quizá porque la situación es tan grave que no admite edulcorante– no lo consiguieron, al menos no de modo convincente. Las artes escénicas sufren como nunca y los Max no pudieron hacer ver otra cosa.

De este modo, la misa del teatro contra el Gobierno, oficiada por presentadores y premiados con la convicción misma de una liturgia, fue por momentos hasta literal cuando Alex O'Dogherty, en su papel de predicador histriónico, gritó a la parroquia poseído: "¡El Maligno quiere que te rindas!", seguramente no hacía falta aclarar a quién se refería. "No podemos quedarnos en casa acojonados, pensando que han ganado, que tienen razón", arengó O'Dogherty. "Sí que se puede, claro que sí. Se puede, sí que se puede".

Repitió esta misma afirmación la actriz y autora Ana Diosdado, Max de honor 2013. "Esta noche me he sentido muy orgullosa de oír las cosas que he oído", aseguró, para establecer seguidamente una comparación entre el gremio y los músicos del Titanic, nada menos. Triste final. "Un pueblo que no ama su teatro, decía Federico García Lorca, es que está moribundo o es que ya ha muerto", añadió. "Pero los pueblos del mundo no están moribundos, sino enfermos, porque les inoculan virus y cosas". Diosdado, no obstante, es moderadamente optimista respecto al futuro de la actividad porque "las artes escénicas son la más antigua y sagrada de las ceremonias" y han resistido, de momento, hasta el día de hoy. "Sí se puede, claro que sí", concluyó la autora. "Siempre hemos podido".

Otra de las notas emotivas de la noche, como se dice en estos casos, la dio otra veterana, Asunción Balaguer, al recoger su Max a la mejor actriz de reparto por Follies, emocionada porque era "el premio que más deseaba", aseguró la intérprete, en toda su vida. Pese a las lágrimas y la voz entrecortada, incluso la actriz quiso hacer una mención política. "Los actores somos demócratas, y eso es muy hermoso" aseguró.


Follies, la gran vencedora

Juan Codina se hizo con el Max al mejor actor de reparto por su interpretación en En la Luna, mientras que Carlos Hipólito se llevó el premio al mejor actor principal. En la categoría femenina, Amparo Baró fue galardonada con el premio a la mejor protagonista por Agosto y Carmen Machi, compañera en Agosto y también de nominación por Juicio a una zorra, lo recogió en su nombre. A diferencia de la pasada ceremonia de entrega de los Premios Goya, en esta ocasión no fueron los primeros actores premiados quienes cargaron más sus tintas contra el Gobierno, e Hipólito, Codina y Machi, en nombre de Baró, pasaron de puntillas por la política.

Todo lo contrario hizo Marta Torres, directora de la compañía Teatro de Malta, ganadora del Max al mejor Espectáculo Infantil por Alegría, palabras de Gloria Fuertes, que buscó la complicidad del auditorio al compartir su manzana con el ministro Cristóbal Montoro, "un tío muy salao que nos va a bajar el IVA al 4%" y con la presidenta de su comunidad, Dolores de Cospedal, que eliminó todas las subvenciones a la cultura en esa región "no en diferido, sino de un plumazo". 

Follies, la pieza con la que  Gas se despidió como director del Teatro Español tras 8 años al frente, se llevó los premios al mejor director de escena –Gas–, al mejor director musical –Pep Pladellorens–, al mejor figurinista –Antonio Belart–, a la mejor actriz de reparto –Asunción Balaguer–, al mejor actor protagonista –Carlos Hipólito– y al mejor espectáculo musical –Teatro Español–.

Miguel del Arco, que en las dos anteriores ediciones de los Max había arrasado con La función por hacer y Veraneantes, era de nuevo el favorito en 2013, ya que sumaba 16 candidaturas por tres obras distintas: 12 por De ratones y hombres, tres por Juicio a una zorra y una por El inspector. Del Arco, sin embargo, se ha tenido que conformar con los de escenografía –a Eduardo Moreno– y a la mejor iluminación –a Juanjo Llorens–, ambos por la primera obra.

Además De ratones y hombres era la pieza que optaba a más premios, seguida por En la luna, de Alfredo Sanzol, con 8 nominaciones, y el montaje de Helena Pimenta del clásico de Calderón La vida es sueño, con 6, de los que sólo se ha llevado el de mejor adaptación, concedido a Juan Mayorga. Tras Follies, ha sido En la Luna la que se ha logrado más manzanas enmascaradas, en su caso al mejor autor en castellano –Sanzol–, al mejor actor de reparto –Juan Codina–, y el más importante, el de mejor espectáculo de teatro –al Teatro de la Abadía y al Teatre Lliure–.

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Es lo que dieron de sí los Max de 2013, los más beligerantes en años y, con toda certeza, los que más habrán escocido al ministro de Cultura, José Ignacio Wert, después de los sopapos que recibió del cine hace unos meses. Es lo que le queda al teatro en estos tiempos, unos de los más oscuros que ha tenido que atravesar en nuestro país. Eso y el derecho sagrado a la pataleta. "Esto es así", gritó O'Dogherty en nombre de la profesión durante el alocado número musical que cerró la gala. "Y a quien no le guste que se aguante. No nos vamos a callar". 

La metáfora visual no estaba sólo servida, sino también masticada y parcialmente digerida para todo aquel que quisiera entenderla. El actor y presentador Alex O'Dogherty apareció a través de una cascada de agua virtual durante el número de apertura de la gala de los Premios Max de Teatro 2013, celebrada en la noche de este lunes, protegido con la sola ayuda de un paraguas. "Con la que está cayendo y traen los Max al Matadero", anunció el presentador por si acaso a alguien se le escapaba. Al gag siguieron los chistes sobre actores que ejercen de camareros y después un número musical con el estribillo "no hubo manera" –de montar un espectáculo– y una persiana metálica que echa el cierre.

Cristóbal Montoro