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“Las series de televisión han tomado el relevo narrativo a la novela”
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BENJAMIN BLACK PUBLICA 'VENGANZA', UNA HISTORIA DE CELOS Y RENCILLAS FAMILIARES

“Las series de televisión han tomado el relevo narrativo a la novela”

La novela negra no es tan azabache como la pintan. Lo realmente oscuro es la realidad del mundo que reflejan. Al menos las de Benjamin Black

Foto: “Las series de televisión han tomado el relevo narrativo a la novela”
“Las series de televisión han tomado el relevo narrativo a la novela”

La novela negra no es tan azabache como la pintan. Lo realmente oscuro es la realidad del mundo que reflejan. Al menos las de Benjamin Black retratan “la vida tal y como es”, según explica su autor. Ha otorgado tanta personalidad a su seudónimo que el interlocutor no sabe si conversa con Black o con John Banville, la verdadera persona que se encuentra detrás del personaje. Tampoco ayuda el hecho de que hable de los dos en tercera persona. Para Banville, Black es un mercenario, pero escribe novelas que le gustan más que las suyas. “No porque sean malas”, aclara, sino porque los libros del irlandés Banville no alcanzan nunca la perfección que busca su creador. Ambos autores, dos en uno, se encuentran esta semana por España promocionando Venganza (Alfaguara), la última novela de Black que cuenta una historia de muertes, celos, rencillas familiares, sexo, dinero y poder en la Irlanda de 1950.

Venganza es una nueva entrega de las investigaciones del doctor Quirke, un forense que se define como “patólogo”, y del que se conoce poco más allá de sus infidelidades y su afición desmedida por el alcohol. Desde la primera novela ha operado en Irlanda. Le han pedido que viaje, dice el autor, quien adelanta a El Confidencial que hará venir a Quirke a nuestro país de vacaciones, en su próximo libro.

Los peores detectives 

En la resolución de los casos le acompaña el inspector Hackett, y juntos forman una pareja cuyo creador prefiere comparar con el Gordo y el Flaco que con Holmes y Watson: “Son la peor pareja de detectives que podríamos tener, y por eso me gustan, porque son tan estúpidos como cualquier de nosotros mismos”.

En esta ocasión, la pareja comienza investigando la muerte de Victor Delahaye, quien lleva al hijo de su compañero de negocios Jack Clancy en barco para que presencie, en medio del mar, cómo se atraviesa el pecho de un balazo. Entre los interrogatorios sucede otra muerte, aún más sorprendente que la anterior, y que indica que algún terrible secreto albergará la solución del caso.  Entre tanto, surgen incontables situaciones: costumbres, luchas entre familias, envidias, relaciones secretas, temores, y, cómo no, venganza. Nada más lejos de la realidad: “El mundo es un lugar oscuro, pero también resulta encantador y maravilloso”, matiza el escritor.

Del presunto suicidio de Delahaye habla todo el mundo, pero de oídas. No hay nada publicado. En la novela subyace una idea repetida que el escritor comparte: “La prensa no habla de los suicidios”. En los años cincuenta irlandeses, el suicidio era una desgracia que los periódicos no trataban, en parte para proteger a la familia, explica el autor. Era mejor no remover nada y asegurarse de que los seguros pagaran por esa defunción, “algo hipócrita y totalmente irlandés”, asegura Banville con una sonrisa.

Es muy crítico con la sociedad irlandesa, pero reconoce que al menos conservan buen sentido del humor y “ningún sentido del ridículo”, que en definitiva son también “formas muy buenas formas de protegerse”, aclara. Con esta y otras razones, Banville encuentra grandes similitudes entre España e Irlanda, tanto en los años 50 como ahora. Considera que ambos países mantienen muchos puntos en común, como “el férreo control que ejerció la Iglesia Católica” de entonces. Hoy, con la crisis azotando, el acercamiento de Irlanda a los Estados mediterráneos también ofrece semejanzas, tantas que el autor define a los irlandeses como “los europeos del sur del norte”.

La familia Clancy es, en Venganza, como el sexo débil del negocio. Los Delahaye siempre han adoptado una actitud dominante en las decisiones, mientras que los Clancy tienen asumido su rol de subordinados. Si se trata de resignación o de realismo no está muy claro, pero lo que sí ofrece es una metáfora reveladora de nuestras sociedades. “Fuimos pobres, y ahora que volvemos a serlo, el irlandés tiene la sensación de que regresa a su estado natural”, afirma Banville.

La televisión es la novela de hoy

En consonancia con la recesión económica, identifica la crisis propia de la novela como un “fenómeno mundial”. La culpa, para variar, es de la tele: “Creo que la televisión americana está tomando la función narrativa que tenía la novela con las serie de HBO, como Los Soprano o Mad Men”, opina Banville, “está dando una historia a largo plazo, un poco al estilo de las novelas victorianas”. Y si las series de televisión son las que van a “novelar”, ¿qué harán los escritores? Liberarse, explica el autor irlandés, tener la posibilidad de hacer cosas distintas. “Los novelistas dejarán de interesarse de lo que hacen las personas por lo que son las personas”, estima, lo que convertirá al género, desde su punto de vista”, en un medio más poético y menos narrativo”.

Banville no aprecia este cambio como algo negativo, de hecho es el camino que sigue con sus novelas. Lo de Benjamin Black es otra cosa, asegura, “ya sabe, es un mercenario”. Es más, Black nació por un guión fallido escrito para televisión que acabó siendo novela, y el autor adoptó el seudónimo para avisar a los lectores de Banville de la nueva aventura en la que se embarcaba. Tanto el autor irlandés como su alter ego van a ver en los próximos meses cómo sus novelas negras son llevadas a la pantalla de televisión por la BBC, que estrenará sus tres primeros títulos.

Una coincidencia feliz

Decía recientemente José Ovejero, ganador del Premio Alfaguara de Novela 2013, que no sabía cómo se escribe para ganar un premio, porque al escribir solo sabía pensar en él como lector. Unas palabras que, sin saber, reproduce con exactitud Banville. Los trabajos de Benjamin le agradan y le dan dinero, reconoce, pero no escribe “pensando en la audiencia”, ni cree que nadie lo haga: “Uno escribe para sí mismo”, esgrime, y luego el éxito viene dado por una “coincidencia feliz” entre lo que quiere el autor y sus lectores.

 

En su caso, dicha coincidencia ha tenido lugar no solo con el público, sino con los jurados. Hace dos años recibió el premio Franz Kafka de literatura, otorgado por la fundación checa que lleva el mismo nombre. Sería el penúltimo y décimo tercer galardón que recibía Banville. El último le ha sido comunicado precisamente en el Día Internacional del Libro, durante su estancia en Madrid, donde ha participado en la Noche de los Libros de la capital. Banville recogerá en el mes de julio el Premio Europeo de Literatura, otorgado por el Estado austriaco y dotado con 25.000 euros. Reconocido como un autor “fuera de lo convencional”, El mar (Anagrama) ya le hizo ganar el Premio Booker de 2005.

Lectores, premios y la admiración de otros escritores. Banville reconoce que no conoce en profundidad a muchos autores españoles, ya que escribe más ficción de la que lee, y además los editores del mundo anglosajón “no se arriesgan a traducir la novelística extranjera”. Sí que menciona a un escritor “muy bueno”, “aquel que me nombró duque”, bromea. Se refiere a Javier Marías, también ganador del Europeo de Literatura en 2011, y que decidió nombrar el año pasado al irlandés “Duque del Reino de Redonda”, un reconocimiento personal a sus escritores admirados. 

La novela negra no es tan azabache como la pintan. Lo realmente oscuro es la realidad del mundo que reflejan. Al menos las de Benjamin Black retratan “la vida tal y como es”, según explica su autor. Ha otorgado tanta personalidad a su seudónimo que el interlocutor no sabe si conversa con Black o con John Banville, la verdadera persona que se encuentra detrás del personaje. Tampoco ayuda el hecho de que hable de los dos en tercera persona. Para Banville, Black es un mercenario, pero escribe novelas que le gustan más que las suyas. “No porque sean malas”, aclara, sino porque los libros del irlandés Banville no alcanzan nunca la perfección que busca su creador. Ambos autores, dos en uno, se encuentran esta semana por España promocionando Venganza (Alfaguara), la última novela de Black que cuenta una historia de muertes, celos, rencillas familiares, sexo, dinero y poder en la Irlanda de 1950.