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DreamWorks y Pixar redefinen la familia del cuento infantil
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LOS ROLES DE PADRES E HIJOS CAMBIAN EN LAS GRANDES PRODUCCIONES DE ANIMACIÓN

DreamWorks y Pixar redefinen la familia del cuento infantil

"Llevamos toda la vida en esa cueva", dice al principio de Los Croods la adolescente protagonista, Eep. "Tres días no es toda la vida", le responde airadamente su

Foto: DreamWorks y Pixar redefinen la familia del cuento infantil
DreamWorks y Pixar redefinen la familia del cuento infantil

"Llevamos toda la vida en esa cueva", dice al principio de Los Croods la adolescente protagonista, Eep. "Tres días no es toda la vida", le responde airadamente su padre, con quien Eep, por supuesto, no acaba de entenderse. "Lo es con esta familia", zanja ella.

La afirmación resume con claridad el concepto que de la familia cultiva esta producción de animación, la última de DreamWorks y la primera en cambiar los términos de la relación paternofilial característica de estas producciones infantiles. En Los Croods la protagonista no es una princesa, sino una ruda cavernícola dotada físicamente que desea conocer mundo y trascender los temores de su padre, para quien cualquier novedad es una amenaza.

Como queriendo hablar de esta novedad fuera incluso de la narración, Los Croods presenta por vez primera una relación padre-hija construida en los términos que, hasta hoy, reservaba para las relaciones entre varones, fundamentalmente padre e hijo. Y lo hace construyendo un universo de animación en el que el conflicto está en la propia familia, que acaba convertida en un lastre para Eep cuando se cruza en su camino un joven y atractivo hombre de las cavernas, Guy, que la lleva a querer huir de sus padres igual que los padres de Hansel y Gretel, en el cuento clásico, renunciaban a sus hijos.

Aunque en un escenario distinto, es la misma historia que cuenta otra reciente producción de animación, Tangled, en esta ocasión firmada por Disney, en la que la princesa Rapunzel no sabe que lo es y vive enclaustrada en una torre con su madre –madrastra, en realidad–, quien llena su cabeza de miedo y de amenazas sobre el mundo exterior. El cuento, así, acaba convirtiéndose en una narración donde la fricción reside fundamentalmente en la relación entre madre e hija y en la que la protagonista solo tiene una salvación: matar –freudiana y metafóricamente– a su madre y conseguir con ello la liberación.

¿Qué fue de la familia acogedora que presentaba la animación hasta hace bien poco? ¿Ha derivado –acaso con el propio público de la animación, hoy mayor y más cercano a la adolescencia– a una familia-infierno de la que hay que el protagonista debe huir a toda costa? "Las películas son fábulas", respondió en una reciente entrevista el director ejecutivo de DreamWorks, Jeffrey Katzenberg, cuando le mentaron la carga moral de sus cintas y el rol de la familia en las mismas. "Es una lección que aprendí de Walt Disney –de quien me considero alumno hasta el día de hoy–, que en el núcleo de la película tiene que haber algo que se relacione con las pruebas y tribulaciones a las que nos enfrentamos en nuestras vidas".

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Es la explicación estándar que ya daba hace años, cuando Katzenberg trabajaba para la propia Disney. El animador abandonó la compañía en 1994 para fundar DreamWorks junto a Steven Spielberg y David Geffen, en la que sigue en posesión del cetro pese a la venta en 2005 de la compañía al conglomerado mediático Viacom, el cuarto más poderoso del mundo tras la propia The Walt Disney Company, Time Warner y News Corporation.

Cuando Katzenberg  estaba al timón de Disney la casa firmó algunas de sus producciones en las que la familia y las relaciones paternofiliales jugaban un mayor protagonismo, como La sirenita en 1989 o El rey león en 1994, en donde ya pudieron apreciarse ciertas pinceladas de esta evolución del tema familiar. Desde entonces ha continuado retomando el tema en producciones de DreamWorks como El príncipe de EgiptoShrek 2 o de DreamWorks-Viacom, como Kung Fu PandaCómo entrenar a tu dragón o Los Croods

No es el único. Disney parece también decidida a sumarse a esta lenta revolución en la presentación de la familia, en su caso a través de figuras como la reciente Merida de Brave, una princesa que perseguirá sus propios deseos rompiendo las convenciones pero a través, en esta ocasión, de la dotación física y de su habilidad para brillar en faenas masculinas. 

La aparente sintonía con la que Disney y DreamWorks parecen moverse en esta evolución no debe extrañar, pues la dirección de ambas corporaciones ha pasado y pasa con frecuencia por las mismas manos e incluso uno de los cofundadores de DreamWorks, Steven Spielberg, condecoró este verano al presidente de Disney, Bob Iger, con el Ambassador for Humanity Award, el mayor galardón que concede la USC Shoah Foundation Institute for Visual History and Education, también fundada por él. Ambos, como el propio Katzenberg, son judíos y apoyan al Partido Demócrata de Estados Unidos.

No parece que tras este cambio en los roles que juegan padres e hijos en las grandes superproducciones de nuestra época responda, claro está, a un fin oscuro y enigmático, sino a una imposición bastante natural en este tipo de productos: el ajuste a los tiempos, único garante, a su vez, del acierto con el público y de la demanda en taquilla. Así, solo el tiempo dirá si estamos ante un giro que impone la moda y si los guionistas del Hollywood animado volverán a la familia tradicional, con sus princesas rebeldes y sus afición a las historias con huérfanos, aunque de momento podemos estar seguro de algo: la familia cambia en el modelo de animación y a los niños, público principal de este género, parece gustarles. Quizá las princesas, en el fondo, hayan muerto ya para siempre.

"Llevamos toda la vida en esa cueva", dice al principio de Los Croods la adolescente protagonista, Eep. "Tres días no es toda la vida", le responde airadamente su padre, con quien Eep, por supuesto, no acaba de entenderse. "Lo es con esta familia", zanja ella.