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"España necesita un lobby cultural"
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EL PERIODISTA E HISTORIADOR WILL GOMPERTZ PASA REVISTA A LOS ÚLTIMOS 150 AÑOS DE ARTE

"España necesita un lobby cultural"

Algo se rompió en la comunicación entre el público y el arte contemporáneo con la irrupción de los impresionistas hace 150 años. Un siglo y medio

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"España necesita un lobby cultural"

Algo se rompió en la comunicación entre el público y el arte contemporáneo con la irrupción de los impresionistas hace 150 años. Un siglo y medio más tarde el espectador les comprende, les admira y alaba a aquellos rebeldes que pusieron patas arriba el rumbo del arte oficial y académico. Pero el muro sigue ahí y nadie lo derriba para dejar ver sin restricciones ni prejuicios el arte contemporáneo.

Will Gompertz (Reino Unido, 1965) es uno de esos agentes empeñados en echarlo abajo. Ha estudiado técnicas del ‘stand-up comedy’ y montado un espectáculo titulado Double Art History, en el Festival de Fringe de Edimburgo, para hacer del conocimiento del arte de nuestros días algo común y corriente. Gompertz es el editor de arte y música de la BBC desde hace cuatro años, pero antes fue el director del área Tate Media de la Tate Modern de Londres, y escribió para The Guardian y Times.

Un granado recorrido como presentador y periodista que culmina ahora con el libro ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar los ojos (Taurus), en el que su empeño es alejar la presencia de los artistas de las creencias míticas y de la divinidad, y convertirlos en carne humana como reclamo.

El resultado es un libro endiablado que huye de las interrupciones retóricas, donde retrata a los artistas en su intimidad, en sus relaciones y descubre sus complicidades, sus complicaciones y sus tensiones: “El Greco y Van Gogh compartían diversas pasiones que iban más allá del arte: ambos eran profundamente religiosos y despreciaban el materialismo del mundo en que les había tocado vivir”.

Los caraduras del arte

Y no tiene remilgos a la hora de desmentir la carrera meteórica de algunas de las estrellas que abren los periódicos con alguna de sus ocurrencias. ¿Un ejemplo? Dibuja a Jeff Koons poco menos que como un caradura: “Es un artista que trabajó como bróker para financiar los primeros pasos de su carrera, se casó con una estrella del cine porno y abrió un estudio parecido a la Factory de Warhol en el que legiones de asistentes esculpen y pintan siguiendo sus indicaciones mientras él supervisa las obras”. 

Sobre el olfato comercial de Takashi Murakami tampoco se anda por las ramas al señalarle como “el rey del ‘kitsch’. “Es un artista empresario de los pies a la cabeza: aprovecha las oportunidades comerciales y maneja su imperio mundial como un exitoso licenciado de una escuela de negocios”.

Quizá esa complicidad entre arte y espectador no vuelva a soldarse nunca más. Incluso sir Nicholas Serota, el internacionalmente respetado jefe del imperio de la Tate Gallery del Reino Unido, se encuentra de vez en cuando en ese estado de confusión. Will Gompertz reconoce que Serota le dijo una vez que se sentía un tanto «amedrentado» cada vez que entraba en el estudio de un artista y veía por primera vez una obra nueva. «A veces no sé qué decir. Intimida».

Lo más importante de este libro, en realidad, no es el recorrido por los últimos 150 años de historia del arte, sino el ansia por encontrar una manera de divulgar 150 años de historia del arte. “Mi intención no es decir a la gente qué es lo que le tiene que gustar o no. Quiero ofrecerle las herramientas para que tengan su propia interpretación”, explica el autor a este periódico. La cadena de transmisión de conocimiento que propone se basa en el conocimiento más que en la intuición, porque cree que todo arte es un ser humano intentando comunicarse con otro ser humano, así que cuanto mejor comprenda el idioma que habla el artista, “más clara oirás esa voz”.

Complicar lo sencillo

Entonces, ¿quién complica esa traducción? “Nosotros. Los comisarios, los museos, los que hacen que el arte suene mucho más complicado de lo que es en realidad. Y lo hacen con la intención de impresionar a sus semejantes, no de dar a conocer al público”.

No podríamos calificar este libro como ensayo, porque mataríamos la intención de hacerlo popular. Es más una guía –accesible y amable-, un relato sobre la reconstrucción de los hechos que han llevado el arte hasta nuestros días, siempre con el objetivo de preguntarse qué es lo que se mira y cómo interpretarlo. “¿Qué estás mirando?” no pertenece al mundo de los conservadores. Gompertz entiende la historia del arte sin cotos privados.

Tiene muchas razones para criticar a los museos, aunque los defienda. Dice que en ellos los artistas tienen un papel que es único en nuestra sociedad, porque en ellos les permitimos decir cosas que nunca oiríamos. “El museo introduce en la arena pública nuevas ideas y opiniones –explica-, el problema es que los directores y comisarios de estos museos tienen muchísimo poder y son siempre partidarios de las ideas de izquierdas y nunca de las de derechas. Alguien que quiera ideas de derechas no va a tener voz y eso, nos guste o no, no es bueno”.

Artistas políticos

Los artistas en los que se fija Gompertz han reescrito por completo el libro de las normas que regulan la relación entre el arte y la vida. La admiración y devoción por los descubrimientos, por el atrevimiento. En vivo reconoce su frustración ante la ausencia de artistas contra el dogma liberal: “Hoy no hay nadie que esté retándolo. Se nos ha dicho que sólo hay una manera de vivir: bajo la democracia capitalista y no veo artistas que nos enseñen otra manera de estar en el mundo”.

¿Ninguno? “Bueno, Ai Weiwei sí. Él es una excepción porque es un ejemplo del poder que tiene el arte. Pero la mayoría de los artistas del mundo capitalista venden sus obras a los bancos, por eso no los critican”. También salva a los artistas callejeros.  Y manda a la hoguera a Damien Hirst sin pensárselo dos veces: “No podemos comparar a Cezanne con Hirst. Cezanne es el mayor artista que hemos tenido nunca. Hirst, no. Ha hecho algunas obras importantes, pero ni de lejos está en la misma liga que Cezanne. Por eso hay menos que escribir sobre Hirst, porque la mayoría de sus ideas son un replanteamiento de ideas de otros, como Duchamp. Las ideas de Cezanne fueron completamente nuevas y cambiaron el mundo. Cuando escribo de Hirst o de Koons escribo lo que de ellos considero más importante, es decir, el arte como bien de consumo. Nuestra generación se merece a Hirst y Koons, artistas obsesionados con el dinero, el mercado y la fama”.

La conversación con Gompertz termina donde empiezan todas las preocupaciones de los españoles, en las consecuencias de la crisis. Dice que la única manera de salir de los problemas es ir hacia adelante, como nos han mostrado siempre los artistas. “Pero los países que se retraen en sí mismos se convierten en países timoratos y fallan. ¡España tiene que confiar en sí misma! España es un país donde los artistas y sus ideas cambiaron el mundo”.

El poder de la cultura

Más madera, es la guerra. El editor inglés no templa su discurso ni un momento. No se molesta en rebajar su tono. “Alguien tendrá que organizar un lobby cultural en España. España necesita un lobby cultural”. Alguien que describe este país como fuente de riqueza cultural no entiende cómo no hay una organización entre las celebridades, los directores de los museos, los artistas, etc. como ha ocurrido en su país. Reconoce que allí tienen mucho poder porque, entre otras cosas, la prensa les atiende mucho y han forzado los incentivos fiscales, a pesar de los recortes.

El pasado año el gobierno inglés trató de cambiar los impuestos por dación y el lobby se movilizó para parar la idea. Y no se hizo. Aquí en España, la dación en pago en estos momentos es una prohibición tácita impuesta por Hacienda. Pero las instituciones de arte en el Reino Unido tienen un arma mucho más poderosa: “Una relación muy estrecha con el público y estos se sienten muy vinculados a sus instituciones. Por eso han aumentado su poder para negociar con el Gobierno”.     

Por supuesto que tiene fórmulas para salir del lodazal: “Si estuviera en el Gobierno invertiría en museos y animaría a los ciudadanos. Haría que los museos en España fueran gratis. Todos. ¿Hay algo mejor en el mundo que El Prado? Los museos son fuente de inspiración y la cultura un motor de la economía”. Gompertz es un provocador. Conoce la desidia que muestra el Gobierno por la cultura y las industrias culturales. Lamentablemente, a su paso por España, sólo tiene citas con periodistas a quienes explicar estas cosas. 

Algo se rompió en la comunicación entre el público y el arte contemporáneo con la irrupción de los impresionistas hace 150 años. Un siglo y medio más tarde el espectador les comprende, les admira y alaba a aquellos rebeldes que pusieron patas arriba el rumbo del arte oficial y académico. Pero el muro sigue ahí y nadie lo derriba para dejar ver sin restricciones ni prejuicios el arte contemporáneo.