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Paul Klee, un maestro fuera de la escuela
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LA FUNDACIÓN JUAN MARCH REVISA LA TRAYECTORIA CREATIVA DEL PINTOR INCLASIFICABLE

Paul Klee, un maestro fuera de la escuela

“Habría que dar clase en días festivos, fuera del edificio escolar. Fuera, bajo los árboles, entre animales, junto a los ríos. O en lo alto de

“Habría que dar clase en días festivos, fuera del edificio escolar. Fuera, bajo los árboles, entre animales, junto a los ríos. O en lo alto de montañas en el mar. Habría que plantear tareas como, por ejemplo, la construcción lógica del misterio. La escuela está viva, ¡viva la escuela!”. Con esta sentencia esperanzadora en medio de la hecatombe educativa española, la exposición Paul Klee: maestro de la Bauhaus cierra un recorrido que descubre la figura de un pintor que unió intuición e investigación.

El legado pedagógico es el sotto voce de esta soberbia exposición que la Fundación Juan March ha levantado gracias a la colaboración con el Zentrum Paul Klee y de varios museos y colecciones de Suiza, Alemania, Francia, Estados Unidos y España. La mención a los préstamos es imprescindible para valorar la importancia de las 137 obras del artista suizo (1879-1940), que se presentan como una retrospectiva “con algo más”. El aporte nutritivo de la exposición es el vínculo que se establece entre el inmenso corpus teórico (casi 4.000 páginas anotadas), que como maestro de la Bauhaus de Weimar hizo entre 1921 y 1931, y el no menos ingente catálogo razonado de obra (que se acerca a las 5.000 piezas). 

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Como explica Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación, hay un eco recíproco entre las pinturas, acuarelas y dibujos realizados entre 1899 y 1940 y sus anotaciones que forman parte de la “Teoría de la configuración pictórica”. “Es un microcosmos creado por Klee, un organismo donde todo es causa y efecto a la vez”, sintetiza Fontán. La muestra se divide en cinco ámbitos: color, ritmo, naturaleza, construcción y movimiento, y el legado pedagógico comienza a mitad de recorrido, y es inevitable relacionarlo con un espíritu renacentista como el de Leonardo da Vinci. De hecho, entre los objetos personales que se aportan figura un ejemplar del Tratado de la pintura del autor de La Gioconda. La exposición cierra, con la edición de sus manuscritos, el proyecto de investigación estructural más relevante de las últimas décadas sobre la obra del artista.    

Contra la repetición

El recorrido descubre –a pesar de que en España ya se han podido ver 7 muestras más desde 1981- a un pintor poliédrico, inagotable, imaginativo y empecinado en no repetirse. Una fuente interminable de recursos y técnicas, de formas y colores. Un pintor en movimiento constante: “Lo formado es transformado de inmediato, y, si queremos llegar a tener hasta cierto punto una idea viva de la naturaleza, debemos mantenernos nosotros mismos igual de móviles y dúctiles, siguiendo el ejemplo con que ella nos precede”, puede leerse en uno de los subrayados que Klee hace a un texto de Goethe decisivo, La naturaleza. Aforístico, y adopta como propio el pensamiento.

Klee se ocupó desde su infancia del retrato de la naturaleza. Al inicio pueden contemplarse un par de cuadernos de apuntes con vistas de paisajes realistas y minuciosos, demostrando su destreza en el detalle. Pero simplifica sus recursos naturalistas y logra superar la imitación literal de la naturaleza: “¡Reducción! Uno quiere decir más que la naturaleza y comete el imposible error de querer decirlo con más medios que ella en vez de con menos”, escribe en 1980 el maestro de la síntesis.

El color, sus variaciones y sus texturas, es una materia intuitiva, a veces se yuxtapone, otras se respeta en el contraste, pero siempre se presenta en armonía cromática. “El color me posee. No tengo que tratar de capturarlo. Me posee por siempre, lo sé. Ese es el sentido de la hora dichosa: yo y el color somos uno soy pintor”. La relación indisoluble se hace evidente en las acuarelas que hace durante su estancia en la Bauhaus. Resultaron decisivos sus ensayos a partir del blanco y negro. Pinta de negro un cristal y graba un dibujo con una aguja; observa los motivos y agudiza su mirada en las relaciones entre claro y oscuro.  

La polifonía pictórica y el ritmo estructural de sus composiciones no tendrían sentido sin el color, encargado de la organización de los planos pictóricos. Habitualmente, suele relacionarse su sentido rítmico con su maestría como violinista y la repetición de elementos pictóricos concretos y la subdivisión regular del plano. Todos los tópicos de la pintura abstracta quedan desmontados con el acento que se ha puesto sobre estos cinco términos. El resultado es una apasionada visión de un espíritu desbordante.

“Habría que dar clase en días festivos, fuera del edificio escolar. Fuera, bajo los árboles, entre animales, junto a los ríos. O en lo alto de montañas en el mar. Habría que plantear tareas como, por ejemplo, la construcción lógica del misterio. La escuela está viva, ¡viva la escuela!”. Con esta sentencia esperanzadora en medio de la hecatombe educativa española, la exposición Paul Klee: maestro de la Bauhaus cierra un recorrido que descubre la figura de un pintor que unió intuición e investigación.