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La última intentona de Sylvester Stallone
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RECUPERA EL PAPEL DE DURO EN 'UNA BALA EN LA CABEZA'

La última intentona de Sylvester Stallone

Un tipo atormentado por su pasado que presencia el asesinato de su compañero, un crescendo consecuente de peleas, tiros y explosiones para vengarlo, un clímax que

Foto: La última intentona de Sylvester Stallone
La última intentona de Sylvester Stallone

Un tipo atormentado por su pasado que presencia el asesinato de su compañero, un crescendo consecuente de peleas, tiros y explosiones para vengarlo, un clímax que llega cuando los malos raptan a la atractiva hija del tipo... Los amantes de la acción como manda la vieja escuela no encontrarán nada nuevo en Una bala en la cabeza, la cinta que se estrena este viernes con Sylvester Stallone como protagonista, pero en eso reside el encanto. Con la vieja guardia del género retirada y la fórmula poco menos que extinta, Stallone ha decidido sorprender a propios y extraños, ponerse de nuevo el traje de duro y recuperar los músculos –hasta aparece repartiendo golpes sin camiseta a sus 67 años– para interpretar a su enésimo héroe de acción. Sin parodias, sin guiños y sin homenajes. Lo suyo va completamente en serio. 

Al menos, todo lo serio que puede interpretando a un protagonista llamado Jimmy Bobo. En Una bala en la cabeza, adaptación muy libre de Du Plomb Dans La Tete –una novela gráfica de Alexis Nolent–, Stallone da vida a un sicario de Nueva Orleans que sufre el ataque inesperado de otro asesino a sueldo –Keegan, interpretado por Jason Momoa– y que se salda con la muerte de su compañero. Para vengarse, Bobo se verá obligado a colaborar con Taylor Kwon –Sung Kan–, un detective joven y en principio remilgado que, por supuesto, se revela pronto como un imparable luchador de artes marciales.

Por el camino muchas persecuciones, chistes constantes al borde mismo de la muerte y un par de concesiones –solo un par– a los actuales derroteros del género de acción: una en la realización, con la deceleración lírica del metraje en según qué explosiones y vuelos por los aires para provocar el retrato manierista de la acción, como se hace hoy día; y la otra en el uso de las armas blancas –en particular el de hachas en el duelo entre Stallone y Momoa–, que permiten al legendario actor una vía de expresión marcial más allá de los puñetazos y los tiros tan propios de su tiempo. Eso, la banda sonora y los chistes sobre la edad del protagonista son los únicos elementos que permitirían a un espectador atemporal saber que esta película se rodó en 2012 y no en los años ochenta.

Y es que la reciente filmografía de Stallone habla por sí misma. Su anterior película, Los Mercenarios II, es la secuela de una historia que mezcla a las viejas glorias de la acción bélica y policíaca –el propio Stallone, Jean Claude Van Damme, Chuck Norris o Dolph Lundgren– con algunos de sus relevos cinematográficos –como Liam Hemsworth o Jason Statham–. La siguiente –The Tomb, que se estrenará en España en 2014– propone otro combo de músculos, dureza y nostalgia, acompañado Stallone ahora por Arnold Schwarzenegger. Una bala en la cabeza, ejercicio purista de acción ochentera, se convierte así en un interludio serio en la última filmografía de Stallone, sumida en la agonía con la que el género hoy se parodia y homenajea a sí mismo, seguramente antes de sellar su final definitivo.

Un regreso constante

¿Se veía venir? Ejemplos de reciclaje como Bruce Willis podrían hacernos pensar que no, pero lo cierto es que la única vez que Stallone apostó por apearse de sí mismo –algo, tampoco mucho– fue cuando se sumó a la fiebre de comedias con héroes de acción de principios de los 90, sellando con ¡Alto, o mi madre dispara! –1992– un intento de desencasillamiento similar –en intenciones y en éxito– al que acometió Schwarzenegger dos años antes, en su caso con Poli de guardería.

Después de eso su carrera mermó como el propio gusto del público por el tipo de acción que representa, primaria y desacomplejada, inclinado hoy más a las historias de espías, de intrigas políticas o con coches, y Stallone ya nunca fue lo que era. Lo intentó, algunos dirían que incluso desesperadamente, escribiendo, dirigiendo y protagonizando él mismo la sexta entrega de Rocky en 2006 y reviviendo en 2008 a otro de sus grandes personajes, Rambo, en John Rambo, regreso al infierno. Ninguna de las dos reediciones cosechó éxito y se reseñaron, una vez más, más como el regreso de Sylvester Stallone a eso o a aquello que como una película con algún valor en sí misma.

Y no es el único obsesionado con volver. El de Una bala en la cabeza es también el enésimo intento de su director, Walter Hill, por revivir un género o una franquicia. El polifacético director, guionista y productor ha estado involucrado de una u otra manera en algunos de los regresos más sonados de los últimos tiempos, normalmente tratados todos desde la óptica de la acción y, para qué engañarnos, sin dejar a la crítica pasmada de fascinación ni romper precisamente la taquilla.

Hill fue uno de los productores de Prometheus –2012–, el esperado regreso de Ridley Scott a la franquicia Alien, y de hecho ha dirigido todas las películas que se han hecho acerca de la criatura sin importarle su acabado, desde la legendaria cinta original y sus continuaciones en los 80 a intentonas como Alien Resurrection –1997– y experimentos tan irregulares como Alien vs. Predator –2004– y Alien vs. Predator: Requiem –2007–.

Hill también dirigió en 2006 Broken Trail, una miniserie western para televisión con Robert Duvall en el protagonista y la malograda Supernova en el año 2000, en la que decidió aparecer en los créditos como Alan Smithee, el legendario pseudónimo de Hollywood con el que tantos directores descontentos se han desentendido de sus propias películas.

Un tipo atormentado por su pasado que presencia el asesinato de su compañero, un crescendo consecuente de peleas, tiros y explosiones para vengarlo, un clímax que llega cuando los malos raptan a la atractiva hija del tipo... Los amantes de la acción como manda la vieja escuela no encontrarán nada nuevo en Una bala en la cabeza, la cinta que se estrena este viernes con Sylvester Stallone como protagonista, pero en eso reside el encanto. Con la vieja guardia del género retirada y la fórmula poco menos que extinta, Stallone ha decidido sorprender a propios y extraños, ponerse de nuevo el traje de duro y recuperar los músculos –hasta aparece repartiendo golpes sin camiseta a sus 67 años– para interpretar a su enésimo héroe de acción. Sin parodias, sin guiños y sin homenajes. Lo suyo va completamente en serio.