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“No hay nada que tenga peor reputación que la lentitud”
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ENTREVISTA CON IMMA MONSÓ, AUTORA DE ‘LA MUJER VELOZ’

“No hay nada que tenga peor reputación que la lentitud”

“En estos momentos es impensable que encuentre un segundo libre, cada segundo está asignado a alguna actividad”. De esta manera se define a Agnès Bach, protagonista

Foto: “No hay nada que tenga peor reputación que la lentitud”
“No hay nada que tenga peor reputación que la lentitud”

“En estos momentos es impensable que encuentre un segundo libre, cada segundo está asignado a alguna actividad”. De esta manera se define a Agnès Bach, protagonista de la última novela de Imma Monsó, en las primeras páginas de La mujer veloz (La dona veloç, Planeta), ganadora del Premio Ramón Llull. “Muchos lectores me han dicho que se sienten identificados con todos sus detalles maniacos, que mucho solemos cometer y de los que no nos damos cuenta en muchas ocasiones si no nos paramos a analizarlos. Pero para eso están las novelas, para darnos cuenta de ello y recapacitar”, señala Monsó en una entrevista exclusiva con El Confidencial.

La anticipación de nuestro tiempo es propiamente femeninaLa protagonista, una psiquiatra de cuarenta y ocho años dedicada a la escritura, divide su vida en dos categorías estancas: las “cosas que me quitan tiempo” y “cosas que hay que hacer”. Entras unas y otras, no le queda tiempo para las cosas que realmente desearía hacer. Agnès es una persona que posee la dudosa habilidad de ser capaz de averiguar instantáneamente cómo ahorrar el máximo tiempo posible en cada actividad, un mal que a gran parte de la población le resulta familiar. “Aunque se trata de la propia naturaleza del personaje, la velocidad de los tiempos que nos ha tocado vivir alimenta su prisa constante”, recuerda la autora sobre su protagonista multitarea.

Viviendo contrarreloj

“El tema del tiempo que vuela ha sido tan discutido que ya casi es un tópico. Los estímulos que nos rodean nos bombardean continuamente y el ciberespacio ha provocado que las cosas sean incluso peores”, recuerda la autora. “Hay pensadores que han hablado de la modernidad líquida, cuyo curso no puede frenarse: una vez que nos hemos adaptado a algo esto ya ha cambiado y nos vemos obligados a adaptarnos de nuevo”, señala haciéndose eco de lo que castiga a los personajes de su novela, que es intentar vivir un segundo por delante del reloj.

“Hay un concepto que escuché el otro día y que se adapta bien a lo que le ocurre a la protagonista de la novela, que es el tiempo puntillista de Zygmunt Bauman. Decía que nos vemos agobiados por un estallido de puntos temporales que explotan ante nosotros y que no tienen una profundidad. Antes el tiempo era cíclico y lineal. Ahora, decía Bauman, se parecería más a un cementerio de oportunidades perdidas. Que es precisamente lo que le ocurre a la protagonista, que pierde continuamente la oportunidad de pararse a mirar, escuchar a alguien, reflexionar sobre su vida…”, resume Imma Monsó.

Antes si querías algo tenías que esperar, ahora no tienes más que coger el teléfono y lo obtienes en tiempo realEl placer de los días

Agnès es, como resulta habitual en los personajes de Monsó, una mujer de mediana edad y al mismo tiempo, una figura que encarna esas contradicciones de los tiempos modernos. “Se ha dicho que la naturaleza femenina es anticipatoria por naturaleza, porque por lo general ha sido siempre la que organizaba las cosas”, señala la novelista. “Esa anticipación es propia de nuestro tiempo. No hay más que ver que en las empresas se dicen constantemente expresiones como ‘ir por delante del calendario’, como si fuese algo positivo, o esa otra frase tan común que es ‘querer algo para ayer’. Cuando estamos solicitados por tantos estímulos y un tiempo tan acuciante nuestro cerebro debe responder en consonancia”.

¿Pero somos esclavos de tal estado de las cosas, o como Agnès, podemos pretender darle la vuelta a las manecillas del reloj? “Quizá si se produjera un tipo de situación que nos permitiera detenernos un poco más, lo conseguiríamos”, responde Monsó. “Pero ahora, tanto niños como adultos estamos habituados a cumplir al momento nuestros deseos. Antes si querías algo tenías que esperar, ahora no tienes más que coger el teléfono o el correo electrónico y lo obtienes en tiempo real, un concepto que, si te paras a pensarlo, es brutal. Una vez acostumbrados a esto no sé si se puede volver a determinados ritmos”.

La vida del escritor

Este proceso parece contradecir las necesidades de un escritor, que en principio estarían más ligadas con la contemplación y la reflexión. ¿Qué puede hacer la literatura ante tal panorama? “Tanto la escritura como la lectura son un antídoto a este tipo de ritmo, porque consigues a través de ella un pedazo de eternidad, un momento en el que abandonas el tiempo que se echa encima. A no ser que como Agnès estés más pendiente de las páginas que le quedan para terminar el libro que de la novela en sí”, señala la escritora.

Siempre ha habido una especie de barrera extraña para que se lea más literatura catalanaJunto a Agnès circula una larga galería de personajes formada por sus “padres” (el que llama “real” y el biológico), su amante, su amiga Anna y los recuerdos de su madre, una figura antitética a la protagonista en su placidez y de la que se dice que mantiene una sonrisa a ratos lúcida, a ratos boba. ¿Despreciamos todo aquello que no compartimos? “Seguramente deberíamos reivindicar estas virtudes, como la comprensión o el conformismo, que se menosprecian. Hay una cierta intolerancia hacia la lentitud, no hay nada que tenga menos prestigio hoy en día, a pesar que nos pueda proporcionar cosas que la velocidad no puede conseguir”.

Vivir escribiendo

“No me ha costado mucho meterme dentro de este personaje, porque yo también llevaba un tiempo con un ritmo muy acelerado de vida. Cuando creo un personaje, y tengo que escribir desde dentro de él, termino adquiriendo sus vicios”. ¿Pero se siente identificada con su protagonista, o es simplemente la constatación de un mal que nos atañe a todos? “Hago todo lo posible por experimentar las sensaciones del personaje, por lo que si la novela no es autobiográfica, termina siéndolo”, recuerda la autora. “Como en todas las novelas que hablan de la vida, de la muerte o de la familia hay experiencias autobiográficas. Aunque esta en concreto no lo sea en el mismo grado que en Un hombre de palabra (Alfaguara), que partía de una experiencia más personal”, refiriéndose al libro en el que trataba el tema del fallecimiento de su marido.

La entrevista coincide con la muerte de Emili Teixidor (Pa negre, L’ocell de foc), que Monsó define como “una persona estupenda” y que fue uno de los valedores de la narrativa en catalán durante las últimas décadas, una línea que la autora ha prolongado. “Como sabes, siempre ha habido una especie de barrera extraña para que se lea más literatura catalana. No me puedo quejar ya que mi primer libro fue traducido al cabo de tres meses por Tusquets y se llevó el Premio Tigre Juan a la mejor primera novela, lo que me hizo mucha ilusión. Ello me ha permitido tener una cierta repercusión y una base de admiradores fieles que se acercan a mi obra no porque trate tal o cual temática, sino por escuchar mi voz y acercarse a mi estilo”.

“En estos momentos es impensable que encuentre un segundo libre, cada segundo está asignado a alguna actividad”. De esta manera se define a Agnès Bach, protagonista de la última novela de Imma Monsó, en las primeras páginas de La mujer veloz (La dona veloç, Planeta), ganadora del Premio Ramón Llull. “Muchos lectores me han dicho que se sienten identificados con todos sus detalles maniacos, que mucho solemos cometer y de los que no nos damos cuenta en muchas ocasiones si no nos paramos a analizarlos. Pero para eso están las novelas, para darnos cuenta de ello y recapacitar”, señala Monsó en una entrevista exclusiva con El Confidencial.