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La tradición y su reverso
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La tradición y su reverso

Aunque el año no haya hecho más que empezar, podemos afirmar ya que nos encontramos ante una de las obras literarias más llamativas de 2009. Y

Aunque el año no haya hecho más que empezar, podemos afirmar ya que nos encontramos ante una de las obras literarias más llamativas de 2009. Y es que estamos ante un libro grande en todos los aspectos, desde su extensión hasta la expectación que ha generado pasando por la reputación del autor y por las alabanzas recibidas: se le han encontrado semejanzas con En busca del tiempo perdido, de Proust o con Vida y destino, de Vasili Grossman. Ciertamente, el texto de Ford Madox Ford no es ninguna de ellas, y haríamos mal en situarla, ante el cúmulo de reseñas positivas, en un lugar similar al que la historia ha reservado a las obras de Proust o Joyce, pero también hay que reconocer que el texto no defrauda la expectación levantada, al menos en gran parte de la novela. Fundamentalmente porque estamos ante una de esas obras que son más que ellas mismas, que partiendo del dibujo de unos personajes logran reflejar el modo de pensar de una época, que condensan en las contradicciones privadas de sus protagonistas aquéllas de su tiempo.

 

Así, la relación de permanente hostilidad en que vive el matrimonio formado por Sylvia y Christopher Tietjens contiene también la tensión entre las dos tendencias reinantes en la aristocracia (y en la alta burguesía) de los años anteriores a la primera guerra mundial, y que vivirían su apogeo en el periodo de entreguerras. El terrateniente Christopher, de ideología conservadora, proveniente de una familia tradicional y guardián de las viejas esencias ha de enfrentarse cotidianamente a la mundana Sylvia, quien desprecia las virtudes que su marido pretende representar: le gustan los placeres, desafía a la sociedad tradicional y quiere vivir de una manera mucho menos convencional. Esos dos modelos vitales se pondrán a prueba con la partida del marido a las trincheras francesas durante la primera guerra mundial, escenario que le sirve a Madox Ford para poner en pie algunas de sus páginas más brillantes, y que, al mismo tiempo, supone la máxima expresión del conflicto entre el viejo y el nuevo mundo.

El otro aspecto que hace especialmente relevante la obra reside en el aspecto técnico. Ford Madox Ford, personaje peculiar del entorno literario, militar acérrimo, amigo y colaborador de Joseph Conrad, editor de publicaciones como The English Review y The Transatlantic Review (en las que aparecieron textos de D. H. Lawrence, James Joyce  y Ernest Hemingway), asiduo de Joyce, Gertrude Stein, Ezra Pound, Jean Rhys y Henry James, fue uno de los principales nombres de ese modernismo que alteró definitivamente el rostro de la novela del siglo XX. Lo que se dejó notar en la técnica narrativa empleada en su novela más famosa, El buen soldado, cuyos aciertos fueron llevados al extremo en esta tetralogía -compuesta por las novelas Hay quien no (1924), No más desfiles (1925), Se podría estar de pie (1926) y El toque de retreta (1928)- que se edita por primera vez en español.

Por El final del desfile aparecen esos flashbacks que el autor maneja con habilidad y que llevan de la mano al lector hacia un espacio que Madox Ford ha construido para él fuera del tiempo; un peculiar sentido del humor que contrapuntea la narración; y una gran capacidad para dibujar psicológicamente a sus personajes. Y aun siendo cierto que la narración no es tan fluida como sería recomendable, y que la obra posee una relativa exigencia, también lo es que estamos ante una narración más que atractiva y que resulta especialmente útil para mostrarnos tanto los fuegos en que se forjó el siglo XX.

LO MEJOR: la ambición del autor.

LO PEOR: la narración no es siempre fluida.

Aunque el año no haya hecho más que empezar, podemos afirmar ya que nos encontramos ante una de las obras literarias más llamativas de 2009. Y es que estamos ante un libro grande en todos los aspectos, desde su extensión hasta la expectación que ha generado pasando por la reputación del autor y por las alabanzas recibidas: se le han encontrado semejanzas con En busca del tiempo perdido, de Proust o con Vida y destino, de Vasili Grossman. Ciertamente, el texto de Ford Madox Ford no es ninguna de ellas, y haríamos mal en situarla, ante el cúmulo de reseñas positivas, en un lugar similar al que la historia ha reservado a las obras de Proust o Joyce, pero también hay que reconocer que el texto no defrauda la expectación levantada, al menos en gran parte de la novela. Fundamentalmente porque estamos ante una de esas obras que son más que ellas mismas, que partiendo del dibujo de unos personajes logran reflejar el modo de pensar de una época, que condensan en las contradicciones privadas de sus protagonistas aquéllas de su tiempo.