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¿Hay una conjura capitalista para someter la escuela a la economía?
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¿Hay una conjura capitalista para someter la escuela a la economía?

Para que los sistemas educativos funcionen, deben abordarse en su integridad. El capital humano importa, pero mucho más las capacidades humanas

En España, a lo largo de decenios, se han ido configurando dos modelos educativos que se han caricaturizado mutuamente, porque así resultaba más fácil criticar al contrario. Los llamaré modelo neoliberal y modelo progresista, a sabiendas de que son denominaciones inexactas. Los progresistas acusan a los neoliberales de querer introducir en la escuela los mecanismos del mercado y convertir la educación en una mercancía.

Los neoliberales acusan a los progresistas de despreciar la excelencia y de apelar a la equidad reclamando una igualdad en los resultados, cuando solo se puede garantizar una igualdad en las oportunidades. Mientras que los neoliberales exigen que los alumnos se esfuercen, los progresistas piensan que esto es una excusa para no reconocer la decisiva influencia que las circunstancias socioeconómicas tienen en el desempeño escolar. Calidad, evaluación y esfuerzo son valores de la derecha. Equidad, atención a la diversidad, discriminación positiva, son de izquierda. Este reparto de valores es un disparate. Necesitamos desmontar los posicionamientos ideológicos si queremos alcanzar un pacto educativo fundado en la razón crítica, en las evidencias, en la claridad de los fines, y no en desfiguraciones sectarias.

Los países cambian sus sistemas educativos para tener buenos resultados en PISA. Según sus adversarios, para contentar a la OCDE

El pensamiento progresista critica el protagonismo que en el diseño de la educación mundial están teniendo los organismos económicos internacionales. Sorprende, ciertamente, el papel que ha jugado el Banco Mundial en el diseño de políticas educativas. Pidió algún procedimiento para evaluar los sistemas educativos que le permitiera adjudicar sus préstamos. En 1984, tras la conferencia de Washington, y las reuniones posteriores, los ministros de Educación elaboraron el informe 'Escuelas y calidad educativa' (1991). A partir de él se puso en marcha PISA, un sistema de evaluación cuya influencia ha sido criticada muchas veces. Se acusa al programa de producir una homogeneización educativa, un isomorfismo curricular, un abuso de los test de rendimiento y la proliferación de evaluaciones.

Además, muchos desconfían de ese modelo porque lo consideran inspirado por instituciones económicas. En 2001, la Dirección General para la Educación y Formación de la Comisión Europea, dirigida por Viviane Reding, publicó un documento en el que se sintetizaban las opiniones de los Estados miembros en cuanto a los “objetivos concretos futuros de los sistemas de educación”. Sus propuestas eran adecuar la escuela a las nuevas exigencias del modelo económico. La calidad educativa se relaciona con la noción de 'capital humano'. Esta es una noción que viene del mundo de la economía, y hace referencia a la formación para el trabajo, por lo que parecía confirmar la idea de que la función principal de la escuela es formar mano de obra eficiente. El problema surge porque los países están cambiando sus sistemas educativos para tener buenos resultados en PISA. Según sus adversarios, para contentar a la OCDE. Es decir, para satisfacer al Banco Mundial.

La escuela no es una mera preparación para la vida laboral, sino para la vida en general, para la convivencia, para la ciudadanía

¿Hay una mercantilización de la educación? Esto puede significar dos cosas. En primer lugar, la conversión de la educación en un negocio. Esto es innegable, porque la formación en general va a mover 500.000 millones de dólares anuales y muchas grandes empresas se están preparando para hacerse con el negocio. En segundo lugar, significa poner la educación al servicio del mundo económico. Este es el asunto que hoy me interesa. La economía ha abducido a la política. ¿Hará lo mismo con la educación? Las familias están angustiadas por el futuro laboral de sus hijos y desconfían de todos aquellos conocimientos a los que no vean una utilidad clara. Pero la escuela no es una mera preparación para la vida laboral, sino para la vida en general, para la convivencia, para la ciudadanía. El rechazo de las humanidades forma parte de esta manera economicista de enfocar la educación. Pero no debemos cargar las culpas sobre los organismos internacionales, sino sobre una miopía compartida, incentivada por el miedo, que empieza a olvidar que la educación básica debe preparar para vivir y no solo para trabajar.

Las capacidades humanas

Debemos contemplar la relación entre educación y economía de acuerdo con los indicadores del Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo, que aplica las ideas de Amartya Sen, premio Nobel de Economía. Para medir la prosperidad de una nación, no basta con medir el PIB. Lo más importante es ver cómo desarrolla las 'capacidades humanas' de los ciudadanos. “El concepto de 'capital humano' -escribe Sen- se concentra en el carácter de agentes ['agency'] de los seres humanos, que por medio de sus habilidades, conocimientos y esfuerzos, aumentan las posibilidades de producción, mientras que el de 'capacidades' se centra en la habilidad para llevar el tipo de vida que consideran valiosa e incrementar sus posibilidades reales de elección".

Cualquier debate sobre educación debe basarse en el concepto de 'capacidades humanas', que son las que resultan valiosas por sí mismas: la salud, el conocimiento, la imaginación, la libertad, la capacidad de resolver problemas, la convivencia justa.

En España, a lo largo de decenios, se han ido configurando dos modelos educativos que se han caricaturizado mutuamente, porque así resultaba más fácil criticar al contrario. Los llamaré modelo neoliberal y modelo progresista, a sabiendas de que son denominaciones inexactas. Los progresistas acusan a los neoliberales de querer introducir en la escuela los mecanismos del mercado y convertir la educación en una mercancía.

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