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"Humiliatrix": la nueva y rentable forma de explotar el deseo sexual masculino
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CEARA LYNCH, ¿LA EMPRENDEDORA DEL FUTURO?

"Humiliatrix": la nueva y rentable forma de explotar el deseo sexual masculino

Cada vez más hombres recurren a mujeres que ofrecen sus servicios en internet para satisfacer sus anhelos sexuales más inconfesables, entre los que se cuentan ser degradados e insultados

Foto: ¿Es eso un palo de 'selfie' o es que te alegras de verme? (Ceara Lynch)
¿Es eso un palo de 'selfie' o es que te alegras de verme? (Ceara Lynch)

La irrupción de internet ha cambiado la forma en la que hacemos negocios, nos relacionamos con nuestros clientes y distribuimos nuestros productos. Es frecuente que los medios de comunicación reflejen las historias personales de esos emprendedores que han aprovechado las ventajas de la red para hacerse un hueco, y no hace falta ser Mark Zuckerberg para disfrutar de tus quince minutos de gloria. No es tan frecuente que dichos reportajes se centren en las mujeres que hacen porno, ofrecen espectáculos en línea o venden sus productos sexuales, aunque representen un nuevo e interesante modelo de negocio.

La historia de la “humiliatrix” Ceara Lynch nos dice muchas cosas tanto de los anhelos masculinos como del mundo de la empresa moderna. Como explica en su blog, Lynch obtiene la mayor parte de sus ingresos a partir de los vídeos que sus clientes encargan. Afirma haber hecho más de mil a lo largo de toda su carrera –a razón de unos cuatro semanales–, de una duración de entre 10 y 15 minutos. Lynch obtiene un dólar por cada minuto de vídeo, así como un porcentaje de los ingresos que genera en un par de páginas de pago por visión. Otras fuentes son las subscripciones mensuales a su página web, los shows personales por webcam, las llamadas por teléfono o la venta de su ropa interior, que puede rondar unos 70 dólares por prenda. La inversión es mínima: tan sólo necesita para la producción de sus piezas una cámara, puesto que sus vídeos suelen presentar a la joven hablando a la cámara al espectador.

Lynch se dio cuenta hace 10 años que explotar el deseo masculino de ver su vida arruinada por una chica bonita puede ser muy rentable

Las cuentas salen. Como ella misma expone, la mayor parte de sus vídeos de los últimos meses han sido encargados por un tal Bo de Dubái, su cliente número uno. Desde enero, ha gastado 4.500 dólares en Lynch, y todos los vídeos solicitados tienen el mismo punto de partida: “eres mi esposa”. “No deja de sorprenderme que no se harte de dicha temática, interpretada siempre por la misma mujer, con pequeñas variaciones”, señala la actriz. Otros vídeos encargados por este fiel cliente reciben los nada equívocos títulos de “Mejor con el jefe”, “El marido de mi hermana” o su gran éxito, “Llamada sexual”, en la que finge hablar con su marido por teléfono mientras un hombre anónimo la penetra. Todos los vídeos tienen algo en común: explotar la humillación masculina o, como ella misma lo denomina, “exacerbar su inexplicable ansia por que una chica bonita arruine su vida”. Un fetiche que Lynch identificó hace 10 años como altamente rentable.

Eliminación de los mediadores entre el cliente y el productor, explotación de los deseos inconfesables de los hombres a través del anonimato y alta rentabilidad por una pequeña inversión son tres de los pilares en los que se asienta el éxito de Lynch y que, al mismo tiempo, definenel futuro del comercio. Todo empezó cuando la joven conoció a un hombre en una red social que, cuanto más ignorado era, más parecía sentirse atraído por Lynch. Esta sentía una mezcla de asco y curiosidad por las peticiones del hombre, que llegó a hacerle una oferta de 250 dólares por un bote con su orina. “¿Por qué no?”, se preguntó la joven.

Había encontrado la fundación de su empresa: vender por una gran cantidad de dinero aquello que a ella le cuesta poco o nada producir a hombres que no podrían satisfacer sus necesidades sexuales de otra manera. Desde entonces, Lynch ha entablado conversación con miles de hombres que le han explicado sus vidas y sus preferencias. La joven ha solucionado cualquier problema con su privacidad, paradójicamente, admitiendo ante todo el mundo, incluidos sus padres, cuál es la naturaleza de su trabajo. Como explica en una entrevista publicada en Salon, su padre la considera un genio de los negocios, aunque su madre prefiere no hablar del tema.

Me encuentro con muchos hombres que no quieren que les guste lo que les gusta

Ninguna de las tres parejas que ha tenido durante sus 10 años de carrera ha mostrado reservas acerca del trabajo de Lynch. Tan sólo ocasionalmente ha sentido miedo por algunos de los hombres que han intentado recabar información personal, algo que ha ocurrido un par de veces. “Para ser sincera, es un puto sueño”, reconoce en la entrevista con el medio americano. “Ha sido demasiado bueno para ser cierto”. La actriz admite sentirse fascinada por el oscuro mundo del deseo masculino, cuyas puertas se han abierto de par en par para ella, espectadora privilegiada de los deseos reales que los hombres no estándispuestos a contarle a nadie más.

Viviendo en la era del fetichismo

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? O, en otras palabras, ¿el deseo de ser humillados es intrínseco a algunos hombres, o ha sido internet lo que ha provocado la aparición de esta urgencia, de mano con el anonimato que favorece? “Creo que es bastante posible que muchos de estos fetiches límite hayan explotado a causa de internet y a tener más acceso a dicha clase de contenidos”, sugería Lynch en la entrevista con Salon. Pero, como suele ser habitual, la realidad no se puede entender simplemente como un producto de los cambios tecnológicos. Lynch insinúa que muchos hombres utilizan sus servicios como una catarsis para liberarse de todos los deseos con los que han luchado.

Muchos chicos me cuentan cómo no pueden cumplir con su pareja y prefieren masturbarse con mis vídeos

“Se supone que los hombres no deben ser sumisos, no se les permite que lo sean”, explica la actriz. “Eso significa que me encuentro con muchos hombres que no quieren que les guste lo que les gusta”. Esa es otra paradoja de esta clase de encuentros, que proporcionan culpa y placer a partes iguales, lo que a veces provoca que algunos hombres se enfaden con su partenaire virtual al considerar que se está aprovechando de sus debilidades. En algunos casos, estos hombres pueden llegar a coquetear con la adicción, gastando grandes sumas de dinero. “Algunos chicos parecen compulsivos y no tienen control”, explica. “Otros me cuentan cómo no pueden cumplir con su pareja y prefieren masturbarse con mis vídeos”.

Si miles de hombres han dado el paso más complicado y han gastado su dinero para ser humillados por Ceara Lynch, cabe pensar que millones de varones en todo el planeta disfrutan de situaciones semejantes, que ponen a prueba los habituales roles masculino y femenino. Lynch ve el futuro con optimismo, como explica en una entrevista con Fixe Fetish: “Creo que el éxito del movimiento de los derechos homosexuales forzará que la gente se dé cuenta de que lo que los adultos mayores de edad hacen en su dormitorio importa tanto como quiénes sean”. Y, además, es una buena forma de abrir nuevas vías de negocio.

La irrupción de internet ha cambiado la forma en la que hacemos negocios, nos relacionamos con nuestros clientes y distribuimos nuestros productos. Es frecuente que los medios de comunicación reflejen las historias personales de esos emprendedores que han aprovechado las ventajas de la red para hacerse un hueco, y no hace falta ser Mark Zuckerberg para disfrutar de tus quince minutos de gloria. No es tan frecuente que dichos reportajes se centren en las mujeres que hacen porno, ofrecen espectáculos en línea o venden sus productos sexuales, aunque representen un nuevo e interesante modelo de negocio.

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