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Sexo, orgías y mucho dinero: Cincuenta sombras de Grey, pero de verdad, en la City
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Cuando la depravación no es ficción

Sexo, orgías y mucho dinero: Cincuenta sombras de Grey, pero de verdad, en la City

Lily Temperley cuenta en primera persona cómo fue su relación como amante de un importante directivo de banca. Sexo y depravación entre lujo y glamour

Foto: Patrick la sometía a agresivas y dominadoras prácticas sexuales. (corbis)
Patrick la sometía a agresivas y dominadoras prácticas sexuales. (corbis)

La famosa trilogía de E. L. James Cincuenta Sombras de Grey (Grijalbo) continua dando que hablar. En este caso no porque nadie haya acabado en urgencias por recrear malamente alguna de las prácticas sexuales propuestas en las novelas (digamos que no han sido pocos los casos), ni porque vaya a estrenarse en breve la película y Dakota Johnson haya comentado que ha prohibido a su señora madre Melanie Griffith verla –para qué dejar algunas cosas en el entorno familiar pudiendo contarlo todo, habrán pensado–. No. En este caso la noticia es que la historia se repite pero ahora no es ficción.

Al menos así lo cuenta Lily Temperley en su recién publicado Sexo, mentiras y banca (Clink Street Publishing). Un libro en el que cuenta cómo comenzó a tener una relación con un hombre rico y poderoso y el lado oscuro de control y poder psíquico y físico que éste tuvo sobre ella. Todo un derroche más que de amor de lujos, acompañado de sexo inusual y bacanales. Pero lo cuenta en primera persona.

Posiblemente animada por el éxito de la saga de bestsellers de James, considerado uno de los mejores libros de ficción de Reino Unido y con más de 20 millones de copias en todo el mundo, Temperley hace pública una historia real que sólo se diferencia de la de Anastasia en que su Grey además estaba casado.

Como suele decirse, la realidad supera la ficción y aunque la infidelidades están a la orden del día, habría que vérselas en una situación en la que el hombre que te ha conquistado a base de regalos caros y viajes resulta ser un depravado sexual. Probablemente para la próxima vez Lily opte por seguir vistiendo de Primark e ir de escapaditas al pueblo.

Hombre con dinero busca

Temperley trabajaba como gestora de finanzas en uno de los bancos más importantes de Londres. Tenía contacto con los grandes magnates de la compañía y a menudo acudía a fiestas en las que, como cuenta en el libro, podían llegar a gastarse 40.000 libras –unos 50.400 euros– en una comida para seis personas. Dinero, champán y mujeres eran las tres grandes tónicas de los eventos.

“Las infidelidades eran de lo más corrientes”, comenta la autora en una entrevista en el Daily Mail, “lo que no sé es si las esposas lo sabían o eran felizmente ignorantes”. Cuenta que era normal ver cómo los hombres de negocios se quitaban sus anillos de casados cuando entraban en los bares y cómo se aseguraban buena compañía femenina a base de talonario.

Conoció a su Grey, al que ha puesto el nombre ficticio de Patrick Harrington para preservar su intimidad –y, suponemos, no meterse en un buen jari–, en una de estas fiestas. Pero aunque ella nunca imaginó que sería una de esas mujeres fácilmente compradas con regalos caros e invitaciones a viajes, él terminó por conquistarla.

Pronto, Lily estaba yendo con él a innumerables fiestas de cinco estrellas, de un fin de semana de compras Bergdorf Goodman en Nueva York o de escapadas a la Toscana, París o el Caribe. El problema es que nunca fue una amante pasajera, su relación se hizo más intensa hasta convertirse en la obsesión de él.

Control en la ropa y en la cama

Jugar a ser Julia Roberts en Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) le costaría caro. De llevarla de compras a las tiendas más exclusivas de cualquier ciudad y obsequiarla con carísimos vestidos de Dolce & Gabbana o Prada a controlar por completo su apariencia tardó poco. El lujo enmascaraba el lado siniestro de su amante.

Patrick dictaba como tenía que ir vestida, el corte de pelo e incluso el esmalte de uñas que Lily debía llevar. “Una vez fui al salón de belleza en el trabajo y volví con una manicura francesa y él me dijo: 'Te dije que en rojo' y tuve que cambiármelas”, cuenta Temperley.

Comenzó a darse cuenta de que sólo hacía todas esas cosas para marcar que era él quien tenía el control de la situación y ella debía acatar sus normas a todos los niveles: también controlaba las prácticas sexuales y sus juegos y fantasías eran cada vez más sórdidos.

Amante de amantes

Además de las agresivas y dominadoras prácticas sexuales a las que Patrick la sometía, la pareja acudía a menudo a lugares de intercambio de parejas y participaban en las mismas orgías que otros de los hombres del círculo de poderosos al que él pertenecía.

“No me sorprendería que él también hubiese estado durmiendo con otras personas de la empresa mientras estábamos juntos y hasta con prostitutas”, comenta la protagonista de esta historia quien, después de todo, era consciente de la fama de mujeriego de su amante.

Cuando, finalmente, Lily quiso abandonar aquel romance no le resultó tan sencillo como esperaba. Pese a que ella no era la única en sus escarceos sexuales “Patrick se negaba a aceptar que la relación había terminado”.

Lily tuvo que renunciar a su trabajo y cambiarse de condado. Cambió su número de teléfono y correos electrónicos para poder escapar de sus mensajes constantes. El juego había acabado, pero ella sintió que no podía guardarse las historias que había

Un aprendizaje acompañado de denuncia social

Temperley no sólo espera que su libro sirva como ejemplo para aquellas mujeres jóvenes que se estén planteando iniciar una relación con un hombre rico y casado –y algo perturbado–, también quiere hacer públicos los excesos y la codicia de los grandes hombres de negocios.

“Yo trabajaba en finanzas y tenía acceso a una gran cantidad de datos financieros, por lo que pude ver lo que el banco estaba pagando a esos empleados, y estamos hablando de gente que iba a ganar más dinero que si les hubiese tocado la lotería todos los años”, comenta.

Cuenta como malversaban fondos o como domiciliaban sus cuentas en países donde las tasas de impuestos son bajas o inexistentes como las Islas Caimán o Mónaco. “Los gastos que declaraban al banco los utilizaban para viajes personales y otras cosas que definitivamente no tenían ningún propósito para el negocio”.

Habla de Patrick y el resto de hombres de negocios que conoció como avariciosos, ricos y soberbios, que, además, no dudaban en humillar a los nuevos empleados desde sus puestos de directivos. Un mundo de extravagancia y glamour en el que se puede conseguir cualquier cosa, incluso huir y contarlo.

La famosa trilogía de E. L. James Cincuenta Sombras de Grey (Grijalbo) continua dando que hablar. En este caso no porque nadie haya acabado en urgencias por recrear malamente alguna de las prácticas sexuales propuestas en las novelas (digamos que no han sido pocos los casos), ni porque vaya a estrenarse en breve la película y Dakota Johnson haya comentado que ha prohibido a su señora madre Melanie Griffith verla –para qué dejar algunas cosas en el entorno familiar pudiendo contarlo todo, habrán pensado–. No. En este caso la noticia es que la historia se repite pero ahora no es ficción.

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