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El artículo que ha conseguido que Starbucks cambie los horarios de sus trabajadores
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EL ‘CLOPENING’, CADA VEZ MÁS FRECUENTE

El artículo que ha conseguido que Starbucks cambie los horarios de sus trabajadores

La velocidad con la que Starbucks ha respondido a un artículo en el que los empleados de la cadena se quejaban por sus horarios es digna de elogio

Foto: La cadena de cafeterías ha asegurado que revisará sus políticas para mejorar la vida personal de sus empleados. (Mario Anzuoni/Reuters)
La cadena de cafeterías ha asegurado que revisará sus políticas para mejorar la vida personal de sus empleados. (Mario Anzuoni/Reuters)

La velocidad con la que la cadena de cafeterías Starbucks ha respondido a un artículo publicado en The New York Times es digna de elogio. El texto, firmado por Jodi Kantor, ponía de manifiesto la abusiva política de horarios de la cadena, en la que eran tristemente frecuentes prácticas como el clopening, es decir, cerrar la tienda a última hora de la noche y abrirla a primera hora de la mañana, lo que deja muy poco tiempo para el descanso, el ocio y otros quehaceres personales (cocina, higiene, atención a los seres queridos) a sus empleados.

No se trata del único problema que deriva de las modernas herramientas de diseño de horarios. Para la protagonista del artículo de Kantor, la joven madre soltera Jannette Navarro, es imposible prever con más de tres días de diferencia cuál va a ser el horario de su próxima semana, a pesar de que, en teoría, el cuadrante debería ser conocido con más de siete días de anterioridad. Además, los fluctuantes horarios la impiden organizarse de manera estable a lo largo de las semanas, lo que provoca que dependa de sus familiares y de su pareja para recoger a su hijo. Algo que también le impide cumplir con otro tipo de compromisos –como sacarse el carnet de conducir– que aliviarían su situación.

Es la pescadilla que se muerde la cola: como tantos trabajadores de establecimientos que se rigen por los nuevos métodos de organización, Navarro se ve obligada a aceptar trabajos para poder sobrevivir junto a su hijo, pero al mismo tiempo, este le impide mejorar su situación o compaginarlo con su rol como madre. Al carecer de los recursos necesarios, tampoco puede abandonarlo, pues necesita el dinero. Y afirma temer solicitar un horario más estable, ya que ello puede hacer que cuente con menos horas de trabajo al mes, lo que reduciría sensiblemente sus ingresos.

Una tragedia contemporánea

El artículo apuntaba a la sofisticada tecnología proporcionada por empresas como Kronos como la principal causante de la inhumanidad de estos horarios. Como ocurre con muchas cadenas, el software administra los turnos de los 130.000 trabajadores que actualmente forman parte de la cadena a su antojo, anticipando los picos de más trabajo y enviando a su hogar a los empleados no necesarios. Una estrategia adecuada para la empresa, pero que no tiene en cuenta en la ecuación las necesidades peculiares de personas como Navarro.

Como explicaba la joven de 22 años, “esperas a que sea tu trabajo quien controle la vida”. No sólo la suya propia, sino también la de su hijo, cuyos horarios vienen determinados por los de su madre y su jornada laboral. Por si eso fuera poco, Navarro tenía que emplear tres horas para llegar a su lugar de trabajo, un desplazamiento que implicaba un paseo de más de un kilómetro, dos tranvías y un autobús. A ello había que añadir el papeleo que implican sus fluctuantes horarios, que se añaden al tiempo que pasa en la cafetería. Como explica otra de las participantes en el artículo, Sandianna Irvine, muchas personas se han visto obligadas a vivir con sus familiares, puesto que es la única manera de garantizar que su hijo gozará de la atención necesaria.

Cuando se solicitó a Andrew Alfano, uno de los ejecutivos de Starbucks, que comentase la historia de Navarro, este recordó que se trataba de una anomalía, puesto que la compañía solía entregar los horarios con una semana de antelación. Sin embargo, la periodista explicó que de los 17 empleados a los que había consultado a lo largo y ancho de todo el país, tan sólo dos de ellos recibían una notificación con su cuadrante semanal, e incluso alguno sabía cuándo debía trabajar con tan sólo un día de antelación.

El artículo ha levantado tal polvareda que la cadena se ha comprometido a revisar sus estrategias horarias. “Tenemos que hacer todo lo que podamos para ofrecer lo mejor a nuestros empleados porque merecen lo mejor”, ha señalado Cliff Burrows, el presidente del grupo Starbucks a cargo de las tiendas estadounidenses, en un correo electrónico destinado a 130.000 empleados. En el mismo correo, la compañía se comprometía a cumplir con la semana de diferencia entre la comunicación de los horarios y la fecha de trabajo y a eliminar por completo el clopening. Una rápida respuesta para un problema acuciante y, tristemente, cada vez más generalizado en un entorno laboral donde el hombre ha sido sustituido por la máquina.

La velocidad con la que la cadena de cafeterías Starbucks ha respondido a un artículo publicado en The New York Times es digna de elogio. El texto, firmado por Jodi Kantor, ponía de manifiesto la abusiva política de horarios de la cadena, en la que eran tristemente frecuentes prácticas como el clopening, es decir, cerrar la tienda a última hora de la noche y abrirla a primera hora de la mañana, lo que deja muy poco tiempo para el descanso, el ocio y otros quehaceres personales (cocina, higiene, atención a los seres queridos) a sus empleados.

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