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El gran tabú laboral: por qué nunca revelamos nuestro salario
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El gran tabú laboral: por qué nunca revelamos nuestro salario

Somos lo que ganamos, y pocos son los que están contentos con su salario. A casi todo el mundo le parece insuficiente y cree que se merecería más

Foto: Antes de pedir un aumento salarial es imprescindible confiar en que somos un buen activo para la empresa. (Corbis)
Antes de pedir un aumento salarial es imprescindible confiar en que somos un buen activo para la empresa. (Corbis)

Somos lo que ganamos, y pocos son los que están contentos con su salario. A casi todo el mundo le parece insuficiente y cree que se merecería cobrar más. Una frustración que está detrás de uno de los mayores tabús laborales: a nadie le agrada decir lo que gana. Sin embargo, no se trata de la única explicación por la que suele ocultarse esta información.

El salario se asocia al estatus, revelarlo es sinónimo de comparación con los demás, de juicio público, y existe el riesgo de que uno salga mal parado. Mejor prevenir que curar. Cuestión de ego, en ocasiones, o de baja autoestima, en otras.

Al margen de este tipo de condicionantes, existen otros factores de cariz cultural que también nos llevan a mantener en secreto el montante real de la nómina. Por un lado, la influencia de las sociedades rurales “en las que apenas se hablaba de dinero, pues la autosuficiencia era la norma”, como ha matizado la socióloga Janine Mossuz-Lavau. Por otro lado se encuentra el “peso de la religión católica”, en la que predomina el voto de pobreza, añade el experto en psicología Emmanuel Vaillant en un artículo publicado en Psychologies.

El vínculo entre lo que valemos y lo que ganamos es difícil de romper, pero se trata de una asociación que no siempre esjusta. La edad, la empresa, la ciudad, el sector, el contexto económico… son elementos arbitrarios que determinan en gran medida el salario. Además, en algunos sectores, la productividad no siempre se puede mesurar con precisión, como cuando se realizan labores en equipo o la dedicación es más intelectual, y por tanto cualitativa, que física o cuantitativa. Todo ello hace que el salario sea difícilmente ajustable a lo que, profesionalmente, valemos. Aún así, sigue siendo unavara de medir del estatus.

La necesidad de asumir la realidad

La preocupación por no revelar el salario, debido todas estas implicaciones, es entendible, máxime en un contexto de crisis como el actual, en el que abunda la precariedad e inestabilidad laboral. Un oscurantismo que en parte es unmecanismo de defensa, pero que en ocasiones puede volverse en contra de uno.

La autoestima y la motivación sufren y, a la larga, se corre el riesgo de asumir esta suerte de estatus, lo que dificulta el desarrollo profesional. A la hora de establecer una negociación individual con los superiores respecto a una subida salarial, la confianza enuno mismo es un elemento determinante.

Cómo argumenta Vaillant, citando a la psicóloga Marie-Claude François Laugier, “si no tenemos claro lo que realmente valemos, ni confiamos en que somos un buen activo para la empresa, entonces correremos el riesgo de enfrentarnos a la autoridad de los jefes asumiendo un rol de sumisión, como un padre que te da la paga más por afecto que porque nos la merecemos”.

Los estudios del psicólogo norteamericano Frederick Herzberg han demostrado que no existe una relación directa entre el salario y la motivación. No por cobrar más estaremos más contentos y realizaremos nuestras tareas con mayor interés y dedicación. Además, según añade Herzberg, si el salario no está acompañado de una serie de exigencias, revisables periódicamente, se corre el riesgo de caer en una zona de confort, que no ayuda a la motivación ni al desarrollo profesional. Y no, sus trabajos no están centrados en los funcionarios públicos.El deseo de prosperar y obtener una retribución justa es lo que, dice, lleva al trabajador a querer esforzarse más en su día a día.

Somos lo que ganamos, y pocos son los que están contentos con su salario. A casi todo el mundo le parece insuficiente y cree que se merecería cobrar más. Una frustración que está detrás de uno de los mayores tabús laborales: a nadie le agrada decir lo que gana. Sin embargo, no se trata de la única explicación por la que suele ocultarse esta información.

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