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Beber agua durante las comidas ¿engorda o adelgaza?
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DERRIBANDO MITOS DE LA ALIMENTACIÓN

Beber agua durante las comidas ¿engorda o adelgaza?

Existe la creencia popular de que el agua engorda si se toma durante las comidas, ya que provoca retención de líquidos. ¿Qué ha de cierto en ello?

Foto: El agua ni engorda ni adelgaza. (iStock)
El agua ni engorda ni adelgaza. (iStock)

La trasmisión de los mitos de la alimentación funciona de la misma manera que las leyendas urbanas, un rumor empieza a pasar de boca a boca, se tergiversa y acaba conformando una realidad que damos por buena aunque no sea tal. En el libro Comer o no comer. Falsedades y mitos en la alimentación (Planeta), el periodista Antonio Ortí, al que entrevistamos en su día, y las expertas en nutrición Ana Palencia y Raquel Bernacer exploran diversas creencias erróneas sobre la nutrición. En el capítulo que reproducimos a continuación, los autores explican qué papel juega el agua en nuestra dieta y por qué, no tiene ningún sentido que le atribuyamos propiedades adelganzantes o engordantes.

El agua tiene cero calorías tomada al principio, durante o al final de la comida, por más que circulen teorías disparatadas que parecen negar la mayor. He aquí una consigna interesante: cuando se trata de informarse debidamente es esencial elegir fuentes “potables”…

En todo caso, beber agua justo antes de una comida puede engañar al estómago y llevar a comer menos

Por ejemplo, existe la creencia popular de que el agua engorda si se toma durante las comidas, ya que provoca retención de líquidos. Al parecer esta hipótesis tenía a finales de 1950 bastante predicamento, hasta el punto de que todavía algunas personas que perdieron peso por aquellos años recuerdan que para no beber agua mientras comían se mojaban los labios con un paño humedecido para así atenuar la sensación de sed. Sin embargo, beber agua no provoca retención de líquidos, sino al contrario, estimula el funcionamiento de los riñones y contribuye a un buen equilibrio hídrico.

También las llamadas dietas disociadas (es decir, las que promueven levantar un muro como el que antiguamente había en Berlín entre diferentes tipos de alimentos) no permiten beber agua cuando se ingieren hidratos de carbono, ya que, dicen, “dificulta la digestión” (¡el agua!) y lleva a que las patatas, el pan, el arroz y otros alimentos ricos en carbohidratos engorden más. Pero hay que insistir en que el agua no aumenta el valor calórico de ningún alimento.

En todo caso, beber agua justo antes de una comida puede engañar al estómago y llevar a comer menos. De hecho, un ensayo clínico publicado en 2010 partiendo de esta hipótesis que fuye presentado en la American Chemical Society en Boston concluyó que quienes bebieron dos vasos de agua de doscientos treinta mililitros justo antes de una comida consumieron entre setenta y cinco y noventa calorías menos durante esa comida (una cifra, en realidad, muy modesta).

En cuanto a las necesidades diarias, son muy difíciles de evaluar por depender de muchos factores. Unos autores aconsejan beber un mililitro por cada caloría ingerida; otros prefieren relacionarlas con el peso y hablan de cuarenta o cincuenta mililitros por kilo en adultos y cifras mucho mayores en lactantes y niños. Normalmente, se necesitan entre dos y tres litros al día, pero esto no significa que haya que beber esos dos litros. Lo normal es beber entre un litro y un litro y medio, y completar el resto con el agua que contienen los alimentos.

La trasmisión de los mitos de la alimentación funciona de la misma manera que las leyendas urbanas, un rumor empieza a pasar de boca a boca, se tergiversa y acaba conformando una realidad que damos por buena aunque no sea tal. En el libro Comer o no comer. Falsedades y mitos en la alimentación (Planeta), el periodista Antonio Ortí, al que entrevistamos en su día, y las expertas en nutrición Ana Palencia y Raquel Bernacer exploran diversas creencias erróneas sobre la nutrición. En el capítulo que reproducimos a continuación, los autores explican qué papel juega el agua en nuestra dieta y por qué, no tiene ningún sentido que le atribuyamos propiedades adelganzantes o engordantes.

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