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La huella dactilar del planeta está en Croacia: así es la isla de Baljenac
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La huella dactilar del planeta está en Croacia: así es la isla de Baljenac

Baljenac (o Bavljenac) es una pequeña isla en el Mar Adriático, ubicada frente a la costa croata, en el archipiélago de Šibenik donde permanece cubierta por un sinfín de muros de piedra

Foto: Fuente: iStock.
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El ombligo del mundo, a veces, parece estar en cualquier parte. Esta famosa expresión ha distorsionado el punto geográfico al que, por lógica, haría referencia: ese lugar en el medio, en el centro de todo. El ombligo del mundo, hay quien dice, está en la Siberia Central rusa, junto a la ciudad de Mirna (Mirnyy), es el agujero más profundo del planeta que explotan para la extracción de diamantes. Sin embargo, este mote se debe más a un parecido físico, pues en la zona más central de la Tierra en su superficie, lo que se encuentra es la ciudad de Cusco, en Perú. Desde ahí, todas las arterias terrestres toman forma, y llegan a las huellas mismas del mundo.

Descubrir que somos un fruto más del mundo que habitamos, en la conciencia humana, tiene bastante de juego de similitudes, como si todo fuera un cuerpo humano gigante; como si todos los cuerpos humanos fueran trozos pequeños del planeta. Y si hablamos de huellas hay poner la vista en Croacia.

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Baljenac (o Bavljenac) es una pequeña isla en el Mar Adriático, ubicada frente a la costa croata, en el archipiélago de Šibenik, la ciudad más antigua fundada por croatas en el Adriático. Conocida también como la isla de las huellas dactilares, está cubierta por un sinfín de muros de piedra, llamados "suhozid" en croata, que le dan forma de huella dactilar humana cuando se ve desde arriba.

Cultivar en un lugar inhóspito

Así, a vista de pájaro, cualquiera podría pensar que el conjunto de sus calles es un laberinto antiguo, pero basta acercarse un poco más para apreciar que aquí no te puedes perder. Las paredes de sus muros miden poco más de un metro: están diseñadas para facilitar la agricultura en un lugar inhóspito.

Según la Oficina Nacional de Turismo de Croacia, fueron los agricultores de la isla vecina de Kaprije los que los levantaron en algún momento del siglo XIX, utilizando una técnica conocida como "muros de piedra seca", que consiste en apilar y entrelazar cuidadosamente las rocas: primero limpiaron la vegetación salvaje de Bavljenac para dejar espacio a higueras y cítricos, así como a vides, y entonces comenzaron a colocar piedras.

No obstante, y aunque se conoce que la mayor parte de esta red rocosa se erigió en las décadas del 1800, tanto Baljenac como Kaprije sirvieron como refugio seguro para los cristianos durante las conquistas otomanas de los siglos XVI y XVII, por lo que algunas partes del muro podrían ser aún más antiguas.

Muros intactos y protegidos

Aquellas manos humanas ensamblaron hasta 23 kilómetros (la mayor concentración por superficie) en una isla donde el área total es de tan solo 0,14 kilómetros cuadrados, según recoge 'Daily Mail'. Unas sobre otras, las rocas ayudaban a proteger los cultivos del fuerte viento que se produce en la zona, así como a dividir las parcelas. Si bien estos muros de piedra seca pueden encontrarse en otras partes de Europa, como Inglaterra o Irlanda, lo curioso es que en ningún otro lugar estas paredes imitan el patrón de una huella dactilar, como lo hacen las de la isla de Baljenac.

Más de un siglo después, las estructuras han sobrevivido al paso del tiempo. Sin embargo, la isla está deshabitada de cultivos y personas que cuiden de ellos. Eso sí, los muros permanecen ahora protegidos desde 2018, como parte de la Lista de la Unesco del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como apuntan desde el portal de 'Croatia Week'.

"Sus muros son testigos de los tiempos en que el trabajo duro, la tenacidad y la resistencia fueron clave para domar el impresionante paisaje kárstico de la costa del Adriático", expresan desde la Oficina de Turismo. En la actualidad, Internet ha reflotado la curiosa historia del lugar, lo que está provocando una constante afluencia turística en la zona.

El ombligo del mundo, a veces, parece estar en cualquier parte. Esta famosa expresión ha distorsionado el punto geográfico al que, por lógica, haría referencia: ese lugar en el medio, en el centro de todo. El ombligo del mundo, hay quien dice, está en la Siberia Central rusa, junto a la ciudad de Mirna (Mirnyy), es el agujero más profundo del planeta que explotan para la extracción de diamantes. Sin embargo, este mote se debe más a un parecido físico, pues en la zona más central de la Tierra en su superficie, lo que se encuentra es la ciudad de Cusco, en Perú. Desde ahí, todas las arterias terrestres toman forma, y llegan a las huellas mismas del mundo.

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