Crítica 'Soy Georgina' (Netflix): una nueva pija por castigo que resulta imposible odiar

Georgina Rodríguez lleva todo el fin de semana a disposición de prácticamente todo el planeta tras el estreno de ‘Soy Georgina’, su propio docureality en el que muestra algunas facetas de su vida privada. Un lanzamiento que se ha convertido en lo más visto de Netflix en multitud de países. Los comentarios, tanto positivos como negativos, no dejan de aparecer en redes sociales, pero ahora toca analizar, sin spoilers, el nuevo show de entretenimiento del gigante audiovisual.

La novia de... ¿dónde está el problema?

Todos sabemos que Georgina tiene su propio programa de televisión gracias a ser la novia de Cristiano Ronaldo, ¿dónde está el problema? Si la pareja de uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo se ha convertido por ese motivo en una estrella, llegando a ser la española con más seguidores en Instagram, este paso tampoco debería ser una gran sorpresa. Y aquí viene la jugada más importante de la joven, una clave con la que desmonta ya la mayoría de los ataques: ella también es consciente de esto.

Georgina sabe que prácticamente todo lo que tiene ahora es gracias a su relación sentimental. Ni lo oculta, ni lo maquilla, algo que podría intentar. Lo vive, lo disfruta e intenta aprovecharlo al máximo para buscar también su propia felicidad. Casi sin lugar a dudas, cualquier persona que estuviera en su lugar haría lo mismo. Si a tu pareja le sale dinero por las orejas, tú también llevarías una vida de lujos y sin grandes preocupaciones.

La lógica de ser la directora de contenidos, que va en contra

Los más observadores habrán descubierto, gracias a los créditos del final de cada episodio, que ella es la directora de contenidos. Es decir, Georgina ha decidido qué se graba y qué no. Lo que se emite y lo que se oculta. Otro punto que tampoco debería generar grandes sorpresas, ya que si ha aceptado mostrar parte de su día a día a través de la plataforma de vídeo bajo demanda más importante, lo suyo es tener control total sobre el resultado final.

Sin embargo, este hecho hace que el docureality esté bastante limitado. Ella asegura que ahora la gente sabe quién es realmente, pero en verdad ha decidido cómo quiere que la gente sepa quién es. Falta muchísima información sobre el comienzo de su historia de amor con el portugués (¿cómo fue el intercambio de teléfonos? ¿Cómo fue la primera cita? ¿Cómo fue el paso de ir a vivir juntos?), sobre su infancia y su familia (¿cómo era realmente esa vida humilde que dice que tenía? ¿Qué le pasó al padre? ¿Dónde está su madre? ¿Dónde están sus amigos de la infancia?) incluso sobre su persona actual, su verdadera forma de ser y sus inquietudes en la vida.

Está todo demasiado encorsetado y ella está perfecta en todo momento. Es curioso que hasta el final del documental, con las tomas falsas, no logramos ver a esa persona normal y corriente que ella se empeña en asegurar que es. Quizá debería haberse soltado un poco más y no intentar demostrar que es una mujer sencilla, familiar e impecable, porque al final puedes acabar transmitiendo la imagen contraria.

Su verdadero ser, al descubierto gracias a sus hijos

Una de las cosas que merecen ser destacadas de forma positiva por encima del resto está relacionada con el trato con sus hijos. Más allá de la educación que cada uno quiere (o puede) dar a sus pequeños, es de admirar que para ella los cuatro sean sus hijos de igual manera. Los que estamos un poco alejados de su historia, hemos tenido que recurrir a lo publicado para saber qué hay detrás de esa familia numerosa. Por suerte en el siglo XXI hay muchos tipos de familia y la suya es también la soñada.

Me gusta que no se haya hecho hincapié en la situación maternal de Gio. Que no hayan querido dar detalles ni explicar el origen de cada uno de los niños. Me gusta la normalidad que existe y cómo ella quiere y trata a todos por igual. Porque si hay algo que no se puede controlar es el comportamiento de los niños frente a una cámara, por lo tanto, con ver cómo son ellos con Georgina, ya queda todo más que demostrado.

Imposible odiarla

A lo largo de los seis episodios, lo que sí se puede intuir es parte de su peculiar personalidad. Que Georgina ya es una pija más, casi por castigo, está claro (tan solo hay que ver cómo pide en varias ocasiones que quiten los insectos posados en sus pertenencias), pero eso no la hace peor persona. Puede caer mejor o peor, pero realmente no tiene aires de superioridad, es generosa, solidaria y hasta auténtica al ser fiel a sus gustos y preferencias, por lo que resulta imposible odiarla únicamente por ser la pareja de quién es y poder usar a su antojo un jet privado o un yate.

Es más, a mí me ha caído en gracia y su forma de afrontar la vida y de expresarse me resultan hasta hipnóticas. Ver cómo se codea con gente popular de nivel que está donde está por su profesión, los caprichos que tiene, su vestimenta o sus gestos, podrían responder perfectamente a un guion de la típica película en la que una chica joven y mona acaba teniendo todo lo que siempre había deseado. Pero como dicen por ahí, la realidad siempre supera la ficción. Y 'Soy Georgina' no deja de ser un espacio de entretenimiento con el que asomarse a una persona que ya es todo un referente para millones de personas.