Tercera dosis y nuevas vacunas: las variantes complican el horizonte de la inmunización
Las farmacéuticas ya investigan en nuevas variantes de las vacunas para responder a las mutaciones y podrían ser necesarias dosis de refuerzo
El punto final de la historia de la pandemia debería escribirse cuando todo el mundo haya recibido la segunda dosis de la vacuna. Esa es la esperanza que guía la actuación de las autoridades sanitarias en los últimos meses, desde que quedó claro que íbamos a tener una protección más o menos eficaz contra el covid y comenzaron a diseñarse los planes para inmunizar de la forma más rápida posible a la mayor parte de la población. Sin embargo, la aparición de variantes ha enturbiado ese horizonte.
Hasta hace pocas semanas, la pregunta más importante era cuánto duraría la inmunidad que nos iban a proporcionar las vacunas, y no parecía muy preocupante porque se solucionaría volviendo a recibir las mismas inyecciones. Sin embargo, las mutaciones encontradas en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil generan más dudas. Al margen de que puedan ser más transmisibles o más letales, empeorando la situación actual, lo más importante es saber si las vacunas podrán neutralizarlas con la misma contundencia que al virus que conocíamos.
De hecho, las nuevas vacunas que se irán incorporando en próximas fechas tienen una eficacia inferior a las primeras. Mientras que Pfizer y Moderna alcanzaron un 95%, Novavax se ha quedado en un 89,3% y Janssen en un 66%. En gran parte se explica porque sus ensayos clínicos ya se realizaron con las nuevas variantes en circulación. Así, al diseccionar los datos, la vacuna de Novavax tiene una eficacia inferior al 50% frente a la variante sudafricana y la de Janssen se queda en el 57%, lo que influye en el dato general. Para las dos vacunas que ya se están administrando en España, no hay datos concretos sobre la variante sudafricana; tampoco para la de AstraZeneca (con un 62% de eficacia), cuyas primeras entregas se esperan para la semana que viene; ni para la rusa Sputnik V (92%).
Tanto la variante hallada en Sudáfrica como la de Brasil, que podría estar jugando un papel importante en las reinfecciones de muchos pacientes en Manaos provocando una situación catastrófica en esta ciudad del Amazonas, comparten la mutación E484K. Algunos estudios con sueros de pacientes convalecientes muestran que este cambio podría permitir al virus esquivar los anticuerpos de las personas que ya superaron la enfermedad. Ahora, un informe de las autoridades sanitarias británicas indica que también la variante inglesa podría haber adquirido la mutación E484K de las variantes sudafricana y brasileña. Por lo tanto, la preocupación por las variantes va en aumento y no dejan de aparecer nuevas, la última en México.
Ante estas nuevas circunstancias, cada vez se hace más difícil pensar que la doble dosis de las vacunas ya disponibles vaya a ser suficiente. De hecho, el ministro de Sanidad de Alemania, Jens Spahn, aseguró hace días que su país reserva vacunas para 2022 ante la previsión de que se necesiten dosis de refuerzo. En la misma línea, Moderna ya ha anunciado que va a probar el efecto de una tercera dosis de su vacuna. La idea es estudiar si una inyección adicional aumentaría la protección contra las variantes emergentes, incluso sin modificar la vacuna actual.
“Una respuesta inmune más potente genera más protección frente a cualquier variante e incluso inmunidad cruzada frente a otros virus, es un principio general no específico del coronavirus”, explica a Teknautas Jaime Jesús Pérez Martín, experto de la Asociación Española de Vacunología. Por lo tanto, esta estrategia podría funcionar si no hay nada mejor. Con este tipo de estudios, la farmacéutica “comprueba cómo responden los pacientes ante dosis de recuerdo si fueran necesarias, porque ahora no tendríamos datos ni de seguridad ni de inmunogenicidad”.
No obstante, la apuesta más segura sería adaptar la vacuna para neutralizar las nuevas variantes. Por eso, Moderna también estudia una modificación de su tratamiento que iría dirigida específicamente contra la variante sudafricana. En concreto, está realizando estudios preclínicos (en cultivos celulares y animales) y en EEUU ya tiene en marcha un ensayo con pacientes, por el momento, en fase 1.
Esto no significa que vuelvan a partir de cero. Las vacunas de ARN mensajero —tanto la de Moderna como la de Pfizer y BioNTech— incluyen este material genético para dar instrucciones a nuestras células y que sean ellas las que fabriquen el antígeno que inducirá la respuesta inmune, en este caso, la proteína S del virus. La modificación de la vacuna permitiría fabricar esa proteína de la espícula con los cambios que tiene en la variante sudafricana o en cualquier otra y todo se podría realizar de una forma bastante rápida. Por diseño y capacidad de fabricación, las vacunas basadas en ARN tendrían una cierta ventaja a la hora de desarrollar nuevas versiones con gran celeridad. De hecho, los propios fabricantes hablan de que el proceso se podría completar en unas seis semanas.
En cualquier caso, todavía es demasiado pronto para saber en qué situación nos van a dejar las vacunas actuales, según el experto de la AEV. “Si vacunamos a la mayoría de la población con las que ya están disponibles, realmente vamos a disminuir muchísimo los efectos del coronavirus”, afirma. De todas formas, “evidentemente, es muy posible que haya que ir readaptando las vacunas para protegernos frente a posibles mutaciones”, añade.
Sin embargo, cuando llegue ese momento habrá que tomar decisiones en función de la situación epidemiológica, que en ningún caso sería tan dramática como la actual, cuando aún estamos mayoritariamente desprotegidos. Por ejemplo, es posible que sea suficiente administrar una dosis de recuerdo tan solo a determinados grupos de población. “Un 50% de protección puede ser poco para una persona mayor que tiene grandes posibilidades de sufrir una enfermedad severa o de morir; pero lo más normal es que un joven no tenga complicaciones. Así que una vacuna con esa eficacia puede ser suficiente y no necesitaríamos volver a vacunar a toda la población”, comenta.
Al igual que Moderna, Pfizer y BioNTech tratan de anticiparse y recientemente han realizado estudios sobre las nuevas variantes con sueros de personas que ya han recibido su vacuna. En principio, todo indica que seguiría protegiendo frente a todas las variantes de SARS-CoV-2 probadas, aunque la neutralización del virus es “ligeramente menor”, según reconocen. No obstante, estas compañías consideran “poco probable que las pequeñas diferencias en la neutralización viral observadas en estos estudios conduzcan a una reducción significativa de la eficacia de la vacuna”.
Lo cierto es que los resultados ‘in vitro’ no tienen por qué corresponderse con la realidad, así que estas empresas siguen investigando y aseguran estar preparadas para desarrollar una nueva versión de su vacuna si una variante del virus demuestra ser capaz de escapar a la inmunidad generada. “Cada vez que aparece una nueva variante, deberíamos poder probar si es efectiva o no”, declaró a Bloomberg hace unos días el CEO de Pfizer, Albert Bourla. Si algo falla, “seremos capaces de producir muy rápidamente una dosis de refuerzo que será una pequeña variación de la vacuna actual”.
¿Hacia una vacunación periódica?
El escenario que parece dibujar Bourla en esas declaraciones se parece mucho al de la gripe: vigilancia constante de las nuevas cepas para adaptar las vacunas rápidamente. De hecho, cada año hay que organizar una nueva campaña de vacunación que se dirige especialmente a ciertos colectivos, como las personas mayores y los sanitarios. Sin embargo, el coronavirus es distinto, sobre todo porque su capacidad de generar mutaciones es mucho menor. “Este virus es claramente menos mutagénico que el de la gripe. Lo que pasa es que ha tenido una circulación tan amplia que es fácil que surjan variantes distintas”, apunta Pérez Martín.
En el caso de la gripe “hay un sistema de vigilancia activa en todo el mundo para detectar las mutaciones y poder desarrollar vacunas específicas que cambian anualmente”, recuerda. Pensar que algo así puede suceder con nuevas variantes del SARS-CoV-2, en estos momentos, no tiene mucho sentido. No obstante, si fuera necesario, una de las líneas de investigación en las que se trabaja es la posible administración conjunta de la vacuna de la gripe y la del covid.
Con este panorama, quedan muchas preguntas por responder. Una de ellas es si una nueva versión de las vacunas actuales o incluso una nueva vacuna tendría que administrarse con la pauta de dos dosis que ya conocemos incluso a las personas que ya estuvieran vacunadas anteriormente. “Es posible que la primera exposición al antígeno ya sea útil y que con solo una dosis dirigida a una nueva variante ya se consiga una inmunidad más específica. Precisamente, este es uno de los aspectos que tienen que ir ensayando para tener datos si llega el momento”, opina el experto de la AEV.
Las variantes actuales comparten muchas mutaciones, pero si llegasen a ser muy diferentes, ¿sería suficiente una sola vacuna o habría que recibir diferentes dosis para inmunizarnos ante diferentes cepas o variantes del coronavirus? Los expertos creen que ante esa posibilidad sería complicado tener una sola vacuna frente a todas las variantes, al menos tal y como se han diseñado hasta ahora las principales, aunque hay posibilidades que habría que investigar. “Nos hemos enfocado mucho en la espícula y habría que ver otras posibles dianas de las vacunas, quizá partículas del virus que mutaran menos. De hecho, hay algunas vacunas que no se dirigen frente a la espícula, pero son muy pocas”, indica Pérez Martín.
Todo podría ser distinto si las vacunas no solo ayudan a evitar la enfermedad, sino también a detener la transmisión del virus. Esta cuestión es una de las grandes incógnitas. Una investigación de la Universidad de Oxford indica que el tratamiento de AstraZeneca podría reducir un 67% la circulación del virus entre los vacunados. Aunque solo se trata de un ‘preprint’, un artículo aún no revisado por otros expertos, el secretario de Estado de Salud del Reino Unido, Matt Hancock, ya ha celebrado la noticia en Twitter. Sin embargo, no todo el mundo tiene claro que se puedan interpretar así los resultados, ya que realmente el estudio no estaba diseñado para medir la transmisión y la cifra sale de una combinación estadística.
En cualquier caso, si finalmente las vacunas tuvieran ese efecto y cortasen la cadena de contagios, ¿sería posible erradicar el coronavirus y evitar esos pinchazos periódicos? En este escenario no sería descabellado pensar que la doble dosis prevista por la mayoría de las vacunas actuales sería más que suficiente o, como mucho, alguna dosis de refuerzo para las nuevas variantes.
En este sentido, hay dos cuestiones clave. Por una parte, “si el virus circula menos, va a tener menos posibilidades de mutar”. Por otra, “el virus se verá más presionado, porque si no hay transmisión y las personas están protegidas, solamente podrá circular si hay una mutación que escapa a la inmunidad”, apunta Pérez Martín. En definitiva, si las vacunas consiguen su objetivo, “solo los virus que muten conseguirán sobrevivir”.
El punto final de la historia de la pandemia debería escribirse cuando todo el mundo haya recibido la segunda dosis de la vacuna. Esa es la esperanza que guía la actuación de las autoridades sanitarias en los últimos meses, desde que quedó claro que íbamos a tener una protección más o menos eficaz contra el covid y comenzaron a diseñarse los planes para inmunizar de la forma más rápida posible a la mayor parte de la población. Sin embargo, la aparición de variantes ha enturbiado ese horizonte.