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Grupos burbuja dentro y contagios fuera: los colegios se enfrentan a meses de cuarentena
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Demasiada transmisión comunitaria

Grupos burbuja dentro y contagios fuera: los colegios se enfrentan a meses de cuarentena

La vuelta al colegio es una incógnita que profesores y epidemiólogos afrontan con temor y sin evidencias científicas: a día de hoy, en España las consecuencias son imprevisibles

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El regreso a las aulas se ha convertido desde hace semanas en el foco de preocupación —por no decir en la pesadilla— de la sociedad española. Desde el punto de vista sanitario podría agravar todavía más la evolución de la pandemia, pero además desde el punto de vista económico y social una mala gestión se convertiría en un caos. El temor no se centra en los niños, ya que en general sufren el covid de una manera leve o asintomática, sino en que los colegios se conviertan en un potente vehículo de transmisión del coronavirus para el resto de la población.

El Gobierno y las comunidades autónomas acordaron unas medidas básicas que incluyen la creación de “grupos de convivencia estable” para educación infantil y primaria (más conocidos como grupos burbuja), mascarilla obligatoria a partir de seis años y distancia interpersonal de 1,5 metros para los mayores. Medidas de higiene y criterios generales para la gestión de posibles casos completan ese marco común. A partir de ahí cada región aplicará sus propias normas y, a la hora de la verdad, los centros educativos tendrán que acomodar las medidas a sus condicionantes. ¿Cuál será el resultado?

Foto: (Foto: Reuters)

Los profesores no son muy optimistas: “Creemos que va a ser un confinamiento intermitente”, afirma en declaraciones a Teknautas Tania Palop, una profesora de Murcia que forma parte de la plataforma Docentes Unidos. “Si hay un contagio en el colegio, a los dos días estaremos todos en casa guardando una cuarentena y, después, a volver a empezar, porque los grupos burbuja no existen como tal”, asegura.

En su opinión, carece de sentido esa denominación por su tamaño y por no estar realmente aislados. “Tal y como está planteado es más bien un grupo de contagio”, denuncia. Las burbujas se pueden romper por mil razones e incluso el sistema semipresencial que se ha diseñado para limitar el número de alumnos es, paradójicamente, uno de los riesgos. “Todos se tienen que quedar en casa algún día a la semana, pero hay familias que no se pueden hacer cargo, así que se van a habilitar espacios municipales para que puedan llevarlos; pero entonces estás rompiendo los grupos burbuja, lo estás juntando con niños de otras clases y de otros colegios. No tiene sentido”, comenta.

Estrategia de contención

Según Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), hay que tener en cuenta que “los grupos burbuja no disminuyen los riesgos de transmisión en el interior del grupo, a nivel individual, sino que son una estrategia de contención y segmentación del riesgo”, aclara. Así, “si hay un caso dentro del grupo, no tienes que cerrar toda la escuela y tienes más control sobre quiénes son los contactos y quién se ha podido infectar”. No obstante, cuando menor número de niños haya, mejor se podrá gestionar el riesgo en el interior del grupo, por ejemplo, estableciendo distancias.

placeholder Una limpiadora desinfecta el mobiliario del colegio Cervantes de Córdoba. (EFE)
Una limpiadora desinfecta el mobiliario del colegio Cervantes de Córdoba. (EFE)

En cuanto se reanuden las clases, “la gente no se tiene que sorprender de que vayan llegando noticias sobre la aparición de casos, pero lo importante es cómo los gestionamos y el grupo burbuja es la mejor manera de hacerlo”, ya que permite tener cierto control sobre los contactos de posibles positivos y evaluar el riesgo al que se ha expuesto el conjunto del colegio afectado. Según este experto, el objetivo es “que las escuelas no sean amplificadores de la transmisión comunitaria”, pero es inevitable que reflejen de lo que está pasando fuera.

Muchos otros países siguen un modelo similar, con ciertas variantes: desde la edad a la que establecen las mascarillas como obligatorias hasta el ratio de alumnos, pero no hay recetas perfectas. “Los países que han implementado bien estas medidas no han visto que las escuelas multipliquen el riesgo, pero los que lo han hecho mal, y solemos poner el ejemplo de Israel, que abrió las escuelas de forma poco controlada, han tenido que dar marcha atrás porque tenían brotes”, comenta Bassat.

En España, frente a la propuesta de bajar la ratio de alumnos por profesor, que implica contratar a un gran número de docentes, se ha impuesto el criterio de reducir el aforo por la vía de la semipresencialidad, aunque sigue siendo muy elevado. Mientras que en los países nórdicos se han organizado grupos de 10 alumnos, “aquí se permiten 20 en primaria y 24 en los primeros cursos de la ESO”, comenta la profesora murciana en relación a su comunidad. Tener grupos más pequeños implicaría que, si surge un positivo, menos niños tendrían que pasar la cuarentena y hacerse la PCR. Además, la movilidad de los profesores entre distintas aulas complica la situación. “Al final, si te pones a hacer la trazabilidad, cierras el centro entero”, señala.

Miles de alumnos en cuarentena

Profesores, pediatras y epidemiólogos temen que la situación pueda abocar a un número ingente de cuarentenas. David Andina, pediatra de urgencias, echa mano de los datos del informe epidemiológico que publica la Comunidad de Madrid para realizar un cálculo ilustrativo. En las últimas dos semanas, registra 3.036 casos confirmados entre niños de dos a 14 años que podrían trasladarse ahora a los colegios. “Se han contagiado fuera del colegio y lo normal es que la próxima semana la cifra aumente porque sigue creciendo la incidencia”, matiza, pero si tomamos esa cifra como referencia y distribuimos de forma equitativa esos casos en otros tantos grupos burbuja y cada uno de ellos tiene 20 alumnos, “podríamos tener 60.000 alumnos en cuarentena” solo en Madrid y nada más empezar.

placeholder Un aula vacía de un colegio de Villanueva del Río Segura, Murcia. (EFE)
Un aula vacía de un colegio de Villanueva del Río Segura, Murcia. (EFE)

Lógicamente, solo es un ejemplo de la dimensión del problema, porque la realidad puede ser mejor o peor en función de diversos factores. Por una parte, es de esperar que los casos ya confirmados no acudan al colegio —al menos, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, no lo concibe—, pero con solo mantener las cifras de las últimas semanas habría miles de nuevos diagnósticos en Madrid y otros muchos casos que acudirán a clase contagiados sin saberlo. En función de los distintos protocolos, podría ocurrir que no se obligase a guardar cuarentena a todo el grupo o solo a los más cercanos al caso que se detecte. “En niños de tres o cinco años sin mascarilla tendrían que guardar la cuarentena toda la clase”, opina el pediatra. Sin embargo, también existen otro tipo de posibles contactos más allá del aula, como los del comedor.

Los elevados niveles de transmisión comunitaria podrían hacer inevitable que las escuelas se conviertan en ese amplificador que temen los expertos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda iniciar las clases cuando el número de casos diarios supera los 25 por cada 100.000 habitantes, pero la realidad es que en España muchos lugares multiplican esa cifra, especialmente en Aragón, Cataluña, País Vasco y sobre todo en Madrid. “Hay barrios como Vallecas por encima de 1.000, así que Madrid va a ser un experimento en sí mismo, porque no conozco ningún país que haya empezado el colegio con esos valores”, advierte Andina.

Para colmo, según muchos profesores hay normas y recomendaciones que son imposibles de cumplir en algunos centros. “No están preparados para la ventilación, hay ventanas que no se pueden ni abrir y pasillos muy largos sin ventanas, así que la realidad es que van a estar en espacios cerrados. Por mucho que tengamos un grupo estable, el aula no es un sitio seguro”, denuncia Tania Palop.

¿Contagian más, menos o igual?

Ante este conjunto de problemas cobra relevancia la cuestión de los menores tienen mayor o menor capacidad para transmitir el virus que los adultos. Algunos estudios indican que no son tan contagiosos y no faltan políticos que se agarran a ellos para declarar que las escuelas son seguras. Sin embargo, todos ellos se han realizado en contextos muy diferentes al actual.

Hace pocos días se daba a conocer un informe británico sobre la vuelta a clase en el Reino Unido en junio: de entre más de 1,6 millones de alumnos solo se detectaron 198 casos (70 niños y 128 del personal). Sin embargo, no cabe la comparación con la situación actual de España, ya que en aquel momento la transmisión comunitaria estaba en mínimos.

Algo parecido sucede con una investigación que ha presentado el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, según la cual solo un 3,4% de los pacientes pediátricos registrados en Cataluña entre el 1 de marzo y el 31 de mayo transmitieron el SARS-CoV-2 al resto de su familia. En este caso, el problema está en que el estudio cubre en su mayor parte justo las semanas de confinamiento, cuando los niños no salían de casa y, por lo tanto, no eran ellos quienes llevaban el virus a su familia, sino eran los adultos que salían por algún motivo quienes se lo podían transmitir. Además, los autores no pudieron definir cuál había sido la secuencia de contagio en un 40% de los casos.

También muestra una baja tasa de contagios el estudio Kids Corona del Hospital Sant Joan de Déu. Este caso es especialmente interesante porque sí que reproduce en parte de las condiciones de grupos burbuja por haberse desarrollado en campamentos de verano, con niños que convivían en un grupo estable y con medidas de higiene estrictas, pero que después de las actividades diarias regresaban a sus hogares. A lo largo de cinco semanas localizaron 30 casos pediátricos que tuvieron contacto con 253 niños y niñas, provocando 12 contagios secundarios, una cifra muy baja en relación a lo habitual en población general.

“En julio comenzó a haber brotes en Barcelona y particularmente, en los barrios donde teníamos los campamentos de verano”, explica Quique Bassat, que participó en este trabajo. “La incidencia de casos que teníamos traducía bastante bien lo que estaba pasando fuera, pero las conclusiones que extrajimos, que los niños probablemente transmiten peor, estaban condicionadas a seguir una serie de medidas de prevención que se implementaron bien y con un nivel de transmisión más bajo que el que hay ahora”, advierte.

Por esto, este y otros expertos consideran que “lo sensato ahora mismo es pensar que transmiten igual que los mayores e implementar las medidas de prevención necesarias con ese estándar. Si luego se demuestra que transmiten peor, mejor para todos, pero no lo sabemos”.

El regreso a las aulas se ha convertido desde hace semanas en el foco de preocupación —por no decir en la pesadilla— de la sociedad española. Desde el punto de vista sanitario podría agravar todavía más la evolución de la pandemia, pero además desde el punto de vista económico y social una mala gestión se convertiría en un caos. El temor no se centra en los niños, ya que en general sufren el covid de una manera leve o asintomática, sino en que los colegios se conviertan en un potente vehículo de transmisión del coronavirus para el resto de la población.

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