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Autorrastreo de contactos: cuando el sistema no da abasto, es hora de dar un paso adelante
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SOLO NECESITAN UN TELÉFONO Y UNA LIBRETA

Autorrastreo de contactos: cuando el sistema no da abasto, es hora de dar un paso adelante

Hay un arma capaz de mejorar instantáneamente la capacidad de nuestro sistema de vigilancia epidemiológica y extinguir más rápido los brotes de covid-19. Efectivamente, es usted.

Foto: Una mujer habla por teléfono en un autobús de Madrid. (Reuters)
Una mujer habla por teléfono en un autobús de Madrid. (Reuters)

No es ningún secreto que el sistema de rastreo de contactos en España está en mantillas. La atención primaria, encargada de hacer la primera fase del rastreo de los contactos de un positivo por covid-19 está agotada y esquilmada. Los llamados rastreadores —personal especializado en tirar del hilo de estos contactos con el objetivo de identificar cuántas personas han podido ser infectadas, seguirlas a diario para comprobar su evolución y lograr contener ese brote— llevan alertando desde la desescalada que si los casos aumentan, su capacidad de seguir casos se desbordará.

No ha habido que esperar al otoño, basta con mirar a Cataluña o Aragón para ver que lo que era inevitable ha acabado por suceder.

Foto: Un miembro del personal sanitario del hospital La Paz, en Madrid. (Reuters)

Ante esta tesitura hay dos opciones para los ciudadanos, esperar a que las administraciones se tomen esto en serio y pongan los recursos necesarios... o comenzar a participar de forma más activa en los procesos de vigilancia epidemiológica. En muchos lugares del mundo con similares dificultades para contener los brotes está empezando a darse un fenómeno conocido como 'self-contact tracing' o autorrastreo de contactos.

Un ejemplo práctico

El británico Mark Rickenbach, doctor en la ciudad de Winchester, no puede entender cómo su país —a diferencia de otros como Nueva Zelanda— no promueve entre sus ciudadanos el autorrastreo. En una carta enviada a la revista médica 'BMJ' y publicada el pasado 2 de julio, Rickenbach narra cómo comenzó a sentir síntomas de covid-19 el día 9 de marzo.

"Hice autorrastreo de todos mis contactos familiares tan pronto como tuve síntomas claros", es decir, tos, fiebre y una posterior pérdida de olfato. En total contactó a veinte personas, varias de las cuales trabajaban en su centro de salud, advirtiéndoles de que se aislaran lo antes posible. "Mi entrevista de una hora con el rastreador de contactos profesional de Salud Pública tuvo lugar dos días después, el 11 de marzo. El servicio de rastreo concluyó al día siguiente".

Hice auto-rastreo de todos mis contactos tan pronto como tuve síntomas. El rastreo terminó al día siguiente de hablar con Salud Pública

Rickenbach señala que ninguno de esos 20 contactos fue llamado por un rastreador ni les ofrecieron un test de antígeno. Era un momento en que los test escaseaban y los protocolos estaban aún escribiéndose, pero este médico logró contener su propio brote y que nadie más fuese infectado. "Con un buen diario de contactos se produce un ahorro de tiempo y una mejor preparación para que el rastreador profesional pueda centrarse en contactos situacionales, donde la gente que está en contacto es desconocida para el paciente", por ejemplo aquellos que esos días hubieran viajado en el mismo autobús o comprado en la misma tienda que el médico.

Ventajas de ser el rastreador

El rastreo de contactos tradicional, por ejemplo el que se hacía con el VIH en los años noventa, siempre se ha hecho de forma presencial, precisamente porque es más sencillo para el rastreador ganarse la confianza de la persona sospechosa de estar contagiada. Sin embargo, esta epidemia ha hecho que la gran mayoría del rastreo sea ahora telefónico, lo cual es un problema.

La principal ventaja de este enfoque es que los contactos reciben una llamada o un wasap de alguien con quien ya tienen confianza y no de un rastreador desconocido. "Una llamada de tu colega es diez veces más efectiva que la de un rastreador de contactos", dice K.J. Seung, experto en enfermedades infecciosas en Massachusetts (Estados Unidos) y uno de los principales impulsores del autorrastreo.

placeholder Las 'app' de rastreo no se han extendido del modo que se esperaba. (EPA)
Las 'app' de rastreo no se han extendido del modo que se esperaba. (EPA)

Un rastreador de contactos entrenado y con experiencia es capaz de abarcar mucho terreno, pero en España ahora mismo estamos contemplando que muchas de las personas que se están fichando no tenían experiencia anterior en este trabajo ni tampoco han recibido una formación sólida para realizarlo. Y en cualquier caso, están desbordados. En teoría, un rastreo completo de un brote y todos sus afectados puede llevar más de 12 horas de trabajo, pero por ejemplo en la Comunidad de Madrid —que anunció en mayo la contratación de 172 rastreadores pero hasta hace un mes tenía solo 44 profesionales— los rastreadores apenas disponían de unos minutos para hablar con ellos antes de pasar al siguiente contacto.

Actualmente, en Cataluña solo se están estudiando dos contactos por cada contagio confirmado frente a los casi 30 de Canarias. Esto significa que en la región, la gran mayoría de personas sospechosas que han estado cerca de un positivo por covid-19 pueden estar infectados y extendiendo la enfermedad sin saberlo, porque nadie les ha llamado para decirles que, al menos, se aíslen y si tienen síntomas llamen al médico.

Es complemento, nunca sustituto

Lo primero que hay que dejar claro es que el autorrastreo no debe sustituir nunca al rastreo profesional realizado por los servicios de Salud Pública de las comunidades autónomas. En aquellos sitios donde se ha dejado a los ciudadanos toda la carga del rastreo, por ejemplo en el condado estadounidense de Maricopa (Arizona) donde se ubica la ciudad de Phoenix, el fracaso ha sido considerable. Allí las autoridades hicieron responsables a los casos positivos de covid-19 de notificar su situación a todos sus contactos, según informa el 'Washington Post'. Como resultado, ha acabado siendo uno de los lugares más azotados por la enfermedad.

Sin embargo, bastaría un poco de organización y colaboración ciudadana para impulsar estos programas de rastreo. "Se podría haber planteado algo parecido, quizás como una campaña institucional, para indicar a la ciudadanía cómo hacer un primer autorrastreo, con instrucciones simples, de cara a facilitar algo el trabajo de los equipos de rastreo, nunca para sustituirlos claro", explica a El Confidencial el epidemiólogo Javier del Águila. "Es posible que tuviera una contrapartida de generar muchos más contactos de los que un rastreador profesional seleccionaría, pero creo que hubiera sido una buena primera base antes que empezar de cero en la llamada".

placeholder Diana Artiles, una voluntaria, hace rastreo de contactos en Florida. (EFE /EPA)
Diana Artiles, una voluntaria, hace rastreo de contactos en Florida. (EFE /EPA)

"Quizás nos obcecamos demasiado en la 'app' y no pensamos en opciones más simples como esta, que ahora vemos que aportaría", reflexiona. "Además se ha demostrado que la gente está comprometida con la respuesta a la pandemia, y como estrategia de empoderamiento y participación me gustaría ver algo así, más que entender a los ciudadanos como unos sujetos pasivos receptores de recomendaciones".

El autorrastreo sería el equivalente en Salud Pública a las despensas solidarias que aparecieron en los albores de la epidemia, que para miles de personas cubrieron el hueco de la respuesta social de las autoridades —ayudas locales, Ingreso Mínimo Vital o los ERTE— que tardaron meses en articularse y llegar al estómago de los ciudadanos que, pese a las proclamas políticas, hacía muchas semanas que se habían quedado atrás.

Que una labor voluntaria sustituya a la profesional nunca es lo ideal, pero siempre es mejor que haya algo a nada.

Cómo hacerlo bien

Supongamos que esta mañana esa tos y fiebre que arrastraba se han confirmado. Abra una libreta. Lo primero que tiene que hacer es fijar la fecha en la que comenzaron estos síntomas, habitualmente un par de días antes. A partir de ahí retrase el reloj 72 horas más y anote en una libreta con quién pasó más de 15 minutos a menos de dos metros de distancia. Habitualmente estos son los casos que componen la mayor parte de un brote, y no aquellos casuales con los que se cruzó en el transporte público o el supermercado.

Anote dónde estuvo con ellos y qué tipo de actividades hizo. Para un rastreador profesional, acceder a esta información sería todo un lujo. Por suerte, usted tiene el conocimiento y tiene los teléfonos. Explíqueles que es usted un caso confirmado de coronavirus, dígales dónde lo contrajo y que está llamando porque resultó ser un contacto estrecho durante los últimos tres a cinco días. Que es aconsejable que durante los próximos días se autoaísle y vigile su temperatura, dado que la fiebre suele ser el primer marcador de la enfermedad en aparecer.

La reacción de su contacto será, desde luego, de sorpresa. Puede no ser amable, pero lo acabarán por comprender, porque en el caso de que ese sospechoso se acabe confirmando como otro positivo tendrá que hacer lo mismo que usted, desde el principio, con sus propios contactos.

Para unos ciudadanos que en los peores momentos de la pandemia fueron capaces de abastecer de comida a sus vecinos o auxiliar a los ancianos llevándoles medicamentos a casa, poner en práctica este autorrastreo colaborativo es pan comido. El momento es idóneo, dado que actualmente la mayoría de los casos afectan a jóvenes: no acaban siendo graves, pero difunden el virus mucho más: bastaría con que hicieran uso del móvil para cortocircuitar sus propios brotes.

Esta proactividad por parte de todos puede marcar la diferencia para la sociedad española a la hora de asfixiar estos rebrotes veraniegos y debilitar la ola otoñal de coronavirus. Llevamos casi cinco meses jugando a ser epidemiólogos, quizá sea hora de que juguemos mejor a ser rastreadores para facilitar la labor de los pocos que hay.

No es ningún secreto que el sistema de rastreo de contactos en España está en mantillas. La atención primaria, encargada de hacer la primera fase del rastreo de los contactos de un positivo por covid-19 está agotada y esquilmada. Los llamados rastreadores —personal especializado en tirar del hilo de estos contactos con el objetivo de identificar cuántas personas han podido ser infectadas, seguirlas a diario para comprobar su evolución y lograr contener ese brote— llevan alertando desde la desescalada que si los casos aumentan, su capacidad de seguir casos se desbordará.

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