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Pies de plomo en China: preocupación ante una 2ª oleada de contagios de coronavirus
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El país contiene el aliento

Pies de plomo en China: preocupación ante una 2ª oleada de contagios de coronavirus

Los cines cierran de nuevo sus puertas después de que se haya detectado un contagio por coronavirus en una sala. Los centros educativos irán abriendo poco a poco

Foto: Un hombre vestido con traje protector, a la entrada de un edificio en Wuhan esta semana. (Reuters)
Un hombre vestido con traje protector, a la entrada de un edificio en Wuhan esta semana. (Reuters)

Después de haber permanecido dos meses cerrados, el pasado sábado los cines tenían previsto volver a proyectar películas en Shanghái. “Habíamos modificado los mapas de asientos en el sistema de venta para dejar siempre uno libre entre dos espectadores, como pidieron las autoridades para evitar contagios, e incluso habíamos bloqueado esas butacas para que la gente no se cambie de sitio durante la proyección”, comenta a El Confidencial Li, empleado en un cine de la cadena Wanda en Shanghái. Ya no va a ser posible.

Cuando estaban a punto de reabrir las puertas y habían vendido ya un significativo número de entradas, las autoridades registraron un contagio en una sala de la vecina provincia de Zhejiang y revirtieron la orden. Así que los cines permanecen cerrados, lo mismo que todos los lugares de ocio en los que se puedan concentrar multitudes, con la excepción de algunos parques. “Aunque el Gobierno ha anunciado que adquirirá miles de entradas y proporcionará ayudas, el golpe a la industria está siendo enorme”, afirma Li.

Foto: El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. (EFE)

China no quiere correr riesgos y se mueve con pies de plomo. Después de haber logrado erradicar casi por completo los contagios locales de coronavirus, ahora el Partido Comunista propicia que se retome la actividad empresarial, pero tratando de evitar en todo momento el riesgo de que estallen nuevos brotes. Los científicos han advertido de que puede suceder y, por eso, el proceso de vuelta a la normalidad se está llevando a cabo de forma paulatina y con mucha cautela. En esta situación, pasos atrás como el que han vivido los cines van a ser habituales.

placeholder Un hombre protegido con una mascarilla descansa de un paseo con su perro en Wuhan (China), este lunes. (EFE)
Un hombre protegido con una mascarilla descansa de un paseo con su perro en Wuhan (China), este lunes. (EFE)

Lo saben también en la Torre de la Perla de Oriente, uno de los rascacielos más representativos de Shanghái: fue uno de los primeros lugares turísticos que volvieron a recibir visitantes en sus miradores, el pasado día 18 y siempre con restricciones al número de personas en su interior, y este lunes ha anunciado que vuelve a cerrar debido al coronavirus, pero la nota oficial no da más detalles. Lo mismo han hecho en la capital económica de China la Torre Jin Mao y el museo de cera de Madame Tussauds.

Algunos ejemplos de la forma súbita en que se retiran las autorizaciones son más chocantes. Es el caso de un karaoke de la ciudad de Chengdu, capital de la provincia central de Sichuan. El establecimiento había recibido permiso para reabrir el negocio, pero fue retirado casi de inmediato. “No habíamos terminado ni la primera canción cuando el personal vino y nos dijo que teníamos que marcharnos, que habían ordenado el cierre”, cuenta Zhang Xiaowu, una de las jóvenes que tuvieron que cambiar de planes.

Las empresas manufactureras también caminan por la cuerda floja. La mayoría de las fábricas han logrado arrancar ya la maquinaria, pero no sin antes cumplir con unos estrictos requisitos de seguridad: desde el aprovisionamiento de mascarillas y guantes suficientes para todos los empleados, hasta el establecimiento de una distancia de seguridad entre todos sus puestos. “Hay que pasar una auditoría muy estricta antes de recibir la autorización para abrir”, cuenta Antxon San Miguel, responsable de la planta de Tucai en Ningbo.

placeholder Un hombre, en las calles de Wuhan este lunes. (Reuters)
Un hombre, en las calles de Wuhan este lunes. (Reuters)

A partir de ese momento, el contagio de cualquier empleado puede suponer la retirada de ese permiso y un duro golpe para toda la empresa. Ha sucedido en varios lugares, incluida una oficina de Guangzhou que reanudó sus operaciones el 9 de febrero, tras la festividad del Año Nuevo Lunar. Una semana más tarde, uno de sus trabajadores comenzó a desarrollar síntomas del Covid-19 y, según un medio local que no revela el nombre de la empresa, eso provocó que toda la plantilla fuese puesta en cuarentena. Solo hace unos días que ha podido retomar de nuevo la actividad.

En esta coyuntura, hay un colectivo que va a tener mucho más difícil volver a la normalidad: el de los ciudadanos de Hubei, la provincia en el epicentro de la epidemia. Sobre todo quienes trabajan en otras provincias. “Nadie los quiere contratar por miedo al contagio. A nosotros nos han preguntado si estaríamos dispuestos a emplearlos, y yo no veo inconveniente siempre que estén sanos. El tema es que ahora no necesitamos trabajadores”, explica Asier Bideguren, responsable de la planta que la catalana Ponsa tiene en Dongguan.

El problema está en que no es tan fácil determinar quién está libre del virus y quién no. Lo ha demostrado el caso de un hombre apellidado Tang, que el pasado día 17 obtuvo un permiso para regresar desde Hubei a Huizhou, en la provincia sureña de Guangdong, para reincorporarse a su puesto en Adayo, un fabricante de luces led. Viajó en su propio vehículo con su familia, y el Gobierno le concedió el código verde que demuestra que no representa un riesgo para nadie. El 22 volvió al trabajo y, tres días después, el comité vecinal requirió que se hiciese el test del coronavirus: dio positivo.

placeholder Un hombre con mascarilla prepara comida en un puesto callejero de Guangzhou, China. (Reuters)
Un hombre con mascarilla prepara comida en un puesto callejero de Guangzhou, China. (Reuters)

Este periodista ha contactado con la empresa para confirmar las noticias publicadas en la prensa local y sus responsables han declinado hacer declaraciones al respecto, pero no han negado la información. Aparentemente, Tang es uno de los muchos contagiados asintomáticos: no ha sufrido ningún síntoma del Covid-19, pero ha contraído el coronavirus. Y eso ha provocado que unas 70 personas que tuvieron contacto con él hayan sido puestas en cuarentena, aunque sus propios familiares han dado negativo en los test.

Este es el riesgo que muchas empresas quieren evitar, porque conlleva un elevado coste. Además, en una situación de incertidumbre económica como la que se vive en la actualidad, la mayoría de las compañías están despidiendo a gente, no contratándola. Muchos temen que los ciudadanos de Hubei sean los más afectados por la situación, y los propios sindicatos han tenido que recordar que pertenecer a esa provincia no es razón justificada de despido.

China está recuperando la vida en las calles, sí, pero también contiene el aliento ante la crisis económica que seguirá a la sanitaria. “Es cierto que se está reabriendo todo en China. Pero también que están cerrando. Concretamente, están cerrando fábricas por el virus. Por el virus en Occidente. Las fábricas chinas que no sean de mascarillas o de artículos relacionados con el virus están sufriendo una brutal cancelación de pedidos y en algunas están teniendo que bajar la persiana”, sentencia Luis Galán, fundador de la consultoría especializada en comercio electrónico chino 2Open. Así, la normalidad se antoja algo aún muy lejano.

Después de haber permanecido dos meses cerrados, el pasado sábado los cines tenían previsto volver a proyectar películas en Shanghái. “Habíamos modificado los mapas de asientos en el sistema de venta para dejar siempre uno libre entre dos espectadores, como pidieron las autoridades para evitar contagios, e incluso habíamos bloqueado esas butacas para que la gente no se cambie de sitio durante la proyección”, comenta a El Confidencial Li, empleado en un cine de la cadena Wanda en Shanghái. Ya no va a ser posible.

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