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Los españoles son ahora los sospechosos del coronavirus en China: "Piden que me vaya"
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Algunos van de cuarentena a cuarentena

Los españoles son ahora los sospechosos del coronavirus en China: "Piden que me vaya"

El gigante asiático decreta 14 días de cuarentena para todos los viajeros llegados de 16 países, entre ellos España. Así viven ellos la experiencia de ser los 'nuevos señalados'

Foto: Alberto Miranda en el aeropuerto. (Foto: Alberto Miranda)
Alberto Miranda en el aeropuerto. (Foto: Alberto Miranda)

A Alberto Miranda el coronavirus le persigue por todo el mundo. Este almeriense que lleva ya seis años en China, asistió al cierre de Wuhan el pasado 23 de enero desde Shanghái, donde reside con su mujer china y trabaja para una multinacional alemana. Después de tres semanas en cuarentena autoimpuesta para evitar los efectos de la epidemia que se extendió por todo el país, y ante el agravamiento de la situación y la preocupación de su familia, la pareja decidió volar a España, donde también limitó al máximo el contacto con otras personas y, por responsabilidad, observó una nueva cuarentena voluntaria.

No obstante, Miranda y su mujer han regresado a Shanghái porque consideran que "en Europa la gente se lo está tomando a coña". La situación ha dado un vuelco espectacular: ella llegó primero, el pasado día 8, y recibió un código verde que no limita sus movimientos; pero, ahora, con casi 200 casos importados del extranjero —el 84,55% de todos los registrados en China durante la última semana—, él está siendo tratado como sospechoso de portar el SARS-CoV-2 y se encuentra actualmente en cuarentena en un hotel designado a tal efecto.

No es el único, ni mucho menos. Aunque no hay aún datos oficiales, miles de personas han aterrizado en China desde que Europa comenzó a decretar restricciones. Muchos han viajado porque creen que en el gigante asiático estarán más seguros. No obstante, todos los que llegan procedentes de alguno de los 16 países que nutren la creciente lista negra —o que los han visitado en las dos últimas semanas— tienen que completar una cuarentena de 14 días en aislamiento total. Miranda está en el hotel número 17, y desde allí atiende a Teknautas.

"De Frankfurt a Taipéi no hubo ningún tipo de control, y solo vi gente con mascarilla o guantes en la puerta de embarque. En Taiwán sí que tuve mucha más sensación de seguridad porque había cámaras térmicas y controles. De Taipéi a Shanghái el avión iba casi vacío, pero tanto a mí como a otro pasajero nos aislaron en la parte posterior del aparato y nos pidieron que utilizásemos un aseo diferente al del resto", recuerda. Nada más llegar a Shanghái, Miranda tuvo que hacer una declaración de salud y fue separado del resto por haber estado en zonas de riesgo. "Me dieron una etiqueta amarilla, que significa que tienes que hacer cuarentena en la forma que determine el distrito. Si te dan roja es que tienes que ir a uno de los centros de aislamiento", explica.

placeholder Personal chino revisa el pasaporte de Alberto Miranda. (Foto: Alberto Miranda)
Personal chino revisa el pasaporte de Alberto Miranda. (Foto: Alberto Miranda)

Un equipo revisó su caso y determinó que su domicilio no reunía las condiciones necesarias para que llevase a cabo la cuarentena en su interior, a pesar de que sí cuenta con cámaras de seguridad y portero. Así que, después de unas cuatro horas en el aeropuerto, fue trasladado al hotel. "Me dio un poco de miedo porque nos llevaron en una furgoneta que, aunque estaba desinfectada, iba con gente potencialmente infectada", comenta. Pero tuvo suerte y se encuentra en el Crowne Plaza. Un buen hotel. "No me puedo quejar de la comodidad y de cómo me están tratando. Pensaba que sería peor", afirma.

Miranda fue fumigado y sus maletas desinfectadas. "En el hotel está todo cubierto de plástico y todo el mundo lleva trajes biológicos. No podemos salir de la habitación ni recibir visitas, pero sí puedo recibir un paquete, así que le dije a mi mujer que me trajera una maleta con cosas, porque no tenía casi nada conmigo". La primera noche reconoce que fue dura. "Psicológicamente es un 'shock' brutal. Y no tener ningún contacto con otras personas no es fácil de sobrellevar. Pero con el tiempo te mentalizas", asegura.

placeholder (Foto: Alberto Miranda)
(Foto: Alberto Miranda)

Miranda continúa trabajando 'en remoto' y se ha acostumbrado ya a la rutina del hotel. A las 11.30 de la mañana recibe el almuerzo y a las 17 horas la cena: una bandeja con arroz, verdura, y algo de carne. "El agua embotellada la he tenido que pedir 'online' porque dicen hirvamos la del grifo, pero no tenemos el estómago preparado para eso. Me traen todo lo que compro y me lo dejan en una mesa fuera". Precisamente, el agua ha sido un punto polémico. Porque algunos extranjeros, y también chinos, demandan que se les proporcione agua embotellada. Y no todos la reciben.

Miedo a represalias

Magdalena Sastre, una mallorquina de 24 años, no sufre ningún tipo de escasez. Al igual que Miranda está en cuarentena en un hotel, pero en la ciudad sureña de Guangzhou. Y se deshace en halagos hacia los chinos que cuidan de ella. "Están siendo muy amables y hacen todo lo que pueden para que la situación sea llevadera. No sé si la Unión Europea trataría a los chinos tan bien como nos están tratando ellos a los extranjeros", dispara. Sastre se suma a Miranda en las críticas a España. "En Palma de Mallorca nadie llevaba mascarilla, en Barcelona vi algunos extranjeros con ella, y en Moscú todo el mundo se protegía con ella", recuerda.

Esta joven estudiante de chino decidió regresar a Guangzhou cuando vio que no se había detectado ningún contagio nuevo en la última semana. Cuando aterrizó, le hicieron una entrevista personal y la asignaron al grupo de su barrio. "Al principio se me pusieron los pelos de punta al pensar adónde me llevarían, porque China conjura imágenes de cárceles y lugares horribles, pero he acabado en un hotel que está muy bien. Es un poco viejo, pero está limpio y tiene todo lo que necesito", explica.

placeholder Magdalena Sastre durante su llegada a China. (Foto: Magdalena Sastre)
Magdalena Sastre durante su llegada a China. (Foto: Magdalena Sastre)

Claro que ese no era su plan original: ella había logrado que unos amigos suyos se comprometiesen por escrito a dejarle un piso vacío que alquilan en Guangzhou para que hiciese la cuarentena en la vivienda. No obstante, se presentó un problema inesperado: "Aunque lo estuvieron intentado durante dos horas, el comité vecinal se negó". Sastre asegura que entiende ese rechazo porque se trata de un edificio en el que "hay muchas familias y abuelos", pero lo cierto es que la negativa refleja la creciente aprensión en China hacia los ciudadanos occidentales.

Y también hacia los chinos que regresan desde otros países de riesgo. El propio diario ultranacionalista 'Global Times' reconoce en un artículo que la población está dividida en su juicio hacia quienes regresan al gigante asiático, independientemente de su nacionalidad —un 90% son chinos—. "Su decisión de regresar ha provocado sentimientos negativos, sobre todo por el creciente número de contagios importados", afirma el diario, que se hace eco de casos polémicos que se han viralizado en las redes sociales chinas. Recoge el término de 'bebés grandes' que se está aplicando a "adultos inmaduros y egoístas que dan por hechos los esfuerzos que la nación ha hecho para combatir al coronavirus".

placeholder (Foto: Magdalena Sastre)
(Foto: Magdalena Sastre)

Además, comienzan a verse algunos ejemplos de racismo. "Me han impedido la entrada a muchos establecimientos porque soy occidental", afirma un español residente en la localidad de Yiwu. "Ya me han pedido unas cuantas veces que me vaya de vuelta a mi país", comenta otro desde Guangzhou. Este diario ha podido hablar también con varias personas que no han tenido tanta suerte como Miranda o Sastre en su cuarentena y están sufriendo dificultades, pero todos han declinado hacer pública su identidad por miedo a represalias de las autoridades chinas.

Separación entre madres e hijos

La situación más grave es la que sufren mujeres con niños. Muchas son esposas de trabajadores expatriados en China que regresan para reunirse con ellos y son separadas de sus descendientes o puestas en habitaciones que no reúnen las condiciones de habitabilidad que consideran mínimas. "Las sábanas están sucias, no hay toallas, y no tenemos ni calefacción", critica una de ellas.

El idioma es también un problema serio. "La mayoría de la gente no habla inglés, y nosotros no hablamos chino. Nos dicen que pidamos lo que necesitamos, pero tenemos que escribirlo en chino, y es difícil que nos ayuden desde la empresa porque no podemos tener contacto con nadie. Además, muchas de las apps de comercio electrónico solo están en chino y es necesario tener contratados los servicios de pago 'online' en el país para usarlas", añade otra.

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(Foto: Magdalena Sastre)

Miranda reconoce que "si no hablas chino, la experiencia es muy dura", y Sastre añade que los que hablan inglés "lo hacen en un nivel muy básico". Por eso, todos los entrevistados lanzan un mensaje claro: los extranjeros que no conozcan bien el país y se puedan manejar por sí mismos, sobre todo aquellos con niños pequeños a su cargo, no deberían regresar a China.

Además, aunque tanto Miranda como Sastre han tenido suerte y, de momento parece que no necesitarán abonar los costos de su cuarentena, el Gobierno ha anunciado que todos los visitantes aislados deberán pagar de su bolsillo cualquier gasto derivado. Según diferentes medios chinos, eso supone entre 50 y 90 euros por noche de hotel, más la comida: en total, no menos de mil euros por los 14 días de aislamiento.

Medidas necesarias

Eso sí, nadie pone en duda la necesidad de estas medidas drásticas. "Me parece muy bien que obliguen a la cuarentena porque, así, si llegamos contagiados, no infectaremos a nadie más", apostilla Sastre. "Me parece que el gobierno chino lo está haciendo muy bien y que estas mismas medidas deberían aplicarse en España. Y creo que los españoles necesitamos un poco de miedo para quedarnos en casa".

Lo mismo opina Antxon San Miguel, un trabajador vasco destinado a la ciudad de Ningbo que ha logrado que su mujer y sus dos hijas sean puestas en cuarentena en el domicilio familiar. "Como no podemos tener contacto, he sido yo quien se ha marchado a un hotel. Reconozco que no ha sido fácil preparar todo para que no las envíen a un hotel, y que si no hablas chino tienes un buen pollo, pero agradezco lo que China está haciendo por nosotros. He sido muy crítico con —el presidente— Xi Jinping, pero es justo reconocer lo que el país hace bien", afirma.

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En un principio, a San Miguel le aseguraron que trabarían desde fuera la puerta de la vivienda para cerciorarse de que la cuarentena se cumple a rajatabla, pero al final no lo han hecho. "A la mañana va un doctor a verlas y por la tarde les llevan la compra. Las reglas dependen de cada comité vecinal, pero en nuestro caso tengo que reconocer que se están portando muy bien", añade.

Sastre pide que se dejen de utilizar prejuicios para analizar a China y se pregunta cómo es posible que un país en vías de desarrollo sea capaz de equipar a su personal sanitario con todo lo necesario y que España no. "Creo deberíamos dejar el orgullo a un lado para aprender de cómo ha actuado en esta ocasión", concluye la joven mallorquina.

A Alberto Miranda el coronavirus le persigue por todo el mundo. Este almeriense que lleva ya seis años en China, asistió al cierre de Wuhan el pasado 23 de enero desde Shanghái, donde reside con su mujer china y trabaja para una multinacional alemana. Después de tres semanas en cuarentena autoimpuesta para evitar los efectos de la epidemia que se extendió por todo el país, y ante el agravamiento de la situación y la preocupación de su familia, la pareja decidió volar a España, donde también limitó al máximo el contacto con otras personas y, por responsabilidad, observó una nueva cuarentena voluntaria.

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