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No en mi parcela: así ha logrado Arturo paralizar el Algarrobico madrileño
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HOTEL FRUSTRADO EN PLENA SIERRA DE GUADARRAMA

No en mi parcela: así ha logrado Arturo paralizar el Algarrobico madrileño

Tras cuatro años de litigios, el Tribunal Supremo ha dado la razón a los García de Mateos en su lucha para detener la construcción de un hotel en un espacio protegido de Valdemorillos

Foto: Arturo García de Mateos, en su finca. (A. V.)
Arturo García de Mateos, en su finca. (A. V.)

Para llegar hasta su casa a las afueras de Valdemorillo, situado a 30 kilómetros al oeste de Madrid, Arturo García de Mateos tenía que salir de la carretera y recorrer un camino terroso que, tras pasar por una puerta de piedra, ascendía una suave pendiente y giraba a la derecha entre dos edificios decimonónicos en ruinas, una vivienda principal con una iglesia acoplada y una modesta casa de labranza.

Alrededor de ellos se desparrama un bosque de encinas y enebros que conforma la cuenca de los ríos Cofio y Alberche, que alimentan el Tajo. Dado que la zona contiene especies protegidas o de alto valor ecológico, como el águila imperial, fue incluida dentro del espacio Red Natura de protección. En una de estas tardes de otoño en que el olor de las jaras alegra el aire, es fácil cruzarse con un grupo de gamos, corzos o algún conejo suelto que atraviesa el camino.

placeholder El complejo donde se está levantando el hotel (i) y la casa de los García de Mateos (d). (Google Maps / EC)
El complejo donde se está levantando el hotel (i) y la casa de los García de Mateos (d). (Google Maps / EC)

En este entorno tan aparentemente plácido, se ha librado una de las mayores batallas urbanísticas de la región: Arturo y su hijo, con el que comparte nombre, Arturo García de Mateos, han logrado doblegar a la promotora que pretendía construir un establecimiento hotelero delante de sus narices.

Hace unos días, el Tribunal Supremo ha dictado su veredicto contra la promotora de las obras y la Comunidad de Madrid —que interpusieron un recurso de casación ante la sentencia que les obligaba a realizar una evaluación ambiental del proyecto antes de conceder la licencia de obras— y a favor de la familia del octogenario. Con la normativa actual en la mano, “si el proyecto se sometiera al procedimiento de evaluación ambiental, sería imposible que se informara favorablemente”, informan desde Ecologistas en Acción.

Más que un conflicto de lindes

Hubo una época en que la finca Fuentevieja estaba unificada, pero alrededor de 1990 fue repartida entre cuatro hermanos y dividida en sendas franjas longitudinales: F1, F2, F3 y F4, según su disposición de izquierda a derecha. La puerta de acceso a la finca está justo en el terreno de al lado, así que para acceder a la suya, la F3, Arturo padre tenía que atravesar el terreno contiguo a través de un camino de servidumbre.

"La finca matriz está rodeada por un muro de piedra y dividida en cuatro partes", explica García de Mateos a El Confidencial. A los dueños de las divisiones situadas a ambos extremos de Fuentevieja, F1 y F4, el conflicto no les afecta porque disponen de entradas individuales a sus parcelas. "El único que no tiene entrada soy yo, que como indican las escrituras estoy obligado a entrar por un camino histórico, que es de servidumbre de paso", explica.

Un día de 2014 se percató de que los compradores de la F2 habían venido para quedarse. Al pasar delante de los edificios —anteriores a 1877, según un plano topográfico militar— comprobó cómo lo que comenzó siendo una rehabilitación pronto se convirtió en una demolición y más tarde en la construcción de un edificio de 2.360 metros cuadrados.

placeholder Las obras detenidas del futuro hotel desde el camino de servidumbre. (A. V.)
Las obras detenidas del futuro hotel desde el camino de servidumbre. (A. V.)

Poco más tarde, los dueños habilitaron un segundo sendero, angosto y empinado, por el que desviaban a la familia De Mateos alrededor de los edificios para guiarles hasta sus dominios.

"Esta servidumbre de paso se cortó sin previo aviso el día que comenzaron las obras, acción permitida por el ayuntamiento, abriendo un camino alternativo y sin la posibilidad de presentar alegaciones según marca la ley", explica Arturo hijo. "De un día para otro, vallaron esto y me desviaron por el camino".

Por fin, un día, él y su padre se encontraron con una puerta en mitad del camino que les impedía llegar hasta la casa. Días después, añadieron otra puerta con candado y finalmente unas enormes piedras que bloqueaban el camino. Además, la promotora dispuso a varios empleados de seguridad para patrullar la finca. Por las noches, desde su casa, padre e hijo podían ver las luces de sus coches refulgiendo entre los árboles.

"Lo que querían principalmente era comprarnos la servidumbre para montar ahí un hotel"

¿Demasiado para un padre de 84 años y un hijo cuyas quejas eran ninguneadas tanto por el Ayuntamiento de Valdemorillo como por la Comunidad de Madrid? Eso pensaban.

El hijo, crucial en toda esta historia, es un ingeniero de montes que por entonces trabajaba en El Salvador. Al presentir lo que estaba a punto de venírsele encima a su padre, hizo las maletas y se plantó en Fuentevieja, donde ha pasado los últimos cuatro años batallando legalmente contra el proyecto.

placeholder La casa del guardés construida en la finca de al lado. (A. V.)
La casa del guardés construida en la finca de al lado. (A. V.)

"Yo estaba trabajando en El Salvador, me vine porque dijeron que querían comprar la servidumbre", explica el hijo. "Mi padre tiene ya 84 años y no tenía fuerzas para afrontar los problemas que se avecinaban, como defender sus derechos de paso".

Les ofrecieron incluso comprar la finca, pero lo que querían principalmente era la servidumbre de paso. "Eso les evitaría la mirada indiscreta hacia lo que pretendían construir".

Fuenteladera SA, la promotora de las obras, es una empresa familiar de Florencio Lasaga Munárriz, presidente de la Fundación Ramón Areces y miembro del consejo de administración de El Corte Inglés, y gestionada por su hijo Álvaro Lasaga Pérez del Molino. Primero construyeron en apenas seis meses la casa del guardés. Cuando Arturo García de Mateos se fijó en la licencia, comprobó que teóricamente solo tenían permiso para construir un cuarto de baño.

"Vi cómo de repente les otorgaban una calificación urbanística, la recurrí, la comunidad me dio la razón... ¡e inmediatamente el ayuntamiento les otorgó otra la misma semana!", resume.

Odisea en los tribunales

La sentencia del Tribunal Supremo detalla que, como suele ocurrir en este tipo de casos, la urbanización de la finca se fue realizando de una forma sutilmente incremental. El aseo se transformó en una vivienda de guardeses que, una vez fue construida, necesitaba un transformador que pudiera dotarla de suministro eléctrico. Más tarde, en diciembre de 2014, se hizo un nuevo requerimiento para rehabilitar dos viviendas residenciales, una capilla, tres naves y dos gallineros. En mayo de 2015, se solicitó el cerramiento perimetral de la finca.

Padre e hijo asistían con estupor al espectáculo de cómo un complejo se estaba levantando en la finca de al lado, todo ello con la connivencia del consistorio valdemorillense y la CAM, y sin requerimiento alguno de impacto ambiental por parte de la Administración competente. Mientras tanto, las complicaciones seguían surgiendo y más de una vez la Guardia Civil tuvo que intervenir para garantizar que ambos pudieran seguir accediendo a su vivienda sin necesidad de llevar encima una cizalla para cortar los alambres que aseguraban la puerta que habían colocado a la entrada de sus terrenos.

placeholder García de Mateos acumula varias sentencias que le dan la razón en su pleito contra el hotel. (A. V.)
García de Mateos acumula varias sentencias que le dan la razón en su pleito contra el hotel. (A. V.)

Los Arturos no se achantaron y presentaron numerosos recursos para entorpecer la construcción del hotel. En un momento dado, los promotores trataron de aprovechar una vía pecuaria para entrar desde Peralejo, al noroeste de Valdemorillo, aduciendo la necesidad de tener una salida de incendios. La Comunidad de Madrid les dio una licencia para hacerlo pero, tras recurrir sus vecinos de finca, el Tribunal Superior de Justicia echó para atrás el intento.

Un fallo que resultó fatal

La clave de todo el caso reside en que la memoria resumen del proyecto fue presentada el 11 de diciembre de 2014 pero el último de los anexos, relativo al vallado de la finca, es del 29 de mayo de 2015. Entre medias entró en vigor una normativa mucho más laxa para los propósitos de la promotora, pero debían regirse por la norma anterior, la Ley 02/2002 de Evaluación Ambiental. Su sustituta, la ley 21/2013, entró en vigor el 12 de diciembre de 2014.

Si los promotores hubieran presentado el proyecto 24 horas después, todos los esfuerzos de Agustín y Arturo habrían sido infructuosos

Es decir, que si los promotores del hotel hubiesen presentado el proyecto 24 horas después, todos los esfuerzos de esta familia hubiesen sido infructuosos y el hotel ya estaría construido en esta finca de Valdemorillo.

Sin embargo, "a pesar de ser la licencia nula según la Comunidad de Madrid, no tener calificación urbanística y carecer de resolución de impacto ambiental, la obra sigue vallada cortando la servidumbre de paso", explica García de Mateos.

Pese a la sentencia del Supremo, no hay nada que celebrar aún bajo el tejado de brezo de esta casa. Tras la ardua batalla legal que le ha consumido y empobrecido durante los últimos años, se resiste a pensar que todo haya terminado. Lo suyo, piensa, sería echarlo todo abajo. Pero cada vez que baja por el camino con su viejo todoterreno, las casetas de obra, las vallas y las cámaras de vigilancia siguen ahí, flanqueando el fantasma de ese hotel a medio construir.

Foto: Obras en la finca de Alejandro Aznar, que se encuentra dentro del Parque Nacional de Cabañeros. (Foto: Ecologistas en Acción)

Para llegar hasta su casa a las afueras de Valdemorillo, situado a 30 kilómetros al oeste de Madrid, Arturo García de Mateos tenía que salir de la carretera y recorrer un camino terroso que, tras pasar por una puerta de piedra, ascendía una suave pendiente y giraba a la derecha entre dos edificios decimonónicos en ruinas, una vivienda principal con una iglesia acoplada y una modesta casa de labranza.

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