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La compra que iba a cambiar la industria de los microchips encalla: el culebrón de Nvidia y ARM
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ATASCO BUROCRÁTICO

La compra que iba a cambiar la industria de los microchips encalla: el culebrón de Nvidia y ARM

12 meses después de anunciarse el acuerdo de 40.000 millones con Softbank, nada ha cambiado. Tanto Londres como Bruselas desconfían de las intenciones de Nvidia. Mientras tanto, su división china se declara en rebeldía

Foto: Jensen Huang, CEO de Nvidia. Foto: Reuters
Jensen Huang, CEO de Nvidia. Foto: Reuters

El próximo 14 de septiembre se cumplirá un año desde que Nvidia, el gigante de los circuitos integrados y unidades de procesamiento gráfico, anunciase a bombo y platillo que compraba ARM. Esta desconocida multinacional con pasaporte británico, un actor clave en el negocio de los procesadores para móviles, servidores y también para ordenadores, era hasta ese momento propiedad de Softbank, una empresa de telecomunicaciones nipona convertida, gracias a su ansia inversora, en una de las manos que mece la industria tecnológica.

La venta formaba parte de un proceso de desinversión (que también se saldó con el traspaso de Boston Dynamics a Hyundai) que estaba llevando a cabo la firma japonesa para ganar un balón de oxígeno financiero cuando se empezó a intuir la crisis del coronavirus y tras las pifias de Uber y WeWork.

Foto: Los robots de Boston Dynamics se han hecho famosos por sus bolos en internet.

El precio que se acordó eran 40.000 millones, entre efectivo, acciones, variables y otras contraprestaciones. Eso convertía la operación en la más importante de la historia del gremio, superando el acuerdo entre Avago con Broadcom en 2015 por 37.000 millones. Nvidia se dio entonces año y medio para completar la operación. Han pasado 12 meses desde entonces y la compañía continúa siendo propiedad de Softbank. La situación sigue siendo la misma o incluso se puede decir que ha empeorado.

Las reticencias de los reguladores europeos y británicos son mayores que nunca y expresar sus reservas abiertamente. Pero en medio de este atasco burocrático también han surgido nuevos frentes. En China, la relación con la división local de ARM se ha deteriorado hasta el punto de que el CEO, despedido hace una temporada, ha decidido atrincherarse en el cargo y convertir la subsidiaria en una empresa independiente que no obedece los mandatos de la sede de Cambridge sumiendo la empresa en una suerte de guerra civil.

¿Quiénes son estos de ARM?

Para entender esta desconfianza hay que entender que ARM es un proveedor clave para empresas como Qualcomm, Apple, Samsung o MediaTek, por citar algunos de los más importantes. Sin entrar en demasiados vericuetos técnicos, ellos proporcionan los ‘patrones’ que, posteriormente, utilizan los diferentes fabricantes para dar forma a sus procesadores. A veces no proporcionan el paquete completo, sino que permiten usar parte en el diseño final.

La parte más visible o más cercana al común de los mortales es de los ‘smartphones’. Su arquitectura se ha convertido en la norma en lo que se refiere a chips de teléfonos móviles, entre otras cosas, gracias a la eficiencia energética que conseguían ofrecer. En los últimos años, sin embargo, se ha visto cómo también han metido un pie en el mundo de los ordenadores.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

El mejor ejemplo de esta transición es Apple. Hace unos años utilizaba sus propios chips en los iPhone, apoyándose en las tecnologías de ARM, pero necesitaba de Intel para dar vida a sus Mac. Gracias a los avances que conseguían año a año en los iPhone y en los iPad, los de la manzana decidieron crear sus corazones para sus portátiles y ordenadores, algo que cristalizó con la aparición de los M1 el pasado otoño, que han conseguido llevar a los MacBook a otra liga en lo que se refiere a autonomía y rendimiento.

Microsoft y Qualcomm también están en esas, tratando de ofrecer una opción competitiva para crear portátiles con procesadores ARM con Windows, aunque todavía no han dado en el clavo. Pero esta parte de la electrónica de consumo solo es una pequeña parte de la cartera de ARM. Hay muchos más, ya que surte a diferentes empresas con diseñados relacionados con CPU, gráficas, internet de las cosas, inteligencia artificial, industria 4.0…

Según datos de la consultora CCS Insight, los clientes que utilizan sus tecnologías venden o utilizan cada año una media de 22.000 millones. Esa cifra da fe de que es y será un actor fundamental de la industria. Y alternativas, como quedó demostrado durante los primeros meses de veto a Huawei, hay pocas.

Guardián de partes críticas

Además de Nvidia, empresas como TSMC o Apple sondearon la operación cuando Softbank puso el cartel de 'Se traspasa negocio'. Sin embargo, pocos fueron los que dieron el siguiente paso, el de pedir informes económicos, para llevarla a cabo. El precio, por supuesto, era un obstáculo importante para hacer la inversión pero había otro asunto nada menor: el margen de maniobra. Cualquiera que fuese el comprador se iba a convertir en el guardián global de partes críticas de esta industria.

Es esta la razón que ha puesto en pie de guerra a los reguladores de ambos lados del Canal de La Mancha. En Londres hace tiempo que pusieron los acuerdos en punto muerto, con una investigación que se concluyó el pasado mes de agosto con serias advertencias al daño que podrían producirse a la competencia si ARM deja de ser un actor neutral y pasa a manos de la compañía estadounidense.

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Foto: Reuters

No han bastado las promesas de mantener el sistema de licencias vigente hasta ahora o dejar la sede en territorio británico. Esta, la de donde se encuentra el cuartel central de la empresa, es una preocupación mayúscula del Reino Unido 'after Brexit', que no quiere que una joya de la corona como esa se vea atrapada o perjudicada entre la guerra comercial que mantienen EEUU y China. Uno de los cofundadores de ARM remitió una carta a Boris Johnson alertando de que si la venta se llevaba a cabo, el rumbo de la empresa, con quién podía comerciar y con quién no, se iba a decidir en la Casa Blanca y no en el 10 de Downing Street.

En Bruselas tampoco han convencido estas razones ya que, tal y como informó el Financial Times, se preparan para abrir una investigación similar. Mientras tanto, Nvidia ya ha reconocido que el plazo de los 18 meses que se autoimpusieron no se va a cumplir.

La compra responde a las ansias de Nvidia por poder rivalizar con Intel en la próxima generación

Las reticencias de la industria apuntan al uso que podría hacer Nvidia tanto de la tecnología como de la información. ARM cobra a sus clientes en función del volumen de ventas que hacen. Eso les da acceso a muchísimos datos de un enorme valor empresarial que a no todos les hace gracia compartir.

¿Cuál es la motivación de Nvidia detrás de este movimiento? El propio CEO de la compañía, Jensen Huang, dio varias pistas. Habló de combinar sus innovaciones con las de la firma británica. Habló de compromiso con el ecosistema. Pero también habló de posicionarse en el jugoso mercado de los grandes centros de datos, un pastel que a día de hoy sigue acaparando Intel. El problema es que ARM ha conseguido hacerse muy fuerte con demostraciones como las hechas por Amazon Web Services (AWS), que, utilizando esta tecnología, desarrolló un chip un 40% más eficiente (en términos de rendimiento-dólar) que los que pueden ofrecer AMD o la propia Intel. Esta empresa, que desde hace tiempo ha visto menoscabada su otrora hegemónica dominación del mercado en PC y portátiles, podría verse muy tocada si cada vez más gente sigue la vía AWS y optan masivamente por otras soluciones.

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Foto: Reuters

A todo este culebrón hay que sumar otra patata caliente que tendrá que gestionar Nvidia si sus planes reciben finalmente luz verde: la situación en China. Allí, el CEO de la división local se ha atrincherado en el cargo a pesar de haber sido despedido. En 2018, tras llevar varios años operando en ese mercado, ARM decidió crear una 'joint venture', de la que cerca del 53% acabó en manos de fondo de inversión local y se nombra como CEO a Allen Wu. El problema es que este directivo montó una marca paralela llamada Alphatecture, que supuestamente utilizó para beneficiarse gracias a las tecnologías y la cartera de clientes de ARM.

La junta decidió cesarle en junio del año pasado con una mayoría abrumadora, pero una serie de leyes y normativas locales, que retorció en su beneficio, le permitieron atrincherarse en el cargo. Algo que le ha permitido controlar las cuentas de la empresa y costearse las cuitas judiciales que se han generado desde entonces. Este fuego parece que lo está gestionando el aun propietario Softbank y su resolución se antoja un asunto clave para que Nvidia pueda solicitar a las autoridades de China la revisión del acuerdo de compra.

El próximo 14 de septiembre se cumplirá un año desde que Nvidia, el gigante de los circuitos integrados y unidades de procesamiento gráfico, anunciase a bombo y platillo que compraba ARM. Esta desconocida multinacional con pasaporte británico, un actor clave en el negocio de los procesadores para móviles, servidores y también para ordenadores, era hasta ese momento propiedad de Softbank, una empresa de telecomunicaciones nipona convertida, gracias a su ansia inversora, en una de las manos que mece la industria tecnológica.

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