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El éxito de este invento vasco recuerda que todos vamos a acabar viviendo en minipisos
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"HACER DE UN PISO DE 40 M2 UNO DE 80"

El éxito de este invento vasco recuerda que todos vamos a acabar viviendo en minipisos

Ori Living es una empresa dedicada a los muebles robotizados a la que IKEA o Alphabet han regado con millones de dólares. Ahora se expanden por EE UU y han creado un mueble para la era del Zoom

Foto: Vista de uno de los muebles de Ori Living. (Foto: Ori)
Vista de uno de los muebles de Ori Living. (Foto: Ori)

A principios del pasado siglo, tan solo el 13% de la población mundial vivía en ciudades. Ahora estas han sido convertidas en agujeros negros demográficos que no dejan de aumentar y atraer personas hacia ellas o sus zonas periféricas. Se espera que en 2050 las grandes urbes sean el hogar de dos de cada tres humanos en todo el planeta. Por si no le parece suficiente, hay que tener en cuenta que no es un problema estático. Se va a multiplicar exponencialmente. Porque no es lo mismo el 60% de los 1.650 millones de habitantes que se calculaban en 1900 que los 9.700 millones que se esperan para dentro de tres décadas. Algo que no va a dejar de plantear sucesivos rompecabezas a los planificadores urbanos en materias como la movilidad o la vivienda, cuya oferta ya supone un problema en lugares como Madrid o París, por citar algunos casos cercanos. En lugares así, en los casos más extremos, se llegan a ofrecer antiguos cuartos de diez metros para el servicio doméstico, reacondicionados para personas que se quieran instalar allí y por los que se llegan a pedir hasta 700 euros.

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Muchos ya pintan un futuro en el que la vida en las ciudades discurrirá entre la oficina y los 'micropisos' de 30, 40 o 50 metros cuadrados en el mejor de los casos. A día de hoy, un millón y pico largo de personas se trasladan a zonas urbanas cada siete días en todo el mundo. Colmenas de viviendas en donde las zonas comunes incluirán grandes cocinas o cuartos de lavadoras para que el espacio en casa sea más aprovechable. Existe cierto consenso que, salvo una reanimación demográfica del ámbito rural gracias a tecnologías como el 5G, el futuro habitacional que aguarda en muchos países occidentales es el descrito en estas líneas. Y el éxito de una empresa llamada Ori Living viene a confirmar estos presagios.

Se trata de una compañía fundada por el ingeniero vasco Hasier Larrea, radicado en Nueva York, que se dedica a crear muebles robotizados. "Esto no va de legitimar o fomentar ese modelo, pero es una realidad innegable que ya se vive en muchos sitios. Cuanta más gente se muda a las ciudades, más pequeños se vuelven los pisos y más caros son", cuenta este joven a Teknautas en una entrevista por videollamada. "La clave de todo es poder ofrecer una herramienta para que un piso de 40 metros cuadrados tenga un espacio en la práctica que sea equivalente al de un piso de cuarenta metros cuadrados más", añade.

El suyo es el mejor ejemplo. Aquí en casa del herrero no hay cuchillo de palo. Vive con su pareja en un apartamento de 60 metros en Brooklyn. En la pantalla le vemos sentado delante de un enorme ventanal que permite observar parte de la ciudad desde las alturas. Un sofá es lo único que llama la atención en lo que parece su despacho. Uno se imagina la estancia rematada con un enorme escritorio con iMac. Pero nada más lejos de la realidad. "El lugar donde trabajo hace las veces de armario. Y esto hace dos horas era el dormitorio", cuenta.

Se da la vuelta y presiona un botón: una cama de matrimonio empieza a descender lentamente. Segundos después ya se ha posado y ocupa el centro de la estancia. "Tiene un mecanismo para hacerlo manualmente", puntualiza Larrea. No vaya a ser que sea un apagón y no una discusión conyugal lo que nos mande a pasar la noche en el sofá.

El invento en cuestión se llama 'Cloud Bed'. El colchón cuando no está en uso se aloja en un compartimento superior oculto a la vista por completo en el techo. Cuando desciende engulle el sofá, que forma parte de la combinación. Los reposabrazos rematados en madera hacen las veces de mesilla de noche. Este mueble robotizado cuenta con iluminación integrada y ajustable. Se puede manejar con controles físicos, pero también con tu móvil o con la voz, gracias a Siri o el asistente de Google. Una vez se ve en funcionamiento, aunque sea a través de videoconferencia, se entiende perfectamente de dónde viene el nombre de Ori Living. Lo toma prestado del 'origami', el arte japonés de crear figuras de papel solo doblándolo, sin utilizar pegamento ni tijeras.

Un nuevo mueble para la época del Zoom

Pero esta cama flotante no es ni mucho menos la única pieza de su catálogo. Tiene diferentes productos y versiones, como un mueble capaz de convertir el salón en un dormitorio en cuestión de segundos. El último ha sido un modelo ideal para la época del Zoom. "Ahora casi cualquier persona que se mude a un piso después de este 2020 que hemos vivido se fijará y mucho en que ese piso también le proporcione un buen espacio de trabajo", explica sobre 'The Pocket Office'. Básicamente se trata de una estructura que hace las veces de mueble para televisión –"algo más que común en cualquier casa"– que con un solo clic se convierte en un pequeño despacho.

El objetivo no es otro que evitar tener que apañar un rincón del salón o del propio dormitorio para teletrabajar. "Eso se ha hecho muchas veces sin diferenciar espacios ni actividades estos meses, con lo que eso supone psicológicamente", remata. "La tendencia de maximizar los metros cuadrados estaba ahí. Ves capitales como Tokio o Londres y ciudades como Nueva York y te das cuenta de que hay un panorama habitacional más que complicado desde hace tiempo. Este año ha sido un acelerador bestial. Hemos pasado de ir a casa para comer algo y dormir a tener que trabajar, hacer de nuestro salón un gimnasio y encima tener espacio para desconectar. Cuando uno se da cuenta de las limitaciones del espacio donde vive, se afana por cambiarlo".

Esta 'start up' nació en el MIT de Massachusetts. Allí Larrea se fue a cursar un máster y se integró en el grupo de investigación del llamado MediaLab, donde se percató de que "no se necesita" tanto espacio como pensamos. Cuando salió de allí montó la compañía con la ayuda de algunos compañeros. Ahora ha despertado el interés, entre otros, de gigantes como IKEA o Alphabet, la empresa matriz de Google. Ambos son los que más han aportado a las arcas de la compañía. A finales del año pasado le aportaron, sin ir más lejos, el grueso de los 20 millones de dólares que consiguieron levantar en la última ronda de financiación. "En nuestro caso son los dos socios perfectos", apunta. Por cierto, a esta inyección hay que añadirle una anterior, de unos 8 millones de dólares, que invirtió Khosla, una firma de capital riesgo.

La inversión de IKEA se realizó a través de su brazo inversor, el grupo Ignka. El movimiento es más que lógico. El rey del mueble, con quien ya realizó un modelo que aún no se comercializa en nuestro país, quiere vender muebles a oficinas, a pisos grandes o caserones; pero también a micropisos. No hay que olvidar como en sus establecimientos recrean propuestas para decorar y amueblar espacios que van desde los 20 metros cuadrados. Lo pintan tan `'cuqui' que cuando uno los ve no le parece tan grave verse abocado a alquilar un miniestudio en Malasaña o Tetuán.

El gigante sueco, entre muchos otros experimentos, tiene entre manos un proyecto de 'coliving' en el que se comparta pisos entre personas, pero cada uno pueda tener su espacio. Y la tecnología de Ori puede jugar un papel fundamental. Ambas compañías ya han comenzado un piloto pequeño en algunas ciudades asiáticas, tratando de adaptar sus inventos a pisos de poco más de diez metros cuadrados.

placeholder Modelo creado para Ikea. Foto: IKEA / ORI
Modelo creado para Ikea. Foto: IKEA / ORI

No solo es un proyecto de futuro

Alphabet es el otro gran inversor. El capital ha llegado a través de SideWalk Labs, la empresa con la que la matriz de Google quiere posicionarse en un lugar privilegiado para el futuro del urbanismo. Se trata de un estudio de urbanismo y arquitectura al que el 2020 y la pandemia le han supuesto un pequeño revés, ya que han tenido que paralizar el proyecto de ciudad inteligente que estaban pergeñando en Toronto, en un espacio de 48.500 metros cuadrados. Se trata de un plan para levantar una zona residencial que pretende automatizar el transporte y la gestión de residuos, entre muchas otras cosas, automatizándolos y apoyándose en diferentes tecnologías inteligentes, como robótica y 'big data'.

Pero Ori no es, como bien explica el CEO de la compañía, una de esas ideas que vive con cuatro prototipos, en pequeños pilotos. Lanzada hace cinco años, los primeros cursos se dedicaron plenamente a trabajo de diseño y validación de aquellos proyectos que nacieron en el MIT. Desde 2018 son una realidad comercial y sus productos cuentan con las mismas certificaciones "que cualquier lavadora o frigorífico".

Larrea explica que ya han entrado de la mano de constructores y promotoras en el negocio del 'real estate', ese de comprar o construir propiedades y acondicionarlas para su alquiler, con varias promociones en EE UU. "Estamos ya instalados en 30 edificios por todo el país", añade. "Y no son edificios con uno o dos muebles nuestros, hablamos de decenas de ellos. La verdad es que estamos cogiendo mucha escala y esperamos llegar pronto a más países".

A principios del pasado siglo, tan solo el 13% de la población mundial vivía en ciudades. Ahora estas han sido convertidas en agujeros negros demográficos que no dejan de aumentar y atraer personas hacia ellas o sus zonas periféricas. Se espera que en 2050 las grandes urbes sean el hogar de dos de cada tres humanos en todo el planeta. Por si no le parece suficiente, hay que tener en cuenta que no es un problema estático. Se va a multiplicar exponencialmente. Porque no es lo mismo el 60% de los 1.650 millones de habitantes que se calculaban en 1900 que los 9.700 millones que se esperan para dentro de tres décadas. Algo que no va a dejar de plantear sucesivos rompecabezas a los planificadores urbanos en materias como la movilidad o la vivienda, cuya oferta ya supone un problema en lugares como Madrid o París, por citar algunos casos cercanos. En lugares así, en los casos más extremos, se llegan a ofrecer antiguos cuartos de diez metros para el servicio doméstico, reacondicionados para personas que se quieran instalar allí y por los que se llegan a pedir hasta 700 euros.

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