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Así es la ciudad autosuficiente poscovid que China ha encargado a este valenciano
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"Será como una cebolla"

Así es la ciudad autosuficiente poscovid que China ha encargado a este valenciano

"Hay que acabar con el modelo de construir barato, vender caro y salir corriendo", dice Vicente Guallart, que construirá una urbe que genere su propia energía y alimento en Xiong'an

Foto: Foto: Cedida Vicente Guallart.
Foto: Cedida Vicente Guallart.
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A primera vista, cuesta imaginarse a China como un atractivo modelo de urbanismo. Sus ciudades están diseñadas para los vehículos, que incluso circulan por autopistas elevadas en varios niveles, y las calles están flanqueadas por gigantescas colmenas de viviendas idénticas, viejos edificios dilapidados con ventanas llenas de barrotes y un patrimonio arquitectónico en ruinas, o completamente reconstruido, con fines meramente comerciales. Eso ha provocado que, con honrosas excepciones, sea casi imposible distinguir una localidad de otra a miles de kilómetros. La de China es una fealdad homogénea.

Foto: Proyecto Piensa Sol, recuperado por Almeida. (Foto: COAM)

Pero el país es consciente de los graves errores cometidos durante el siglo XX y principios del actual y se ha propuesto levantar de cero nuevas ciudades que estén en mayor armonía con el entorno y respondan a retos del futuro, como la eficiencia energética o la nueva movilidad autónoma.

Vida de barrio en la megalópolis

Así ha nacido Xiong'an, una ciudad proyectada en 2017 como complemento a la capital, Pekín, y nexo de un nuevo polo de desarrollo económico que aglutina también a la ciudad portuaria de Tianjin y a la provincia de Hebei. La idea es invertir medio billón de euros en las próximas dos décadas para convertir esta zona rural en paradigma de la urbe del futuro. Acogerá a unos 2,5 millones de habitantes y será un catalizador para las nuevas tecnologías.

El foco está puesto en la sostenibilidad —el 100% de la electricidad procederá de renovables y ya se han cerrado 5.200 empresas contaminantes en los alrededores—, en la conectividad —será una zona 5G con infraestructura para vehículos autónomos—, y en la creación de espacios que giren en torno a la comunidad. Se plantea una vuelta a la vida de barrio, pero sin renunciar al gran abanico de posibilidades que ofrecen las megalópolis.

placeholder Foto: Vicente Guallart.
Foto: Vicente Guallart.

Y un arquitecto español acaba de ganar un concurso para desarrollar allí su ideal urbanístico. El valenciano Vicente Guallart, que ya en 2018 venció en otro certamen para diseñar un futurista barrio en Shenzhen, el Silicon Valley de China, se ha propuesto revolucionar el sector con un proyecto especialmente ambicioso. "Nuestro objetivo es crear una comunidad autosuficiente que siga conectada globalmente", resume en una entrevista con Teknautas.

En opinión de Guallart, "el futuro de la economía tiene que estar basado en la producción local de recursos, especialmente de energía, de alimentos y de cosas, sin que eso suponga rechazar la conexión digital con el resto del mundo para poder compartir así conocimiento e información. En definitiva, debemos mover más bits y menos átomos". El arquitecto pone un ejemplo claro: "Producir un tomate en Brasil y enviarlo a España no tiene mucho sentido desde el punto de vista medioambiental y, en momentos de crisis como el actual, provoca una gran dependencia del extranjero que nos deja desprotegidos".

La pandemia, señala, es un buen ejemplo de eso último: "Mientras el Gobierno esperaba a que el material sanitario llegase de China, miles de 'makers' produjeron más de 500.000 mascarillas de forma local. El gran debate está en cómo fomentar la globalización del mundo digital de forma que haya un reparto equilibrado de los costes y los beneficios, y no una globalización a lo Amazon, donde se hace rico solo uno, o al estilo tradicional, donde el diseño está en un lugar pero la producción se lleva a países menos desarrollados".

Fotos: Guallart Architects.Foto: Guallard Architecs.

Ese ideal de sociedad es el que Guallart quiere propiciar en Xiong'an. "La primera característica de nuestro proyecto es que las personas viven en un sistema que es como una cebolla: el corazón es nuestro hogar, pero forma parte de un edificio que, a su vez, es parte de una manzana, un barrio, y una ciudad. Lo que planteamos es redefinir qué hacemos en cada una de estas capas. Tradicionalmente, en los hogares nos hemos limitado a dormir, pero ahora hemos descubierto que también podemos teletrabajar, estudiar, o descansar, como ha sucedido durante los confinamientos", explica el valenciano, que ha diseñado unas viviendas amplias, con terrazas más necesarias que nunca, pero también con capacidades añadidas y orientadas a la autosuficiencia.

Edificios productores, no consumidores

"Eso supone que en invernaderos situados en las cubiertas se producen alimentos, y que esas cubiertas generan energía. En la planta baja, por su parte, dejamos espacio para unos laboratorios en los que se pueden fabricar, a menudo con impresoras 3D, cosas que podemos necesitar. El objetivo es evitar que los edificios consuman y que, al contrario, sean productivos. Así nos podremos enfrentar mejor a las crisis que vengan", detalla el arquitecto, cuyo barrio cuenta con equipamientos públicos en cada manzana: una guardería, una piscina, o un mercado que responden al concepto de 'ciudad de los 15 minutos', una urbe a escala humana en la que todos los servicios se encuentran cerca del ciudadano.

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Planos. (Guallart Architecs)
placeholder Planos del proyecto. (Guallart Architecs)
Planos del proyecto. (Guallart Architecs)

El diseño de sus edificios también sorprende por otro aspecto. "La madera es el gran material de construcción del siglo XXI, lo mismo que el acero lo fue en el siglo XIX y el hormigón en el XX. Es un material renovable, se ha desarrollado dejando a un lado los grandes troncos y adoptando una forma laminada que la hace más estable y duradera, y ha resuelto el problema que supone el fuego", analiza Guallart. La clave, afirma, está en utilizar la madera de forma sostenible, y pone de ejemplo el norte de Europa. "Los bosques crecen entre un 2% y un 3% al año, así que, si no se tala más, su volumen se puede preservar. Además, la madera captura CO2, en vez de emitirlo", apostilla.

Un modelo más basado en el alquiler

Lógicamente, construir con calidades y materiales poco habituales tiene un coste más elevado que no todos están dispuestos a asumir. En el caso de la madera, el presupuesto se incrementa entre el 5% y el 8%, a lo que hay que sumar la factura de los elementos extra, como los invernaderos o las placas solares de los tejados. "El asunto está en recuperar esa inversión durante la vida útil del edificio", señala el valenciano. "Hay que darle la vuelta al modelo tradicional de construir barato, vender caro, y salir corriendo a la próxima promoción. Ahora se debe invertir más al principio y quedarse a gestionar el inmueble. Es un modelo más basado en el alquiler y menos en la propiedad, con más inversión pública, que dé sentido a esa mayor inversión inicial que con los años se traduce en ahorro", añade.

China se puede permitir este tipo de alardes debido a su particular modelo político y económico, así como a su querencia por derribar y volver a construir desde cero. Guallart reconoce que "Xiong'an es el escaparate del urbanismo chino del futuro, una ciudad prototipo que rompe con la estructura china de los barrios residenciales de bloques aislados con espacio verde a su alrededor y adopta elementos de ciudades europeas como París o Barcelona".

Fotos: Guallart Architects.

Pero ¿es posible extrapolar proyectos como el suyo a Occidente? "Europa es muy madura y discute más los problemas que las soluciones, mientras que en Estados Unidos no discuten nada relacionado con el modelo de urbanismo. En China todavía tienen ingenuidad y ambición. El presidente Xi ha propuesto construir una ecocivilización, y, aunque es cierto que en China hay gran diferencia entre lo que se dice y lo que se hace, deja claro el rumbo que debe tomar el país. Creo que es el adecuado", responde.

Y, en opinión de Guallart, tras la crisis sanitaria y económica que ha provocado la pandemia del coronavirus, España haría bien en seguir sus pasos: "Ahora vamos a contar con una gran cantidad de recursos públicos. Si los utilizásemos bien, servirían para sentar las bases de un nuevo modelo, como sucedió tras la crisis del 29 en Estados Unidos. Los países que saben crecer son aquellos que en momentos de crisis pueden utilizar las grandes inversiones públicas para alentar una profunda transformación, y no repartir el dinero entre los amigos para hacer más de lo de siempre, como sucedió en España tras la crisis de 2008".

Foto: Guallart Architects.

Guallart está convencido de que esa revolución es ahora mucho más importante que hace una década, porque a la crisis del coronavirus se suma también la del clima. "Es un momento muy bueno para diseñar una reindustrialización digital", sostiene. Pero afirma que esa transformación solo será posible si en el sector de la construcción entra savia nueva. "Hay que empezar a pensar diferente para dar solución a los problemas que se avecinan. Necesitamos inversores que procedan de otros sectores, un Tesla de la construcción, por ejemplo".

Y luego hace falta debatir en profundidad sobre el modelo de ciudad que queremos. "Ahora que nos llevamos las manos a la cabeza por el cierre de Nissan en Barcelona, conviene recordar que a lo largo del siglo XX hubo hasta 15 fábricas de automóviles distribuidas por los barrios, e incluso en el propio ensanche", comenta Guallart, que no esconde su intención de llevar a España y Europa la propuesta que ha hecho para Xiong'an. "Hay que construir mejor y de forma más sencilla", concluye.

A primera vista, cuesta imaginarse a China como un atractivo modelo de urbanismo. Sus ciudades están diseñadas para los vehículos, que incluso circulan por autopistas elevadas en varios niveles, y las calles están flanqueadas por gigantescas colmenas de viviendas idénticas, viejos edificios dilapidados con ventanas llenas de barrotes y un patrimonio arquitectónico en ruinas, o completamente reconstruido, con fines meramente comerciales. Eso ha provocado que, con honrosas excepciones, sea casi imposible distinguir una localidad de otra a miles de kilómetros. La de China es una fealdad homogénea.

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