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De cómico por los pueblos a directivo 'tech' en EEUU: la increíble historia de Jonás Porcar
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hacía monólogos con antonio castelo y jandro (el hormiguero)

De cómico por los pueblos a directivo 'tech' en EEUU: la increíble historia de Jonás Porcar

Hace 13 años estaba pateándose los pueblos de España buscando suerte como humorista. Ahora vive en Washington y dirige una línea de negocio de 40 millones en una multinacional tecnológica

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De cómico por los pueblos a directivo 'tech' en EEUU: la increíble historia de Jonás Porcar

Otoño de 2006. Jonás, un estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones de 25 años, está probando suerte como humorista. No le ha tocado el mejor sitio, precisamente: su monólogo transcurre en un bar de copas de Valencia, de esos que no se llenan hasta tarde, así que al principio de la noche llenan la sala con cualquier espectáculo que no interesa demasiado a la gente. A Jonás no le está entrando ni un chiste. Ni uno solo. Nadie se ríe. Le entran sudores fríos, resiste como puede y acaba su monólogo sin haber levantado una sola risa, menos mal que su compañero de show, un estudiante de Informática, consigue levantar un poco el asunto y salvar un 'bolo' que, a todas luces, ha sido un fracaso. Al final de la noche, Jonás llama a otro compañero de Telecomunicaciones y le dice que lo deja, que él no vale para ser monologuista.

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La historia podría ser la de cualquier cómico que no consigue su sueño, una historia de lo más normal... a menos que despejemos las equis. El compañero informático es el actual cómico Antonio Castelo, que por entonces hacía sus primeros pinitos en el humor, mientras que el otro estudiante de Telecomunicaciones es Alejandro Castro Fernández, alias Jandro, una de las actuales estrellas de El Hormiguero. Jonás no conseguiría seguir la estela de éxito de sus compañeros, pero empezaría otra aun mayor: a día de hoy es un directivo tecnológico que trabaja en Washington dirigiendo una línea de negocio de 40 millones de euros en una multinacional que cuenta con clientes como la NASA. Esta es la increíble historia del valenciano Jonás Porcar Ferrer.

El 'teleco' al que le dio por los monólogos

El origen de todo esto se remonta a los años 2004-2005 en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV): "Siempre tuve inquietudes como la comedia, la radio y la tele", nos cuenta Jonás. "Era muy fan de Gomaespuma y quería hacer algo parecido, así que en la radio de la UPV empecé a hacer con un amigo el magazine de los jueves, donde comentábamos noticias y hacíamos 'sketches'. Ahí conocí a Antonio Castelo, que los viernes hacía un programa que se llamaba Freakland. Él tenía muy claro que quería dedicarse a la comedia profesionalmente".

Su colaboración llegó pronto: "Cuando la UPV lanzó la su tele, Castelo hizo un programa llamado Ciudadano Freak y me reclutó como guionista. Con el tiempo, yo a veces salía también haciendo 'sketches' o como colaborador. A raíz de una gala que hicimos en la universidad nos ficharon para Sí Rádio, la segunda cadena de Nou Ràdio [la radio pública de la Comunitat Valenciana], y hacíamos un programa en valenciano los fines de semana donde comentábamos titulares, pero también metíamos monólogos, chistes sueltos, personajes, etc".

En un momento dado, Jonás tuvo que decidir: "Un exguionista de Caiga Quien Caiga nos ofreció fichar como guionistas en IB3 [la radiotelevisión pública de Islas Baleares]. A mí me acababan de dar una beca para irme un año a estudiar a la Universidad de Wisconsin, así que preferí irme a Estados Unidos. Antonio se fue de cabeza a IB3, luego de becario a Buenafuente, luego hizo Caiga Quien Caiga... su carrera como cómico ya estaba en marcha", recuerda, "pero yo opté por la ingeniería, aunque no me olvidaba de la comedia".

Su relación se retomó en 2006: "Volví a Valencia en 2006 y empecé de becario en DAS Photonics, una empresa valenciana. Antonio me propuso hacer monólogos y le dije que sí. La mayoría de los sitios que contrataban a cómicos pedían una hora de espectáculo, así que yo me escribí un monólogo de unos 20 minutos, Antonio iba después y acabábamos los dos juntos improvisando".

"Eran bolos en pueblos perdidos: en uno había un tío drogado, en otro no me entraba ni un solo chiste... era un desastre, yo me quería morir"

Y ahí empezó lo 'bueno': "Eran bolos en pueblos perdidos, con bares que te contrataban para rellenar espacio. Por entonces no había la cultura de 'stand up' que hay ahora, así que al público le daba exactamente igual lo que hicieras, era muy complicado y yo no tenía nada de confianza. En un pueblo recuerdo que había un tío del público, que yo creo que estaba drogado, y que avabó siendo un 'heckler' [término referido a la persona del público que boicotea al cómico, interrumpiéndole o incluso insultándole], así que tuvimos que subirllo al escenario para salvar la situación, perro fue terrible", recuerda.

En el espectáculo con el que abrimos este reportaje, Jonás creyó tocar fondo: "Nos pusieron encima de una caja de madera, en una esquina, y hala, a soltar chistes, mientras la gente seguía bebiendo y le daba igual. No me entró ni un chiste, me puse en actitud hostil hacia el público y eso fue un desastre, yo me quería morir. Cuando llamé a Jandro y le dije que lo dejaba, que eso no era lo mío, me dijo: 'No te preocupes, que voy a montar un bolo que va a ser la leche'".

placeholder Porcar, en su época de monologuista.
Porcar, en su época de monologuista.

Y ese bolo ha quedado para la historia: el 7 de enero de 2007, Jandro, Antonio Castelo y Jonás Porcar actuaron en el teatro El Loco, dentro de un ciclo de comedia en el que también harían su espectáculo varios de los que, mucho tiempo más tarde, se convertirían en referentes del humor en España: Ernesto Sevilla, Luis Piedrahita o Flipy, entre otros.

"Ese bolo me salió mucho mejor", recuerda Jonás. "Cuando actúas en un bar tus posibilidades de éxito son mucho menores que si actúas en un teatro o en un sitio donde la gente ya va predispuesta a reírse". De todos modos, "en total hice unos diez monólogos, pero Antonio se fue a Madrid, yo fiché por DAS Photonics y ya se acabó mi carrera en la comedia. Alguna vez ayudaba a Antonio con su sección en Buenafuente, pero poco más".

placeholder Cartel de la actuación de Jonás Porcar junto a Jandro y Antonio Castelo.
Cartel de la actuación de Jonás Porcar junto a Jandro y Antonio Castelo.

El cómico que llegó a directivo tecnológico

Jonás optó definitivamente por su carrera como ingeniero, aunque pronto iría un punto más allá: "En 2009 la parte de técnica ya me aburría un poco y quería entrar en la de negocio, así que estudie estudié un master de gestión internacional en el ICEX y poco después me fui a Canadá a trabajar en su embajada para ayudar a empresas españolas a expandirse allí".

Tras un año en Canadá, Jonás fichó en noviembre de 2011 por GMV, una compañía tecnológica española con 1.700 empleados, presencia en 10 países, que factura cerca de 200 millones de euros anuales y que, entre sus grandes carteras de clientes y proyectos, cuenta con la NASA y el Proyecto Galileo, el mayor contrato firmado por una empresa española en la historia de la industria aeroespacial (250 millones de euros).

placeholder Jonás Porcar, junto a la sede de Naciones Unidas en su época en el ICEX.
Jonás Porcar, junto a la sede de Naciones Unidas en su época en el ICEX.

Desde Washington, Jonás ocupa un cargo directivo y comanda una línea de negocio de cerca de 40 millones de euros: "Soy el director de Tecnologías de la Información, Ciberseguridad y Ehealth para Norteamérica. Dirijo el desarrollo de negocio y las operaciones de la empresa para estos sectores y trabajamos principalmente en el sector financiero y en el de organismos multilaterales, tales como agencias de Naciones Unidas o el Banco Interamericano de Desarrolllo".

No obstante, no se le ha olvidado su faceta de cómico: "A veces estoy en reuniones vendiendo proyectos de muchísimo dinero y hay mucha presión, pero me acuerdo de la época de monólogos en bares de pueblos perdidos y se me pasa. En ningún sitio lo he pasado peor que encima de un escenario", reconoce entre risas. "La comedia te da tablas, te ayuda a controlar la tensión, a proyectar tu mensaje... son 'skills' que te ayudan en tu carrera profesional".

placeholder Porcar dirige una línea de negocio de 40 millones de euros en Washington.
Porcar dirige una línea de negocio de 40 millones de euros en Washington.

De hecho, "para mí el humor es una herramienta, también en mi carrera profesional. Por ejemplo, en la entrevista para la beca del ICEX me preguntaron si tenía dinero para vivir mientras estaba con la beca, y les dije: 'No pasa nada, si necesito el dinero me pongo a hacer monólogos y ya está'. Alucinaron con eso", recuerda. "En mi CV pongo con orgullo que fui cómico. En el último MBA que estoy haciendo me sacaron el tema en la entrevista, es algo que llama la atención y hace que resalte sobre otras cosas. Es una parte de lo que soy y quiero que esté en mi CV".

De hecho, no descarta en absoluto volver a la comedia: "Siempre fantaseo con la idea y mi entorno me anima. Creo que alguna vez volveré, aunque sea probando en un 'open mic' en Estados Unidos. Si no es en un monólogo será en un podcast o en lo que sea, pero necesito sacar esto". Hasta entonces, Jonás Porcar Ferrer seguirá siendo uno de los directivos tecnológicos españoles más destacados del mundo y dirigiendo una línea de negocio de 40 millones de euros mientras, en momentos sueltos, se acordará de aquellos chistes que no entraban, de aquellos bolos en bares de pueblos perdidos y de aquel tipo drogado que le fastidió un monólogo cuando ni por asomo se imaginaba que su carrera profesional acabaría alcanzando unas cotas de éxito mucho más altas de lo que él nunca habría imaginado.

Otoño de 2006. Jonás, un estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones de 25 años, está probando suerte como humorista. No le ha tocado el mejor sitio, precisamente: su monólogo transcurre en un bar de copas de Valencia, de esos que no se llenan hasta tarde, así que al principio de la noche llenan la sala con cualquier espectáculo que no interesa demasiado a la gente. A Jonás no le está entrando ni un chiste. Ni uno solo. Nadie se ríe. Le entran sudores fríos, resiste como puede y acaba su monólogo sin haber levantado una sola risa, menos mal que su compañero de show, un estudiante de Informática, consigue levantar un poco el asunto y salvar un 'bolo' que, a todas luces, ha sido un fracaso. Al final de la noche, Jonás llama a otro compañero de Telecomunicaciones y le dice que lo deja, que él no vale para ser monologuista.

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