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Este profesor tiene el secreto de la creatividad: perder el tiempo en internet
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autor de un libro y de una exposición

Este profesor tiene el secreto de la creatividad: perder el tiempo en internet

Kenneth Goldsmith propone pasar tiempo en la red para despertar la creatividad y formar un poso en el subconsciente como el que reivindicaba el movimiento surrealista

Foto: El profesor y poeta Kenneth Goldsmith.
El profesor y poeta Kenneth Goldsmith.

En octubre de 2014, el artista, poeta y profesor Kenneth Goldsmith escandalizó a medio mundo. Goldsmith, un provocador nato que ya había propuesto imprimir la red entera, sugería entonces una asignatura universitaria sobre perder el tiempo en internet. La sorpresa vino acompañada de un cierto seguimiento mediático y del cartel de “no hay entradas” para ese curso.

Foto: Kenneth Goldsmith Opinión

La metodología de aquella asignatura, que se impartiría en la Universidad de Pensilvania, se basaba en coger los portátiles y dedicarse a navegar para crear “absorbentes y emotivos trabajos literarios”, según la descripción. “¿Podríamos recrear nuestra autobiografía usando solo Facebook? ¿Podríamos escribir una buena novela corta expoliando nuestro ‘feed’ de Twitter?”. Entre las actividades, pasar tres horas frente a la pantalla, solo interactuando con 'bots', redes sociales o salas de chat. O sea, como un curso de escritura creativa pero planteado con materiales radicales.

La primera sesión de tres horas generó unos textos flojos, en los que se reflejaba el cansancio y el sinsentido de la actividad. El propio Goldsmith no vio aquello con buenos ojos y llegó a plantearse si no sería un fracaso. Al entrar al aula después de un descanso, descubrió que 15 alumnos habían tomado la iniciativa: todos bailaban al unísono una canción en YouTube. A su manera y de forma colaborativa, estaban creando algo artístico.

Ya con un sentimiento de grupo, las siguientes clases fueron más fructíferas. Otra actividad, por ejemplo, consistió en ceder el portátil al compañero de la izquierda y permitir que durante un minuto pudiera abrir cualquier documento o carpeta, sin alterar o borrar nada. Al acabar el minuto, pasaba al siguiente compañero, siempre en el mismo sentido. Al principio hubo reticencias porque parecía que violaban su privacidad, pero pronto todos se sintieron interconectados.

Ahora, Goldsmith acaba de publicar un libro, ‘Wasting Time on the Internet’ (Harper Perennial), que recoge su experiencia con aquel curso y sigue buscando argumentos sobre lo beneficioso que puede ser pasar el tiempo viendo vídeos de gatitos, creando listas de Spotify o cotilleando el perfil de Facebook de los conocidos de los amigos de nuestros colegas.

Así, nuestras vidas digitales forman parte también de la construcción humana: mientras perdemos tiempo, ahondamos en una cultura colaborativa. Seguimos leyendo y escribiendo, pero de forma diferente. “De maneras que no son aún reconocidas como literarias, pero con una amplia variedad de escritores usando la materia prima de la web como base para sus trabajos, es solo cuestión de tiempo que lo sean”, escribe Goldsmith en el libro.

‘Wasting Time on the Internet’ ahonda en la tesis de otra de sus obras: ‘Escritura no-creativa: gestionando el lenguaje en la era digital’ (Caja Negra editora) bucea en cómo el lenguaje digital surgido con internet plantea nuevos caminos para los escritores, desde el surgimiento de nuevas técnicas hasta la discusión sobre los conceptos de originalidad y autoría.

Y quizás entre tanto cotilleo, vídeo viral con el que supuestamente nos distraemos en la oficina o enlace en el que caemos por culpa del ‘clickbait’, algo vaya a nuestro subconsciente, un lugar que reivindicaron los surrealistas y que Goldsmith vuelve a reclamar ahora para experimentar nuevas formas de creatividad.

“Di una clase sobre el tema y me sorprendieron los resultados. En vez de que la tecnología nos separe, la tecnología nos acerca. La tecnología amplifica nuestras emociones y nuestros cuerpos”, cuenta Goldsmith a Teknautas. Esa idea se trasladó al papel: “En el libro empecé a pensar estas cuestiones un poco más en profundidad y a conectarlas con momentos históricos”. Para Goldsmith, el ‘pop art’ es el ejemplo perfecto de cómo lo que parece trivial puede ayudar a desafiar las convenciones que hasta entonces había o hay en el arte. “¿Qué es trivial y qué es soez?”, se pregunta el artista.

¿Qué es exactamente perder el tiempo?

A él le resulta difícil definir cuándo se pierde el tiempo en internet y cuándo no. Si Goldsmith escucha a alguien decir que está malgastando sus días en la red, lo ve como “un reto". "¿Puedes definir qué es perder el tiempo? ¿Y estás haciendo solo una cosa en ese tiempo? ¿Estás perdiendo tus oportunidades de tiempo o tienes 16 ventanas [del navegador] abiertas?”. Esas 16 ventanas pueden llevar a otras tantas posibilidades.

En el libro, defiende que parar un momento para ver un vídeo o leer un enlace de Twitter son gestos que suponen un descanso y un empuje para nuestra creatividad: “Sigo leyendo que en la era de las pantallas hemos perdido nuestra capacidad para concentrarnos, que nos hemos convertido en unos distraídos. Pero cuando veo a mi alrededor a gente sujeta a sus dispositivos, nunca había visto tal gran riqueza de concentración, foco y compromiso”, escribe.

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Quizá por ello, uno de los capítulos más atractivos del libro sea ese en el que Goldsmith recoge 101 formas de perder el tiempo en internet. Las conclusiones a las que llegue cada cual después de ejecutarlas son bajo su responsabilidad. Y a saber lo que genera en el subconsciente. Por ejemplo, con la número 18: “Busca un perfil de red social de alguien a quien conozcas o a quien no conozcas y recrea su perfil en tu propia página”. La número 21: “Coge un currículo de LinkedIn o una muestra de currículo de una web y solicita varios empleos usando este currículo, así como una muestra de carta de presentación si se pide. Solicita estos mismos empleos con tu propio currículo y carta de presentación”. O la 96: “Borra una foto del móvil de un compañero y no le digas cuál le has borrado”. Y para tu próxima exposición de arte, la 23: “Haz un pantallazo de todos los vídeos virales de YouTube que puedas. Haz una presentación de diapositivas que muestre las imágenes tan rápido como sea posible”.

Para este artista, el problema es la idea equivocada de que solo se puede o debe hacer una cosa cuando estamos frente al navegador web, cuando se pueden hacer muchas y todas válidas. Para justificarlo, cita al surrealismo, en el que los sueños aportan elementos tan válidos como los de la realidad que vivimos cuando estamos despiertos. Es más, para él, “internet es totalmente Salvador Dalí. Él predijo internet”.

¿Y qué opina de aquellas personas que deciden abandonar la red porque están cansadas o ven muchos efectos perjudiciales? “Bien, buena suerte”, resume. “¿Quién puede vivir sin internet? Debes ser muy privilegiado para vivir fuera de internet. Conseguimos nuestros trabajos a través de internet, conseguimos nuestros amantes por internet, nuestros horarios de trabajo… Hacemos nuestras operaciones bancarias a través de internet. ¿Quién se puede permitir irse de internet y qué significa eso?”, se pregunta.

Después de publicar el libro, Goldsmith se prepara para una nueva edición semestral del curso, con nuevos estudiantes que muy probablemente tendrán ganas de perder el tiempo en internet y de crear arte con ello. Además, estará en unas semanas en España: el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) acoge del 20 al 22 de octubre 'The Influencers', un proyecto sobre arte fuera de lo convencional y comunicación de guerrilla. Probablemente allí, decenas de participantes se sentarán en el suelo con su portátil o su teléfono móvil y se pondrán a crear en la pérdida de tiempo más fecunda de internet, con un maestro de ceremonias que sabe de lo que habla.

En octubre de 2014, el artista, poeta y profesor Kenneth Goldsmith escandalizó a medio mundo. Goldsmith, un provocador nato que ya había propuesto imprimir la red entera, sugería entonces una asignatura universitaria sobre perder el tiempo en internet. La sorpresa vino acompañada de un cierto seguimiento mediático y del cartel de “no hay entradas” para ese curso.

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