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El arma secreta que lanzó a Nintendo al estrellato era un adorable osito de peluche
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Del osito de peluche a aliarse con apple

El arma secreta que lanzó a Nintendo al estrellato era un adorable osito de peluche

En los 80, Teddy Ruxpin se convirtió en un éxito en Estados Unidos. Nintendo se aprovechó de la fama de aquel peludo juguete parlanchín para lograr que la NES triunfara

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“¡Hola! Mi nombre es Teddy Ruxpin! ¿Podemos ser amigos? ¡Me encanta hablar con la gente!”. En 1985, unos cuantos años antes de que los Furbies se dirigieran a nosotros con sus ojos saltones, un juguete mucho más adorable que esas mascotas de colores triunfaba en Estados Unidos: un osito de peluche con ganas de charlar.

Foto: (Nintendo)

Tal fue su éxito que en las Navidades de 1985 las tiendas ni siquiera podían hacer frente a la demanda. En tan solo unos meses se habían vendido un millón de simpáticos Teddy. A los niños de la época les conquistó aquel peludo cacharro que parecía cantar y narrar cuentos gracias a los convincentes movimientos de su boca y a las cintas de casete que guardaba en la espalda.

Ken Forsse, un inventor que había trabajado para Walt Disney, llevaba años soñando con fabricar aquel osito. Encontró al hombre adecuado en los 80. Se llamaba Don Kingsborough y había sido ejecutivo de Atari. Junto a otros cuatro exaltos cargos de la conocida compañía, que atravesaba un mal momento tras la crisis los videojuegos de 1983, Kingsborough fundó Worlds of Wonder para fabricar aquel juguete parlanchín que tanto le gustó. Tras su estreno, fue uno de los más vendidos en el mercado estadounidense. Su éxito hizo que una empresa nipona quisiera que su desconocida videoconsola estuviera al lado del tierno mamífero en las tiendas.

Cuando la NES no se comía un rosco en EEUU

En 1985, el mismo año en el que Teddy Ruxpin aprendió a hablar, el ya fallecido Hiroshi Yamauchi, tercer presidente de Nintendo, decidió distribuir su Famicom en Estados Unidos. No era la primera vez que lo intentaba, pero su éxito en Japón —se vendieron tres millones de consolas en año y medio—, hizo que no cejara en su empeño pese al hundimiento de la industria de los videojuegos en la potencia norteamericana.

Dos años antes ya habían intentado distribuir aquella videoconsola, conocida posteriormente como NES. En aquella ocasión, Yamauchi pretendía que Atari se encargara de comercializarla. La famosa compañía podría venderla en el mercado internacional, pero Nintendo se quedaría con los derechos de autor y mantendría también los de venta de ‘software’. Tras varias negociaciones, el acuerdo no acabó de cuajar. Ray Kassar, el director ejecutivo de Atari que estaba dispuesto a aceptar el trato, renunció a su cargo por aquellas fechas.

Tras esa tentativa fallida, Yamauchi determinó que su filial estadounidense se encargara de vender la Famicom. Con ese fin, se presentaron en el famoso Consumer Electronic Show (CES) de Las Vegas con su consola, un teclado de música y 25 juegos bajo el brazo. "Todo el mundo creía que estábamos locos o éramos un poco estúpidos", ha rememorado años después Minoru Arakawa, yerno de Yamauchi y presidente de Nintedo of America por aquel entonces. Así lo recoge Steven L. Kent en ‘La gran historia de los videojuegos’, un fascinante libro cuya edición en español estará disponible el próximo 14 de septiembre.

Arakawa regresó a la edición veraniega del CES, que antaño se celebraba anualmente. La videoconsola, apodada como Nintendo Entertainment System (NES para los amigos), acudió acompañada de una pistola llamada Zapper y de un robot. Aunque algunos compradores se interesaron por ella, ninguno realizó un pedido. Desesperado, el japonés estuvo a punto de tirar la toalla, pero su suegro no le dejó. Harían una prueba de venta solo en Nueva York, pese a que, según el propio Arakawa, todos pensaban que probar suerte en la ciudad que nunca duerme era "un suicidio".

500 minoristas, Toys 'R' Us incluido, aceptaron vender aquel "sistema de entretenimiento", que no videoconsola, las mismas Navidades en las que Teddy Ruxpin arrasaba en las tiendas. Les atraía el robot ROB o juegos como el ya famoso ‘Donkey Kong’, pero sobre todo les convenció la garantía de devolución que ideó Arakawa. Si no vendían las NES, Nintendo las recompraba, lo que les inspiraba seguridad.

Los trabajadores de la compañía nipona mostraban el producto a los vendedores durante el día y montaban los expositores durante la noche. El esfuerzo y el acierto de los primeros anuncios, que también evitaban utilizar el término “videojuegos”, tuvo su recompensa. Se vendieron más de 50.000 NES en Nueva York, contribuyendo a que los minoristas de Los Ángeles, Chicago o San Francisco la acogieran con más facilidad.

Por aquel entonces, la Famicom japonesa se vendía acompañada de un juego protagonizado por el antiguo Jumpman de ‘Donkey Kong’. La popularidad de ‘Super Mario Bros’ les animó a repetir la estrategia en el mercado estadounidense. Fue entonces cuando el inofensivo oso parlante entró en acción.

La alianza entre un oso y un fontanero bigotudo

Nintendo se había percatado de que Worlds of Wonder vendía ositos como churros. Además de por su encanto artificial, el juguete había conseguido triunfar gracias a su exitosa distribución. Kingsborough y los suyos no contrataron a comerciales de la industria juguetera, sino a antiguos representantes de Atari que ya tenían contacto directo con los minoristas. Al poco tiempo, repitieron el éxito con la pistola de juguete Laser Tag.

Steven L. Kent describe en su libro cómo Arakawa llegó a un acuerdo con Worlds of Wonder para distribuir la NES junto a Teddy Ruxpin y Laser Tag. En aquel momento, algunos excomerciales de Atari no creyeron que fuera una buena idea. Transmitieron su preocupación a Jim Whims, uno de los ejecutivos de la compañía de juguetes, advirtiéndole que “el negocio de los videojuegos estaba maldito”. Con gran acierto, Whims desoyó los consejos.

Aquel 1986 también se lanzó la Atari 7800 y apareció la Master System de SEGA, pero Nintendo jugaba con ventaja. Más allá de que un buen número de clientes ansiaban ver saltando al fontanero bigotudo o de que Yamauchi controlaba a las empresas de desarrollo de videojuegos para evitar que su mala calidad provocara otra debacle como la de Atari, la compañía consiguió acceder a muchos más minoristas gracias a Worlds of Wonder. Las NES se vendían con facilidad junto a los más populares Teddy Ruxpin y Laser Tag.

Sin embargo, en 1987, las tornas se invirtieron. Durante ese año, se vendieron seis millones de NES, el doble que el año anterior. Los comerciales de Worlds of Wonder las colocaban en las tiendas sin trabajo alguno y recibían grandes comisiones. Todo parecía marchar bien para Teddy Ruxpin. Tras protagonizar un ‘show’ en la cadena ABC, se creó incluso una serie de animación sobre sus aventuras.

Sin embargo, Worlds of Wonder confió en exceso en aquel charlatán. Fabricó demasiados mamíferos para la campaña de Navidad en 1987 y muchos se quedaron sin vender. La compañía acabó declarándose en quiebra. Poco antes, Minoru Arakawa habló con Don Kingsborough, según recoge ‘La gran historia de los videojuegos’.

El japonés ya no necesitaba de la ayuda de terceros para vender sus videoconsolas. Eso sí, durante la charla, decidió contratar a los comerciales que el cofundador de Worlds of Wonder planeaba despedir. Curiosamente, Nintendo acabó quedándose con el antiguo equipo de ventas de Atari, el mismo que hubiera comenzado a vender la NES años atrás si el acuerdo con la compañía que creó Pong hubiera prosperado en un principio.

Llegaron a venderse 60 millones de NES en los años siguientes. Tres décadas después de su lanzamiento, los fans de Nintendo esperan ahora con entusiasmo la versión en miniatura de la famosa videoconsola. También hay quien sigue recordando a Teddy Ruxpin. En su vigésimo cumpleaños, salió del estado de hibernación con el lanzamiento de una versión moderna y algún entusiasta hasta lo ha descuartizado para controlarlo por Bluetooth. Pese a ello, lo cierto es que Mario se convirtió en leyenda y el tierno oso ocupa un lugar mucho más modesto en la historia del entretenimiento digital.

“¡Hola! Mi nombre es Teddy Ruxpin! ¿Podemos ser amigos? ¡Me encanta hablar con la gente!”. En 1985, unos cuantos años antes de que los Furbies se dirigieran a nosotros con sus ojos saltones, un juguete mucho más adorable que esas mascotas de colores triunfaba en Estados Unidos: un osito de peluche con ganas de charlar.

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