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Así fue como Larry Page y Sergey Brin pasaron de ser enemigos a crear Google
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se consideraban desagradables el uno al otro

Así fue como Larry Page y Sergey Brin pasaron de ser enemigos a crear Google

No fue un amor a primera vista, cuando los fundadores del buscador por excelencia se conocieron eran polos opuestos, pero todavía no se atraían. Las discusiones era frecuentes y no se aguantaban

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Los grandes genios de la historia parecen condenados a no entenderse. Desde la contienda entre Newton y Leibniz por autoproclamarse padres del cálculo hasta el duelo entre Quevedo y Góngora y sus mordaces agravios poéticos, pasando por la encarnizada batalla que libraron Bill Gates y Steve Jobs en la era del boom de la infomática. Cuestión de egos, cabe suponer.

Lo mismo sucedió en los comienzos con Larry Page y Sergey Brin, pero quiso el destino que finalmente lograran entenderse. Si no fuese porque siempre hay excepción que confirma la regla, Google no existiría ahora mismo.

Cuando los fundadores del buscador más popular del planeta se conocieron en aquel verano de 1995, ni el más visionario de los presentes podía imaginar el desenlace de la historia que uniría a ambos. Aquel Sergey Brin de 21 años, que realizaba un posgrado en la Universidad de Santaford, se había prestado a mostrar las instalaciones del campus a los nuevos alumnos. Ya estaban admitidos, pero algunos todavía dudaban si asistir. Por cosas del azar, en el grupo que le tocó a Brin se encontraba un jovencísimo Larry Page.

La primera impresión no fue del todo buena. Se enzarzaron en una discusión y posteriormente cada uno definiría la actitud del otro como 'desagradable'

Con 22 años, el mayor del dúo había finalizado sus estudios en la Universidad de Michigan y estaba de visita en Stanford para conocer de primera mano las instalaciones, los profesores y el ambiente, ya que iba a cursar allí su posgrado. La primera impresión no fue del todo buena, pues no tardó en enzarzarse en una discusión con el guía. Ante la atónita mirada del resto, Larry Page y Sergey Brin mostraron sus puntos de vista diametralmente enfrentados acerca de la planificación urbana. Ambos dirían más tarde que la actitud del otro les resultó “desagradable”.

Para echar más leña al fuego, cuando Larry regresó a Stanford unos meses más tarde para comenzar su posgrado, no eligió a Sergey como asesor. Se decantó por Terry Winograd. Lo que no tenía tan claro era el tema de su tesis doctoral. La indecisión asaltaba a aquel recién llegado a San Francisco que, finalmente, tras mucho sopesarlo y barajar hasta diez posibles investigaciones, se decantó por zambullirse en el nueva realidad que estaba surgiendo alrededor de la llamada World Wide Web.

A Page le fascinaban las propiedades matemáticas que escondía la compleja arquitectura de aquella primitiva Red global, que concebía como un gigantesco gráfico en el que todas las páginas estaban conectadas entre sí. Por esto mismo, Winograd orientó su estudio hacia el análisis de la estructura de enlaces. Ahí arranca la historia de Google.

A medida que avanzaba en su investigación, Larry se fue percatando de que el diseño de Tim Berners-Lee permitía saltar de página en página a través de los enlaces, pero no prestaba atención a la naturaleza de estos vínculos. No tenía importancia que unas webs tuvieran más referencias que otras o que algunos sites se hubieran convertido en los más relevantes para el resto. Aquella deficiencia despertó su interés. Page se propuso diseñar un sistema de organización con una jerarquía en la que las páginas con más enlaces entrantes ocuparan los puestos más altos.

Tal fue el espíritu de colaboración que se estableció entre ambos que en la tesis doctoral de Page aparecía como coautor su ya inseparable amigo Sergey Brin

Fue así como surgió la idea de desarrollar BackRub, que acabaría siendo la antesala del buscador más popular de internet. Cuando Larry se propuso esta misión, allá por 1996, su relación con Sergey Brin había mejorado. Este último, muy interesado en la investigación que estaba realizando su colega, se ofreció a colaborar. Juntos se embarcaron en la creación de una herramienta para organizar la red de redes.

Por aquel entonces, se estimaba que un total de diez millones de documentos pululaban por las tres uves dobles, vinculados por una cifra incalculable de enlaces. Por esto mismo, los recursos informáticos que requería aquel proyecto superaban ampliamente los que hasta la fecha se habían utilizado para cualquier otro trabajo estudiantil en la Universidad de Stanford. Tal tuvo que ser el despliegue que BackRub se implementó en la portada de la web de aquella institución. Corría el mes de marzo de 1996.

Después de construir con piezas de Lego un servidor con la capacidad necesaria para almacenar la ingente cantidad de datos que manejaban, llegó la verdadera innovación de BackRub. Se trataba de clasificar todas las páginas en función del número de webs que apuntasen hacia ellas. Cuantos más enlaces entrantes, más popular la consideraría el algoritmo y más alto su puesto en el ranking. En esta fase cobró mayor protagonismo Sergey Brin, todo un prodigio de las matemáticas, para diseñar lo que todos conocemos como PageRank.

De enemigos a amigos

Tal fue el espíritu de colaboración que se estableció entre ambos que en la tesis doctoral de Page aparecía como coautor su ya inseparable amigo Sergey Brin. En aquel documento, titulado The Anatomy of a Large-Scale Hypertextual Web Search Engine, ya se hablaba de Google y se explicaba el origen de ese nombre, que hace referencia al número 1 seguido de 100 ceros.

Al contrario de lo que podríamos pensar, aquel documento no significó el punto de partida de la multinacional. En un primer momento, sirvió a aquellos estudiantes para intentar buscar trabajo en empresas como Yahoo o AltaVista. Entres sus planes no entraba aún fundar una de las compañías más famosas del planeta.

Aunque Larry Page quería terminar el doctorado para rendir homenaje a su padre, que falleció aquel mismo año, el principal propósito de ambos era vender la idea a algún gigante. Por suerte más que por desgracia, ninguno supo ver el potencial que se escondía tras aquella primitiva versión de Google.

La primera y acalorada discusión que protagonizaron hace ahora 20 años, nada más conocerse, quedó en una simple anécdota. Dos años más tarde, en 1997, los todavía inseparables Larry Page y Sergey Brin reunieron el arrojo para lanzarse a la aventura, encerrarse en un garaje y comenzar a levantar su imperio.

Los grandes genios de la historia parecen condenados a no entenderse. Desde la contienda entre Newton y Leibniz por autoproclamarse padres del cálculo hasta el duelo entre Quevedo y Góngora y sus mordaces agravios poéticos, pasando por la encarnizada batalla que libraron Bill Gates y Steve Jobs en la era del boom de la infomática. Cuestión de egos, cabe suponer.

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