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El suicidio anunciado de Aramayona, el profesor que inspiró a Echenique: "Cuando leas esto, ya habré muerto"
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se despidió en su blog

El suicidio anunciado de Aramayona, el profesor que inspiró a Echenique: "Cuando leas esto, ya habré muerto"

El profesor y activista zaragozano Antonio Aramayona ha decidido acabar con su vida, pero ha contado los motivos en su blog

Foto: El profesor Antonio Aramayona. (EFE)
El profesor Antonio Aramayona. (EFE)

"Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto".Con estafrase,Antonio Aramayona (profesor jubiladode filosofía y activista social de Zaragoza)empezóel último artículo publicado desu blog. Un 'post' que explicalos motivos por los que ha decidido finalizar con su propia vida, pese a no ser “un enfermo terminal”, no haberle “detectado una enfermedad grave e incurable” ni estar “deprimido”.

Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto. Ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero”. Con estas palabras justificaba el profesor la decisión de dar punto y final a su existencia tras 68 años de vida.

Antonio Aramayona Alonso (Zaragoza, 1948) publicó durante 20 años una columna de opinión semanal en 'El Periódico de Aragón', además de colaborar en otros medios. Es autor del libro 'Con otra mirada'.

"He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida"

“He procurado a lo largo de mi vida que coincidieran lo que pienso, lo que quiero, lo que hago y lo que debo. Por eso he intentado también que mi vida haya sido digna, libre, valiosa y hermosa. Y así he querido también mi último hálito de vida: digno, libre, hermoso y valioso. Así he querido vivir y así he querido morir”, explica el texto escrito por el profesor.

Era socio de las asociaciones ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana), Derecho a Morir Dignamente y Europa Laica, entre otras. El secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, le ha despedido con un tuit.

El político reside en Zaragoza, donde participó junto a Aramayona en una acción por la enseñanza pública en 2014, cuando Echenique era solo eurodiputado.

En su último texto, titulado 'ÚLTIMO Y FINAL: mi último artículo, para ti',Aramayona define la muerte como “el último latido de la vida”, y si la vida “ha sido valiosa y buena, ha de desembocar igualmente en una muerte digna, apacible y buena”. Basa su decisión en que “el ser humano debe vivir bien, y por esa misma razón también morir bien.Nada ni nadie puede forzar a enquistarnos en situaciones penosas o indeseadas".

"La vida consiste en decidir cada segundo, cada día, qué hago y qué dejo de hacer. La libertad es el ejercicio de ese decidir permanentemente"

Durante casi dos años, este “perroflauta motorizado, sin flauta y sin perro”, como le gustaba denominarse, se colocaba cada mañana con su silla de ruedas delante de la vivienda de la exconsejera de Educación del Gobierno de AragónDolores Serrat (PP) , por el “derecho a una educación universal, pública, laica, gratuita en todos los ámbitos y aspectos, sin discriminaciones y en igualdad de condiciones”. Una protesta constante que le acarreó numerosas multasquenunca quiso abonar porque, decía, le habían sido“impuestas por defender un derecho fundamental”.

Dentro de los círculos activistas aragoneses, Aramayona era una personalidad."Fue un luchador nato, una persona con los principios eideas muy claras", dice Pedro García, miembro deMHUEL (Movimiento Hacia un Estado Laico). García señala que el profesortenía "pensado este final desde hacía años", por lo que la noticia no le sorprende.

Aramayona argumentó en su despedida que se suicidaba“por amor a la vida”, una pasión que se “mantiene incólume y con la misma fuerza” en su decisión final, “una vez que el sol ha descansado más allá de la línea de mi horizonte y estás leyendo ahora mis últimas palabras, mi último artículo”.

Texto íntegro de la despedida de Antonio Aramayona Alonso

Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto. He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida.

Te preguntarás por qué, a qué viene esta decisión tan inusitada. De hecho, no soy un enfermo terminal, no me han detectado una enfermedad grave e incurable. Tampoco estoy deprimido. Simplemente, ha llegado mi momento de morir. Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto. Ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte -como dice Nietzsche- que viene a mí porque yo quiero.

He procurado a lo largo de mi vida que coincidieran lo que pienso, lo que quiero, lo que hago y lo que debo. Por eso he intentado también que mi vida haya sido digna, libre, valiosa y hermosa. Y así he querido también mi último hálito de vida: digno, libre, hermoso y valioso. Así he querido vivir y así he querido morir.

He querido vivir en plenitud cada uno de los momentos de mi existir, he amado y sigo amando la vida con pasión y todas mis fuerzas. He conversado amistosa y plácidamente con su posible acabamiento, sin prisa, con mucha serenidad y reflexión. De hecho, la muerte no es sino el último latido de la vida, y si la vida ha sido valiosa y buena, ha de desembocar igualmente en una muerte digna, apacible y buena.

Todo ser humano ha de vivir bien, dejar vivir, hacer que los demás vivan del mejor modo posible. Solo cuando se acaban los caminos desde los que se atisban horizontes, o cuando se otea un deterioro imparable o cuando se decide libre y responsablemente, es posible plantearse con fiereza y también con una sonrisa el propio acabamiento. Sí, el ser humano debe vivir bien y por esa misma razón también morir bien.

Nada ni nadie puede forzar a enquistarnos en situaciones penosas o indeseadas. Sin embargo, hay personas que intentan impedir que nuestra vida sea una vida buena y una buena vida. Esas personas llevan siglos no dejándonos vivir bien y morir bien.Algunos siguen hablando de dioses, de su laberíntica voluntad, de una supuesta ley natural encorsetada y ajustada a los intereses y delirios de quienes desde hace siglos y siglos quieren al ser humano tan esclavo y reprimido como ellos mismos. Pero nadie está obligado a permanecer en la vida. La vida consiste precisamente en decidir cada segundo, cada día, todos los instantes, qué hago y qué dejo de hacer. La libertad es ni más ni menos que el ejercicio de ese decidir permanentemente. La vida es libertad. Por eso reivindico mi libertad de decidir también cómo vivir y morir.

Existir debería ser siempre un acto permanente de gozoso, consciente y libre zambullirse en la aventura del vivir. Una botella o un lapicero son lo que son, están definitivamente terminados, pero los seres humanos estamos siempre por hacer: cada instante vamos escribiendo nuestra propia biografía, decidimos quiénes somos y no somos, qué hacemos con nosotros mismos. Pues bien, desde esa libertad suprema, te digo ahora que por amor a la vida, podemos decidir también morir, y morir bien.

Tú y yo y todas y todos respiramos, bebemos, amamos y nos sostenemos cada instante en la voluntad de existir por amor a la vida. Quien ama incondicionalmente vivir no teme morir. De ahí que sea radicalmente ajeno a la vida que la obliguen a pervivir contra su voluntad. Soy libre, soy dueño de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, y por eso mismo decido si y cómo y hasta cuándo existir. Estoy en mis manos y mi obligación fundamental es vivir bien y contribuir a que la vida sea buena entre los seres humanos que habitamos este planeta, pues una ética responsable estriba en qué estoy haciendo de mi vida, también qué hago por y con los demás.

Si acabo con mi vida, si acabo, solo es, pues, por amor a la vida. Y si alguna vez hubiera ayudado a alguien a morir bien, habría sido un inequívoco acto de amor, el último acto de cariño y amor que pude darle. Te lo repito, se puede dejar libre y responsablemente la vida sin tristeza, sin temor, solo con quietud y por amor a la vida.

Necesito decirte una vez más que se mantiene incólume y con la misma fuerza mi amor a la vida y mi apasionada amistad con su posible acabamiento, ya hecho realidad, una vez que el sol ha descansado más allá de la línea de mi horizonte y estás leyendo ahora mis últimas palabras, mi último artículo.

"Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto".Con estafrase,Antonio Aramayona (profesor jubiladode filosofía y activista social de Zaragoza)empezóel último artículo publicado desu blog. Un 'post' que explicalos motivos por los que ha decidido finalizar con su propia vida, pese a no ser “un enfermo terminal”, no haberle “detectado una enfermedad grave e incurable” ni estar “deprimido”.

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