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Lo que no cuenta el diario secreto de Kate McCann
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LAS SOMBRAS SOBRE LOS PADRES DE MADELEINE

Lo que no cuenta el diario secreto de Kate McCann

Kate McCann ha estado esta semana en Madrid para presentar el libro Madeleine, basado en sus diarios y donde recoge de forma exhaustiva los esfuerzos policiales

Foto: Lo que no cuenta el diario secreto de Kate McCann
Lo que no cuenta el diario secreto de Kate McCann

Kate McCann ha estado esta semana en Madrid para presentar el libro Madeleine, basado en sus diarios y donde recoge de forma exhaustiva los esfuerzos policiales y personales por recuperar a su hija. El 3 de mayo de 2007, Maddie McCann, de cuatro años, desapareció  mientras dormía con sus hermanos mellizos de dos años en un chalet de la localidad algarveña de Praia da Luz. Desde entonces no se ha vuelto a saber de la niña.

La policía había pedido a Kate McCann que intentara reconstruir pormenorizadamente y por escrito todas sus actividades, encuentros, conversaciones, llamadas telefónicas y visitas, en los días previos a la desaparición de Maddie. Hasta el detalle más ínfimo o trivial. Le aseguraron que ese ejercicio de memoria serviría a los investigadores para rastrear pistas que a ella le podían pasar desapercibidas. Kate McCann estaba acostumbrada, desde adolescente, a coger cada día el cuaderno y escribir algunas impresiones y detalles de su vida. Es decir, ya llevaba un diario. Sin embargo, esto no se lo dijo a la policía portuguesa. Esperó a la llegada de los agentes del servicio de Inteligencia británico para entregar ese diario más íntimo. Cuando salió a la luz la existencia de ese cuaderno, la policía portuguesa solicitó copia a los británicos. Les fue denegada. Un gesto que enturbió, aun más, las ya tensas relaciones entre los investigadores lusos y británicos que colaboraban en la búsqueda de la niña.

Gonçalo Amaral llevaba seis años dirigiendo el departamento de Investigación Criminal de Portimão cuando lo pusieron al mando de la investigación. Pocos días antes de ser apartado del caso “por presiones políticas”, según sus propias palabras, Amaral me llamó de madrugada a mi hotel en Portimão. Era el 12 de septiembre de 2007 y, hasta entonces, el policía portugués había eludido cualquier contacto con la prensa: “La justicia se hace en silencio”, citaba a San José para driblar amablemente las peticiones de entrevista. El encuentro se produjo en una cafetería de Olhão regentada por unas brasileñas. Un garito insulso y demasiado iluminado que permanecía abierto hasta el amanecer.

Amaral, que cinco días antes había imputado a los McCann, llegó tarde, desafeitado, el traje arrugado y ojeras profundas. Llevaba varios días sin dormir, dijo. El mal aspecto que presentaba era una de las armas más recurrentes de la prensa británica para descalificarlo. Defender la inocencia del matrimonio McCann se había convertido en Gran Bretaña en una cuestión patriótica, y los tabloides habían llegado a calificar al policía luso de dipsómano, paleto e, incluso, sospechoso de estar vinculado a una red de pederastia. No le consentían a Amaral que siguiera insistiendo en la tesis de que Madeleine sufrió un accidente doméstico y que los padres se habían desecho del cadáver para evitar el escándalo: la autopsia hubiera revelado, según las sospechas de Amaral, que los McCann dopaban con somníferos a su hija hiperactiva y se les había ido la mano con la dosis. Gerry McCann, médico de profesión, estaba a punto de ser designado para un importante cargo en el ministerio británico de sanidad cuando desapareció la niña. Un hombre bien relacionado y con influencias al más alto nivel.

Aunque la policía portuguesa no había tenido acceso a los diarios de Kate McCann, Amaral conocía por filtraciones a la prensa parte de su contenido. Según estas filtraciones, Kate admitía en sus escritos que la hiperactividad de Maddie la sacaba, en ocasiones, de quicio. En todo caso, Amaral también desconfiaba de la veracidad de lo escrito por Kate, sugiriendo que la versión del diario entregada a los británicos varias semanas después de la desaparición pudiera haber sido manipulada a posteriori para ocultar evidencias: “Si usted coge ese cuaderno y escribe ahora que es 12 de septiembre y sus impresiones…, ¿se trata de un diario o de una ficción?”.

La línea de investigación abierta por Amaral, y tan denostada por los británicos, es solo una cuestión de método: “Prácticamente el 90% de las desapariciones de menores son responsabilidad de los padres”, asegura echando mano de la estadística policial. Pero, en este caso, había más elementos de sospecha.

En primer lugar, los McCann no llamaron a la policía inmediatamente después de la desaparición. Antes organizaron, junto a los amigos con los que cenaban esa noche, patrullas de búsqueda por los alrededores de la urbanización. Cuando por fin llamaron a la policía portuguesa, el apartamento de los McCann estaba infestado de investigadores aficionados contaminando el escenario de los hechos y dificultando la obtención de pruebas limpias. Una actitud muy poco razonable en personas cultas y acaudaladas. Cualquier padre con los recursos financieros de los que disfrutaban los McCann hubiera valorado inmediatamente la posibilidad de un secuestro con fines económicos.

Además, el circo mediático que organizaron los McCann suponía, para Amaral, la inmediata ‘condena a muerte’ de la niña en caso de tratarse de un rapto por parte de una red de pedofilia. Los McCann habían despreciado ostensiblemente las recomendaciones de discreción elevadas por la policía portuguesa a la pareja británica.

Tras ser apartado del caso pocos días después de nuestra entrevista, Gonçalo Amaral pidió la jubilación anticipada y dejó atrás 28 años de profesión para escribir el libro Maddie. La verdad de la mentira. En pocos días vendió más de 120.000 ejemplares. En él sostiene que Gerry McCann escondió a su hija en la playa y, más tarde, con ayuda de cómplices, congeló su cuerpo y se deshizo de él. Aparecieron rastros de sangre en el apartamento y en el maletero del coche de los McCann, pero la policía no consideró que hubiera pruebas concluyentes para acusar a los padres.

Antes de salir de la imprenta La verdad de la mentira, el inspector de la Policia Judicial Paulo Pereira Cristóvao ya había escrito La estrella de Madeleine, libro en el que novelaba la investigación y mantenía tesis muy semejantes a las defendidas por Amaral. También fue un gran éxito de ventas.

Ahora Kate McCann acaba de presentar en Madrid su libro Madeleine con el fin de recaudar fondos para seguir buscando a su hija. Tanto la policía portuguesa como la británica han abandonado la investigación. Los McCann, sin embargo, han insistido durante estos cuatro años, contratando a detectives que han llegado a seguir falsas pistas hasta la India, y ofreciendo una recompensa de dos millones de libras a cualquiera que diera datos veraces sobre su paradero. El libro de Kate MacCann también ha sido distribuido en Gran Bretaña y Portugal. Aunque Madeleine se basa en parte en ellos, el libro no incluye los diarios que tan celosamente le negó la policía británica a Gonçalo Amaral, que ya desde fuera de la policía sigue pidiendo, cada vez que tiene ocasión pública, la reapertura del caso.

Kate McCann ha estado esta semana en Madrid para presentar el libro Madeleine, basado en sus diarios y donde recoge de forma exhaustiva los esfuerzos policiales y personales por recuperar a su hija. El 3 de mayo de 2007, Maddie McCann, de cuatro años, desapareció  mientras dormía con sus hermanos mellizos de dos años en un chalet de la localidad algarveña de Praia da Luz. Desde entonces no se ha vuelto a saber de la niña.