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Cuando el modelo a imitar es el camello
  1. Sociedad
EL DIFÍCIL EQUILIBRIO DE SALT

Cuando el modelo a imitar es el camello

La calle está llena de hombres jóvenes formando variopintos corrillos, algunas mujeres caminan hacia el colegio para recoger a los niños, los jubilados están sentados al

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Cuando el modelo a imitar es el camello

La calle está llena de hombres jóvenes formando variopintos corrillos, algunas mujeres caminan hacia el colegio para recoger a los niños, los jubilados están sentados al sol en las plazas… Es, cuenta Antoni Puigverd, poeta, escritor y periodista, el paisaje habitual de un día laborable en Salt, un horizonte humano que nos permite leer en su cotidianidad la evolución de la población gerundense. Salt fue un barrio de Girona hasta la Transición, época en la que se convirtió en un municipio autónomo, habitualmente poblado por andaluces que habían acudido atraídos por la posibilidades laborales de la zona y por el bajo precio del suelo. Cuando la emigración extranjera comenzó a sustituir a la nacional, muchos de los antiguos habitantes optaron por vender sus pisos y marcharse a zonas más atractivas, permaneciendo en Salt únicamente los mayores que se resistían a abandonar su casa de toda la vida o quienes carecían de posibilidades económicas. 

Estas transformaciones rápidas y sin demasiado orden fueron generando problemas de convivencia, en parte alimentados por la crisis económica. La conflictividad en Salt, asegura Puigverd, surge a partir de un par de polos de conflicto. El primero es el de la pequeña delincuencia, asunto en el que se aprecia la impotencia de los poderes públicos para abordar con éxito temas vitales para la vida cotidiana. “Así, la gente no entiende la actitud de jueces y fiscales, que liberan a los detenidos tras tomarles declaración, lo que genera mucha intranquilidad en una población que ve cómo estos pequeños ladrones no pagan por sus actos”. Además, muchos de estos delincuentes son menores tutelados por la Generalitat con los que no se sabe muy bien qué hacer. “Se les trata como a niños huérfanos, pero no son exactamente eso. En su país de origen se empleaba con ellos una dureza extrema y obedecían, y quizá al tratarles aquí de una forma normal terminan por entender que se les está dando permiso para hacer lo que quieran. Suelen molestar a la gente con mucha frecuencia y eso genera muchos problemas”.

El otro gran motivo de perturbación proviene de tensiones producto de relaciones cotidianas. Así, “en muchas comunidades de vecinos hay inmigrantes que no quieren pagar las cuotas, con lo que te encuentras con edificios en los que el ascensor no funciona, donde se acumula la suciedad porque nadie barre y en los que si se rompe un cristal nadie lo arregla.  El ayuntamiento intenta ayudar en este sentido, pero su capacidad de acción es muy limitada, y estos pequeños desarreglos cotidianos acaban generando un malestar muy grande”.

El contexto de Salt, pues, es el de una cotidianeidad compleja, con autoridades que no saben muy bien cómo afrontar las complicaciones, con una población con mucha iniciativa pero que ha de superar enquistados problemas de convivencia y con una sociedad que está viviendo un cambio de valores muy acentuado. Cuenta Puigverd cómo una de las iniciativas menos exitosas de los servicios sociales en Salt es la oferta de actividades extraescolares, que incluyen música, inglés deporte, etc. “Cuando las personas que dirigen esas actividades les conminan a apuntarse a alguna de ellas, insistiéndoles en que les ayudarán a salir mejor formados, los chicos les comentan que ya saben cómo van a ganar dinero, y citan algunos nombres de delincuentes de la  zona que se dedican a los trapicheos y que tienen coches, motos, etcétera”.

Para Puigverd, hablamos de una tendencia cada vez más frecuente en nuestras sociedades, “donde los jóvenes bien formados tienen dificultades para encontrar una salida, pero donde los futbolistas o los concursantes de Gran Hermano no tienen problema para ganar mucho dinero. Y si el equivalente del camino fácil para la clase media son los concursos televisivos o los deportes, para los niños pobres y para muchos niños inmigrantes son aquellos que trapichean con droga. Y esto es muy peligroso”.

La calle está llena de hombres jóvenes formando variopintos corrillos, algunas mujeres caminan hacia el colegio para recoger a los niños, los jubilados están sentados al sol en las plazas… Es, cuenta Antoni Puigverd, poeta, escritor y periodista, el paisaje habitual de un día laborable en Salt, un horizonte humano que nos permite leer en su cotidianidad la evolución de la población gerundense. Salt fue un barrio de Girona hasta la Transición, época en la que se convirtió en un municipio autónomo, habitualmente poblado por andaluces que habían acudido atraídos por la posibilidades laborales de la zona y por el bajo precio del suelo. Cuando la emigración extranjera comenzó a sustituir a la nacional, muchos de los antiguos habitantes optaron por vender sus pisos y marcharse a zonas más atractivas, permaneciendo en Salt únicamente los mayores que se resistían a abandonar su casa de toda la vida o quienes carecían de posibilidades económicas.