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Si tus padres no tienen buenos contactos, acabarás siendo mileurista
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LA FORMACIÓN OCUPA YA UN LUGAR SECUNDARIO

Si tus padres no tienen buenos contactos, acabarás siendo mileurista

El mileurismo no es un problema juvenil. Y no sólo porque esas situaciones de temporalidad y escasa retribución, que son percibidas como el precio a pagar

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Si tus padres no tienen buenos contactos, acabarás siendo mileurista

El mileurismo no es un problema juvenil. Y no sólo porque esas situaciones de temporalidad y escasa retribución, que son percibidas como el precio a pagar por la inserción en el mercado laboral, estén manteniéndose en el tiempo (los mileuristas van cumpliendo años) sino porque afectan de forma desigual según el capital social, económico y cultural de quienes sufren tales empleos. Según José Saturnino Martínez, profesor de sociología de la Universidad de La Laguna,  bajo el término mileurismo, que señala un problema novedoso (“siempre ha habido personas cuyos salarios eran reducidos, pero que los universitarios ganen menos de lo que ganan ahora raramente había ocurrido”)  aflora un problema de desigualdad y de nivel cultural y relacional de las familias.

Las diferencias en la retribución pueden explicarse, según Martínez, por varias causas. Por un lado, como señala en su estudio Mileurismo, un problema de movilidad social, el baby boom ha coincidido con un incremento de la tasa de escolarización universitaria, sin que “el crecimiento del empleo cualificado haya sido el suficiente como para absorber a todos estos jóvenes”. Además, el nuevo catálogo de titulaciones universitarias “está preparando para nuevas profesiones, que no necesariamente tienen tanto estatus ni generan las retribuciones con las que cuentan estudios superiores de mayor tradición (caso de médicos, ingenieros o abogados)”.

También debe resaltarse que el incremento de la tasa de universitarios se debe a que se ha multiplicado el acceso a la universidad de colectivos de jóvenes que antes casi no tenían presencia en los estudios superiores, como son las mujeres o los hijos de personas de bajo nivel de estudios. Así, variables demográficas, cambios institucionales  y cambios sociales habrían terminado por generar el mileurismo.

Sin embargo, señala Martínez, tales explicaciones suelen ocultar variables ligadas a viejas desigualdades, “ya que los datos demuestran que el mileurismo es mucho menor entre los “universitarios tradicionales”, es decir, entre los varones hijos de universitarios, y mayor entre los “nuevos universitarios”, mujeres y jóvenes de familias de bajo nivel de estudios”.

Una primera explicación de este fenómeno podría encontrarse en que las personas de bajo nivel educativo suelen elegir opciones con peor inserción en el mercado de trabajo. Así, “en las carreras sanitarias hay más clase alta, sobre todo en lo que se refiere a médicos, mientras que en carreras que tienen peor salida, como psicopedagogía, el origen social de los alumnos suele ser más bajo”. Algo comprensible, en gran medida, por el coste que conlleva una titulación larga: “Para familias que viven en la incertidumbre económica es más sencillo afrontar el coste de una titulación en empresariales, que son cuatro años, que en ingeniería o en medicina, en las que se suele tardar 8 o 10 años”.

Ello lleva a una situación compleja ya que, si bien en algunas carreras el origen social no tiene relevancia alguna cuando se termina (“un título en medicina será valorado igual con independencia de la capa social de la que provenga su poseedor”), sí suele tenerlo cuando se accede, “ya que la familia determina a menudo el ingreso a la universidad”. Además, hay una serie de profesiones donde el capital social se convierte en un elemento altamente significativo.

La importancia de una buena agenda de contactos

Como subraya Martínez, “si tu familia no tiene dinero pero sí contactos, es muy probable que tu trayectoria laboral pueda iniciarse con mucha más fortuna que si tiene capital pero no está metida en las redes apropiadas”.  Según Luis Enrique Alonso, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, en una época como la nuestra, donde la cualificación profesional es condición necesaria pero no suficiente, hay factores adicionales que se convierten en decisivos, como ocurre con las relaciones.

El problema de fondo, en el que también abunda Martínez, consiste en que las titulaciones ya no poseen por sí mismas capacidad de cierre social, con lo que se buscan nuevas formas de discriminación: “Si todo el mundo tiene un título, quien sepa idiomas tendrás mejores opciones. Pero si todo el mundo sabe varios idiomas, habrán de encontrarse nuevos modos de discriminación. Y así sucesivamente…”.

En este contexto, siempre habrá un cuello de botella, avisa Alonso, en el que “los títulos que se tienen quizá no sean los adecuados, y donde las relaciones que se poseen quizá no sean las más efectivas. Todo el mundo ha dado paso adelante en las cualificaciones, la gente está cada vez más formada, pero eso no significa que pueda ponerlas en práctica en el mercado de trabajo.  Para eso se necesita capital relacional, algo que sólo se tiene si se hereda o si se está muy presente en las redes que lo distribuyen”. Estar situado en los lugares adecuados, tener acceso a los sitios precisos y tener los contactos necesarios para abrir las puertas precisas son los factores esenciales para construir una carrera profesional exitosa.

Los años de experiencia, cada vez menos relevantes

De esta forma, se va configurando un entorno laboral en el que “se van perdiendo elementos intermedios y se conforman por arriba redes muy cerradas y situaciones muy precarias y amplias por abajo, en las que tampoco pueden hacerse valer elementos que hasta ahora tenían su peso, como era el capital profesional”. Se refiere Alonso a la desaparición de esas carreras ligadas a la antigüedad que imperaron en las décadas anteriores, y donde el conocimiento de la profesión que otorgaba la experiencia era un valor que tenía notable importancia.

“Antes, contar con años de experiencia en una profesión era un factor de estabilidad. En estos momentos no significa nada como no poseas capital relacional. Si careces de los contactos adecuados  y no estás en las redes convenientes, la acumulación de años de trabajo tiende a ser una situación negativa que te hace estar desplazado. Ahora es el chico de 30 años que trae una consultora internacional, que ha estudiado en alguna Management School del extranjero y que además está bien relacionado con la familia de los propietarios, el que pinta algo en las compañías. Frente a ellos, que algunos de los empleados conozcan muy bien tanto su profesión como la empresa y que cuenten con muchos años de experiencia carece de importancia”.

Para Alonso, la idea de la carrera como acumulación de capital profesional en estos momentos está tremendamente desarticulada. “Funciona mucho más el star system y el capital relacional, lo que genera un perfil profesional muy quebrado”, algo de lo que el mileurismo enquistado es el mejor ejemplo.

El mileurismo no es un problema juvenil. Y no sólo porque esas situaciones de temporalidad y escasa retribución, que son percibidas como el precio a pagar por la inserción en el mercado laboral, estén manteniéndose en el tiempo (los mileuristas van cumpliendo años) sino porque afectan de forma desigual según el capital social, económico y cultural de quienes sufren tales empleos. Según José Saturnino Martínez, profesor de sociología de la Universidad de La Laguna,  bajo el término mileurismo, que señala un problema novedoso (“siempre ha habido personas cuyos salarios eran reducidos, pero que los universitarios ganen menos de lo que ganan ahora raramente había ocurrido”)  aflora un problema de desigualdad y de nivel cultural y relacional de las familias.

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