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Por qué la pesca ha sido el Santo Grial de la causa euroescéptica durante el Brexit
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ACUERDO DEL BREXIT

Por qué la pesca ha sido el Santo Grial de la causa euroescéptica durante el Brexit

El sector representa tan solo el 0,12% de la economía británica. Sin embargo ha estado a punto de descarrilar las negociaciones entre la Unión Europea y Londres

Foto: Boris Johnson sujetando un arenque en una convención conservadora en verano de 2019. (Reuters)
Boris Johnson sujetando un arenque en una convención conservadora en verano de 2019. (Reuters)

Como buen populista, Boris Johnson siempre ha sabido jugar con simbolismos, generar excéntricos titulares y crear golpes de efecto. Por lo que el 17 de julio de 2019, en plenas primarias del Partido Conservador, decidió dar un discurso ante sus filas con un arenque envasado en la mano. El pescado tenía su historia. Un ahumador de la isla de Man se lo había enviado al editor del tabloide Daily Express, denunciando que las exigencias comunitarias habían disparado sus costes de exportación. Y el editor decidió mandárselo a quien solo unos días más tarde se convertiría en el inquilino de Downing Street.

“Resulta que los chupatintas de Bruselas exigen al pobre hombre que cada arenque empaquetado tenga que ir acompañado de una cama de hielo. Se trata de una regulación sin sentido y dañina además para el medio ambiente”, señaló Johnson. La Comisión Europea respondía al día siguiente que el requisito, en realidad, era una exigencia británica. Pero el golpe de efecto ya estaba conseguido. El arenque se convierte ahora en todo un símbolo de las promesas y contradicciones del Brexit.

Foto: El primer ministro británico Johnson saluda a la prensa mientras la presidenta de la Comisión Europea entra en Downing Street. (Reuters)

Las últimas horas previas al anuncio del acuerdo comercial entre Londres y Bruselas que evita ahora cuotas y aranceles a partir de media noche del 31 de diciembre (cuando el Reino Unido sale ya a efectos prácticos del bloque) fueron agónicas. Los rumores de un anuncio “inminente” comenzaron el miércoles por la tarde. Tras toda una noche en vela, el jueves por la mañana se convocó una rueda de prensa que se fue posponiendo una y otra vez. ¿Por qué? Porque hasta el último minuto se estuvieron discutiendo los detalles sobre la pesca.

Olvídese de los números

El sector representa tan solo el 0,12% de la economía británica (con una facturación anual de 1.600 millones de euros y 24.000 empleos directos). La City, el 7%. En cualquier caso, Londres siempre descartó cualquier acuerdo comercial que otorgara a los barcos europeos acceso a las aguas británicas a cambio de mejores condiciones para los servicios financieros británicos en el mercado único, cuando el sector servicios representa un 80% del PIB del Reino Unido.

¿Los números no les cuadran? Olvídense de razones económicas. Johnson ha estado a punto de salir sin pacto de un mercado al que destina el 47% de sus exportaciones y del que recibe el 52% de sus importaciones. Con el Brexit, todo siempre ha sido política. Y pese a que su contribución a las arcas es mínima, el sector pesquero tiene una importancia política totémica para la causa euroescéptica, ya que recuperar el control de las aguas fue una de sus grandes promesas.

El punto de partida en las negociaciones no pudo ser más lejano: el Gobierno británico reclamaba la “repatriación” de hasta el 80% de las capturas en sus aguas territoriales, mientras que la UE ofrecía de un 15% a un 18%, una cifra considerada como “irrisoria” por Londres. El pacto alcanzado el jueves permite finalmente una transición de cinco años y medio para los pesqueros europeos y un recorte del 25% de sus capturas. Tras esa etapa, la UE y el Reino Unido tendrán que negociar año a año.

El pacto alcanzado permite una transición de cinco años y medio para los pesqueros europeos y un recorte del 25% de sus capturas

Londres quería desde el principio implantar un régimen parecido al noruego, que negocia cada año las capturas de las flotas comunitarias. El problema es que con Noruega se pacta la pesca de media docena de especies frente al casi el centenar que hay en las aguas británicas.

Los euroescépticos aseguran que los barcos de la UE pescan siete veces más en sus ricas aguas que lo que la flota británica lo hace en las comunitarias, por lo que, tras el Brexit, calculan que se podría duplicar la facturación del sector ampliando su zona exclusiva de 12 a 200 millas náuticas. Londres está en su pleno derecho de reclamar ahora la soberanía de sus aguas. El problema es que el 70% de las capturas británicas son vendidas al exterior, principalmente a la UE. Y, sin acuerdo comercial, las exportaciones se habrían complicado sobremanera.

Foto: Un funcionario europeo carga con una bandera británica antes de una rueda de prensa. (Reuters)

Aun con pacto, sin embargo, tras el Brexit se plantean algunos problemas. Porque ante un exceso se producción, no habrá suficientes veterinarios para llevar a cabo los permisos sanitarios necesarios. Asimismo, podría haber dificultades para encontrar mano de obra para procesarlo. A partir del 1 de enero se termina la libertad de movimiento. Y la nueva ley de inmigración británica – que solo busca “inmigrantes más brillantes”- aplica un sistema de puntos basado en el modelo australiano, uno de los más estrictos del mundo.

A partir del 1 enero 2021, el Reino Unido abandona también la Política Pesquera Común (PPC), según la cual, los países de la UE tienen acceso total a las aguas de los demás. Las cuotas nacionales se dividen utilizando datos históricos que se remontan a la década de 1970, cuando la industria pesquera británica no le fue bien. Por lo que Londres siempre quiso aumentar la cuota.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (Reuters)

Pero es un argumento complicado porque los capitanes británicos han vendido parte de su cuota a barcos con base en otras partes de la UE. Más del 60% del tonelaje desembarcado en aguas inglesas es capturado ahora por barcos extranjeros.

Asimismo, el 53% del total del sector pesquero del Reino Unido está concentrado en Escocia. Se trata de un sector que representa el 3,6% de todas las exportaciones escocesas a la UE. Y, en este sentido, es también una cuestión de vital importancia política. La mayoría de los escoceses votaron en su día por la permanencia en el bloque y ahora los nacionalistas de la ministra principal escocesa Nicola Sturgeon lideran todas las encuestas de cara a los comicios del parlamento de Edimburgo en mayo con la promesa de un nuevo referéndum de independencia.

Como buen populista, Boris Johnson siempre ha sabido jugar con simbolismos, generar excéntricos titulares y crear golpes de efecto. Por lo que el 17 de julio de 2019, en plenas primarias del Partido Conservador, decidió dar un discurso ante sus filas con un arenque envasado en la mano. El pescado tenía su historia. Un ahumador de la isla de Man se lo había enviado al editor del tabloide Daily Express, denunciando que las exigencias comunitarias habían disparado sus costes de exportación. Y el editor decidió mandárselo a quien solo unos días más tarde se convertiría en el inquilino de Downing Street.

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