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De Pedrito el Negro a Winston Churchill: la 'guerra de las estatuas' se contagia a Europa
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De Pedrito el Negro a Winston Churchill: la 'guerra de las estatuas' se contagia a Europa

Nunca más veré 'Lo que el viento se llevó', ni consideraré a Churchill héroe de guerra ni continuaré con la tradición holandesa de Pedrito el Negro. Claro que no: yo no soy racista

Foto: Dos personas disfrazadas de 'Zwarte Piet' (Pedrito el Negro). (EFE)
Dos personas disfrazadas de 'Zwarte Piet' (Pedrito el Negro). (EFE)
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A Dios pongo por testigo que nunca más volveré a ver 'Lo que el viento se llevó'. Ni voy a considerar a Winston Churchill héroe de la guerra contra los nazis. Ni por supuesto, continuar con la polémica tradición holandesa de 'Pedrito el Negro', el fiel sirviente que acompaña a un hombre respetado de barbas blancas como San Nicolás de España a Países Bajos. No, claro que no: yo no soy racista.

Este es el ideario que se difunde por Europa en la estela de las protestas contra la muerte de George Floyd a manos de la policía en Estados Unidos. HBO ha decidido retirar del catálogo a Escarlata O'Hara y el clásico cinematográfico más visto de todos los tiempos, porque ignora el sufrimiento de los esclavos. Churchill, defendido por Boris Johnson y David Cameron como “salvador de la humanidad”, ahora es un historiador británico que no dudó en afirmar que odiaba "a los indios" porque son un “pueblo bestial con una religión bestial” y que calificó a los palestinos de “hordas bárbaras”.

Y si antes al primer ministro holandés, Mark Rutte, le importaba un bledo que 'Pedrito' fuese un chaval blanco con la cara pintada de negro, labios gruesos rojos y peluca afro, ahora ya no lo tiene tan claro: igual esta costumbre navideña no es tan inocente, ha dejado entrever. Es una representación gráfica de la esclavitud que aún resuena en los libros de historia de Países Bajos. Es quizás el tema más sensible para los holandeses, una cuestión de tradición nacional para la ultraderecha que se ha hecho espacio en las instituciones públicas durante los últimos años, y símbolo de un “racismo sistemático” para miles de activistas holandeses.

Foto: El primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte. (Reuters)

'Zwarte Piet' y seguir disfrazándose de 'negro'

“No es Pedro el Verde o Pedro el Marrón. Es Pedro el Negro, y yo no puedo cambiar eso. Es una vieja tradición. Solo puedo decir que mis amigos en las antiguas Antillas holandesas [islas del Caribe] se alegran cuando es Sinterklaas [San Nicolás] porque no se tienen que molestar en pintarse la cara, pero yo me paso días tratando de quitarme la pintura negra”, ironizó Rutte hace cinco años. La figura de Pedrito, visto por muchos como un agradable e inocente ayudante, es una herramienta recurrente incluso para asustar a muchos niños. Algo así como el coco, para hacer portarse bien a los pequeños. El término Zwarte Piet (Pedro el Negro) se ha llegado a utilizar incluso como un insulto hacia las personas negras en los últimos años, coincidiendo con el aumento del debate navideño anual sobre el racismo que invoca esta tradición y la necesidad de dejar de pintarse la cara de negro.

Tan difícil es posicionarse sobre esta tradición, que ni Rutte es capaz ahora de definir su postura de forma pública. Y más a tan solo unos meses de las elecciones generales, en las que se espera que vuelva a concurrir y arrasar con los populistas que utilizan el debate sobre Zwarte Piet para alertar de las supuestas amenazas hacia la “tradición y los valores holandeses” que suponen “los inmigrantes”. En plena protesta por el asesinato de George Floyd, el jefe del Gobierno dice ahora que el racismo no solo es un asunto de Estados Unidos, sino que es un “problema sistemático” que también viven muchos en Países Bajos. Al día siguiente, en pleno debate parlamentario, Rutte reiteró que su postura sobre esta tradición navideña había “cambiado” con los años y que ha conocido a “mucha gente” ofendida.

La lluvia de críticas e incluso una campaña liderada por la ultraderecha de Geert Wilders con el lema #ZwartePietMatters, variante del lema estadounidense #BlackLivesMatter, llevó a Rutte a explicarse públicamente. “Quien defiende a Zwarte Piet no es racista… Este no es un símbolo racista”, dijo el primer ministro, que volvió a reconocer que "hay muchas personas que sufren” por esta celebración. Tuvo que enfatizar que el “cambio” en su posición es “una visión privada” y no una política del Gobierno, y consideró que no se requiere una postura oficial sobre esta celebración porque ya sufrirá cambios “con el paso del tiempo”.

Contra el racismo estructural

La ministra holandesa de Comercio Exterior, Sigrid Kaag, también añadió su granito de arena al debate. “Cuando estábamos en Nueva York, la gente creía que mi marido era un empleado por su tono de piel más oscuro. Les tuve que decir que es dentista y es mi esposo”, explicó en una entrevista. Aseguró que muchos creen que en Países Bajos no “se repite la misma historia”, cuando en realidad, Holanda también tiene “un pasado colonial”. La ministra relató que una de sus hijas no conseguía que la contrataran en ningún sitio y decidió añadir solo el apellido de su madre en el currículo, Kaag. “Bingo. De repente, la llaman para una entrevista”.

Reconoció también que el racismo es un problema que “está arraigado en el sistema, desde las autoridades fiscales hasta el mercado laboral y las agencias de empleo… Y eso debe cambiar”. Aunque consideró que "nunca es un buen momento para hablar sobre Zwarte Piet", sí cree que ya es hora de que desaparezca de la fiesta de Sinterklaas. Lo mismo que sugirió el primer ministro unos días antes. “Claro, puedes justificar que es una fiesta holandesa, pero eso da igual, las tradiciones también tienen que adaptarse a los tiempos”, concluyó Kaag.

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Niños con 'blackface' en la celebración de Sinterklaas en Holanda. (EFE)

Tanto ella como Rutte prefieren no centrarse en una figura tan concreta como Pedrito y denuncian el “racismo cotidiano” que sufre parte de la sociedad holandesa, cuya causa se aleja del grito de guerra en Estados Unidos contra la brutalidad policial contra los negros. Los analistas holandesas consideran que la situación en el país americano es muy diferente a la holandesa, y a la de muchos países europeos. George Floyd, Ahmaud Arbery, Tanisha Anderson, Eric Garner, Michael Brown, Breonna Taylor, Rodney King… muestran una tendencia y una amenaza violenta hacia los afroamericanos. “La policía estadounidense es militarista y está en guerra contra su propio pueblo. Pero eso no significa que los policías holandeses estén libres de racismo y discriminación”, consideró el antropólogo holandés Sinan Çankaya, que investigó varios casos de “perfil étnico” en Holanda.

La policía estadounidense está en guerra contra su pueblo. Eso no significa que los policías holandeses estén libres de racismo

Desde la semana pasada, miles de personas han salido a las calles en Ámsterdam, Utrecht, Róterdam, Groninga, La Haya, Maastricht y otras ciudades holandesas en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter, pero también para denunciar el racismo que sufren muchos en Holanda. El que viven los que van a solicitar un trabajo con un nombre “poco holandés”, a los que se les cierra la puerta en la cara cuando intentan alquilar un piso, los ausentes de las listas electorales o a quienes se mira con desconfianza en una tienda o en la calle, un problema que aumenta rápidamente al ritmo del crecimiento de la extrema derecha. “Un plan de acción no va a funcionar aquí, estoy convencido de eso. Lo que funciona es la estandarización y la resistencia colectiva como sociedad”, instó el primer ministro, quien se negó a hablar de un “racismo institucional” en el país por las confusiones a las que pueda llevar el término.

Una investigación hecha por CVster.nl demostró que los correos que llevan como remitente 'Arthur' se abren significativamente más a menudo que si los envía un tal 'Azedin'. Incluso alguien con antecedentes penales pero con un nombre “que suena holandés” tiene más probabilidades de ser atendido que alguien sin historial penal, pero con un nombre árabe, según otro estudio hecho el año pasado por el Centro de Estudios Holandeses para el Crimen y la Aplicación de la Ley. Los verdes de GroenLinks denunciaron que el desempleo entre los holandeses con orígenes no occidentales es mucho mayor, un 11% frente a un 3,9% entre los nativos. Según la agencia gubernamental de estadísticas CBS, el 22% de los jóvenes de menos de 24 años con orígenes migratorios está desempleado, frente al 9% de holandeses nativos.

placeholder Un manifestante en las protestas antirracistas de Londres (Reuters)
Un manifestante en las protestas antirracistas de Londres (Reuters)

La globalización de carteles que protestan 'contra la violencia antinegra' y que afirman que 'el silencio blanco es el consentimiento blanco' muestra una nueva generación que denuncia más alto el racismo y puede movilizarse en las redes sociales. La política holandesa Sylvana Simons, símbolo de la lucha antirracista en Países Bajos, cree que las protestas de las últimas dos semanas en todo el mundo son un “punto de inflexión en el debate” sobre el racismo.

“Durante mucho tiempo, tuve la sensación de que era una de las pocas personas que seguían poniendo este tema en la agenda… La demografía de las personas que hablan contra el racismo está cambiando. Siempre pensé que era una cuestión de personas negras, pero ahora cada vez más personas blancas sienten que tienen que asumir su responsabilidad”, aseguró a la radio pública NPO.

Un inventario histórico del racismo

El asesinato de Floyd también ha abierto viejas heridas en Europa. Miles de personas han salido a las calles en ciudades como Londres, Berlín, Bruselas, París o Madrid, motivadas no solo por lo ocurrido a Floyd sino para reconocer públicamente el racismo que existe en sus respetivos países. Todos elevaron pancartas con la cara de muchas víctimas de la violencia policial en Europa durante estos años.

Un ejemplo de ello fue el recuerdo que se hizo en Bruselas de Ali, un joven de 19 años y de origen marroquí que murió mientras trataba de escapar de una patrulla policial el pasado abril: su moto chocó con el coche de la policía y el joven falleció de inmediato. Un año antes, Mehdi Bouda, otro adolescente de origen marroquí, había muerto atropellado por un vehículo policial en la capital belga.

En 2011, estallaron las protestas en Londres después de que Mark Duggan, un hombre negro, fuera asesinado a tiros por la policía. En Francia, 2005 fue también un año de choques con la policía y de manifestaciones tras el fallecimiento de dos adolescentes, Zyed Benna y Bouna Traore, electrocutados en una estación eléctrica mientras trataban de ocultarse de la policía. Al mismo tiempo, un refugiado de Sierra Leona, Oury Jalloh, perdía la vida en un incendio dentro de una celda en la comisaría de Dessau, en Alemania.

Guerra contra las estatuas

No solo es cuestión de recordar la violencia reciente contra los inmigrantes y los nacionales no blancos, los europeos también están decididos a hacer autocrítica y revisionismo de figuras históricas que vigilan diferentes plazas de sus ciudades, cuando en realidad cargan con un largo historial racista que representa una etapa oscura de su pasado: la esclavitud y el colonialismo. Los monumentos han de representar ideales que no se corresponden con la segregación racial defendida en aquella época por esos personajes del pasado.

No solo la estatua de Churchill ha estado estas semanas en el ojo del huracán en Reino Unido. También lo fue la del colonizador británico Cecil Rhodes (1853-1902) en Oxford o la del traficante de esclavos Edward Colston en Bristol. “Mentiría si dijera que echaría de menos esa estatua”, dijo el alcalde de Bristol, Marvin Rees, como hombre negro e hijo de inmigrantes jamaicanos. Rhodes creía en la superioridad anglosajona y llevó ese imperialismo a Sudáfrica a finales del XIX.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

En Bélgica, la estatua de Leopoldo II en Amberes también fue atacada por los manifestantes y retirada hace tres días de la plaza. Era una crítica contra la historia colonial de Bélgica y un monarca que trató con brutalidad y explotó a millones de congoleños en lo que llamó una “misión civilizadora”. En Francia, estatuas y el nombre de Colbert están presentes en calles y plazas como recuerdo del hombre que escribió el 'Code Noir', la ley del siglo XVIII que regulaba la trata de esclavos en los territorios colonizados por Francia. “Cada vez que veo la estatua, me entran náuseas, y seguramente no sea el único”, lamentó el militante francés antirracismo Louis-George Tin.

El mundo empieza a ver con otros ojos el pasado, derribando estatuas y haciendo revisionismo político, social, cultural y hasta cinematográfico. Allá donde antes se veía con romanticismo la historia de unos esclavistas, tanto como para convertirse en la película más taquillera, hoy se interpreta como una perpetuación del racismo y la injusticia.

“Un producto de su época, 'Lo que el viento se llevó' muestra prejuicios étnicos y raciales que, lamentablemente, han prevalecido en la sociedad estadounidense. Estos estereotipos racistas estaban mal entonces y todavía lo están”, se justificó HBO al sacar la película de su catálogo como muestra de apoyo al #BlackLivesMatter. Pero, para bien o para mal, tampoco hay que olvidar que esta película ha marcado la historia con otros hitos. Esa cinta fue la primera que dio un Oscar (por mejor actriz de reparto) a una intérprete negra, Hatty McDaniel. Si borras una cosa, también borras la otra.

A Dios pongo por testigo que nunca más volveré a ver 'Lo que el viento se llevó'. Ni voy a considerar a Winston Churchill héroe de la guerra contra los nazis. Ni por supuesto, continuar con la polémica tradición holandesa de 'Pedrito el Negro', el fiel sirviente que acompaña a un hombre respetado de barbas blancas como San Nicolás de España a Países Bajos. No, claro que no: yo no soy racista.

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