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Una venganza incubada durante 33 años: España aprieta las tuercas a Gibraltar
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Una venganza incubada durante 33 años: España aprieta las tuercas a Gibraltar

En su negociación para acceder a la Comunidad Europea, España tuvo que ceder mucho en Gibraltar. Ahora Madrid prepara su venganza.

Foto: Peatones cruzan la pista del aeropuerto de Gibraltar (REUTERS)
Peatones cruzan la pista del aeropuerto de Gibraltar (REUTERS)

La imagen de Manuel Marín, que negoció el acceso de España a la Comunidad Económica Europea, durmiendo en su despacho de Bruselas durante una pausa de las negociaciones es el recuerdo que muchos españoles tienen de esas negociaciones: duras, tensas, en las que el Gobierno español tuvo que ceder en muchas cosas y madrugadas interminables en las que se vivieron momentos de tensión.

Hubo un país que apretó especialmente las tuercas a España: el Reino Unido. Y lo hizo a raíz de Gibraltar. Para acceder a la Comunidad, como ahora a la Unión Europea, es necesario el visto bueno unánime de los socios. Y Londres aprovechó esa ventaja

Ya en 1982, con la llegada de Felipe González al poder y tras 13 años de cerrojazo, se volvió a abrir la frontera entre Gibraltar y La Línea de la Concepción para peatones, un paso fronterizo que había estado cerrado desde 1969 por orden de Franco. Eso era un buen guiño hacia el Gobierno británico, pero las negociaciones fueron más allá. La Verja se volvió a abrir en febrero tras la entrada española en la comunidad europea y los controles fronterizos se fueron reduciendo en los años siguientes.

Foto: El Peñón de Gibraltar. (Reuters)

España tuvo que tragar muchos sapos para que el Reino Unido diera luz verde a su entrada en Europa: no solo la reapertura de la Verja, sino la flexibilización paulatina de controles fronterizos mientras Gibraltar seguía estando fuera de la unión aduanera, garantizar la actividad aérea del Peñón así como un régimen fiscal especial y muy ventajoso para la Roca.

El contrabando de tabaco se normalizó a raíz de la relajación de controles fronterizos, siendo hoy un problema real para la comarca del Campo de Gibraltar, y el Peñón se ha convertido en un paraíso fiscal, una zona extremadamente rica enmarcada en una región española con muchos problemas económicos.

placeholder Frontera entre Gibraltar y España (EFE)
Frontera entre Gibraltar y España (EFE)

El turno de España

Las tornas se han cambiado 33 años después. Ahora es el Reino Unido el que sale de la Unión Europea y el que necesita también el visto bueno de España. Y el Gobierno español no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad.

Las negociaciones del Brexit se dividen en dos etapas: el acuerdo de divorcio, que todavía está pendiente de ser aprobado por el Parlamento británico, y el acuerdo sobre relaciones futuras, que establecerá el futuro de un acuerdo comercial que gobierne las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea.

Cuando se acordaron unas directrices negociadoras España logró una gran victoria diplomática al obtener derecho a veto sobre la aplicación de cualquier acuerdo para Gibraltar. Y durante la primera fase de la negociación los dos Gobiernos que ha tenido el país durante el periodo, el de Mariano Rajoy y el de Pedro Sánchez, se han limitado a intentar garantizar los acuerdos que afectan más directamente a los ciudadanos, de forma que el paso fronterizo siga abierto.

España ha decidido no pelear en esta primera fase los asuntos más espinosos: soberanía y aeropuerto. El objetivo era que el Reino Unido ganara confianza en España en una conversación en la que el asunto de la soberanía no se pusiera sobre la mesa, para evitar conflictos mayores.

Pero Madrid sí que usaría esa carta en el futuro. El cuerpo diplomático español está listo para utilizarlo en cualquier momento. Y ya hemos tenido una demostración en los últimos días. En los documentos preparativos para un Brexit sin acuerdo, en concreto a los referidos a la liberalización de visas para ciudadanos británicos, España incluyó un pie de página en el que se hacía referencia a los territorios de ultramar y a las colonias, dirigiéndose claramente hacia Gibraltar.

Alguien filtró ese documento a los británicos que acudieron a los franceses recordándoles que eso podía afectar a territorios suyos, como la Guayana, y que por lo tanto les convenía vetar esa referencia. Así libraban a Gibraltar de un intento español de arrastrarlo a referencias que no interesaban al Reino Unido. Parecía una jugada perfecta, típica en Bruselas: ni a ti ni a mí nos interesa esto, así que es mejor hundirlo.

El problema es que Londres sufrió en sus carnes lo que representa la pérdida de influencia el estar de salida en la UE. Los franceses, lejos de acordar con los británicos una forma de eliminar esa referencia, fueron rápidamente a los españoles y llegaron a un acuerdo todavía peor para la delegación del Reino Unido: se acordó que se haría referencia directamente a Gibraltar como una colonia, eliminando el vocabulario más abierto que podía afectar a los territorios franceses.

placeholder Gibraltar desde La Línea de la Concepción (REUTERS)
Gibraltar desde La Línea de la Concepción (REUTERS)

Mirando hacia el futuro

Las negociaciones del divorcio han acabado, al menos por ahora, y con ellas el tiempo en el que España quería mantener un perfil bajo. El choque sobre Gibraltar en noviembre, cuando Madrid estuvo a punto de vetar el acuerdo del Brexit salvo que se aclarara una referencia al Peñón, y la mención en la nota del pie de página del documento del Consejo de la UE de la Roca como una colonia demuestran que el Gobierno español no está dispuesto a soltar el cuello de la presa.

Y justo estos dos eventos han levantado cierto malestar tanto en las capitales como en la Comisión Europea. Se sabe que España va a perseguir concesiones, y los técnicos del Ejecutivo comunitario ya se conocen a la perfección el discurso del Gobierno: hace 33 años nos tocó a nosotros ceder un terreno que ahora debemos recuperar.

Las fuentes diplomáticas españolas admiten que la estrategia española pasa por reequilibrar una situación que se creó con la entrada del país en las comunidades europeas. No lo ven como una venganza, ni tampoco como un intento de aprovecharse de la situación, sencillamente lo ven como una corrección de las descompensaciones creadas desde 1986.

El equipo encargado de todos estos trabajos está en la representación permanente de España ante la UE, y Pablo García-Berdoy, embajador, es el hombre encargado de que la posición de España quede bien garantizada. En noviembre fue clave para que se resolviera la crisis por la que el Gobierno español estuvo a punto de provocar la cancelación de la reunión en la que los Veintisiete darían su luz verde al Acuerdo del Brexit.

placeholder Pablo García-Berdoy (primero por la derecha) en una ruenión con el equipo negociador del Brexit (EFE)
Pablo García-Berdoy (primero por la derecha) en una ruenión con el equipo negociador del Brexit (EFE)

El miedo en las capitales y en Bruselas es que el pulso entre España y el Reino Unido pueda llegar a hacer descarrilar las negociaciones en algún punto. Saben que las prioridades españolas son los asuntos fiscales y el control del aeropuerto, que está situado en el istmo que Madrid considera que no es territorio gibraltareño, así como, quizás, algún tema de soberanía, aunque en Madrid sepan que este es, de lejos, el asunto más espinoso.

En cualquier caso será a partir de ahora cuando España empiece de verdad a apretar las tuercas a Gibraltar: una vez se consolide el Brexit y el Reino Unido haya salido de la Unión Europea comenzará un periodo transitorio que, en principio, debería durar hasta diciembre de 2020.

En ese tiempo Bruselas y Londres deben negociar un acuerdo comercial que sea muy ambicioso. El problema es que hay muy poco tiempo, por eso se considera que hará falta una prórroga del periodo transitorio. España podría empezar presionando aquí: Madrid puede negarse a que esa prórroga se aplique a la Roca, y de esa forma arrancar alguna concesión más.

Otra vez más España tendrá veto sobre Gibraltar cuando la UE y el Reino Unido cierren un acuerdo comercial que rija las relaciones futuras entre ambos bloques comerciales. Y de nuevo Madrid volverá a apretar las tuercas a la Roca para lograr sus objetivos.

Por primera vez desde que España entró en las comunidades europeas Madrid tiene la mano ganadora en la partida de Gibraltar, pero tendrá que calmar la tensión que genera en otras capitales y en Bruselas sus reivindicaciones respecto a la Roca.

La imagen de Manuel Marín, que negoció el acceso de España a la Comunidad Económica Europea, durmiendo en su despacho de Bruselas durante una pausa de las negociaciones es el recuerdo que muchos españoles tienen de esas negociaciones: duras, tensas, en las que el Gobierno español tuvo que ceder en muchas cosas y madrugadas interminables en las que se vivieron momentos de tensión.

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