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Una lección portuguesa para Sánchez: dimitir 'por dignidad' no te salva unas elecciones
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'Ninguna sospecha sobre mi integridad'

Una lección portuguesa para Sánchez: dimitir 'por dignidad' no te salva unas elecciones

La salida abrupta del primer ministro portugués, Antonio Costa, a finales del año pasado ofrece una lección que Pedro Sánchez estará teniendo en cuenta antes de tomar una decisión

Foto: Antonio Costa, en marzo de 2024. (EFE/Jose Sena Goulao)
Antonio Costa, en marzo de 2024. (EFE/Jose Sena Goulao)
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Por la mañana, la apertura de una investigación judicial por corrupción que afecta indirectamente al presidente del Gobierno socialista copa todos los titulares. Por la tarde, el propio primer ministro toma una decisión drástica que nadie, ni su partido ni su círculo más cercano, había visto venir. Una ampliamente considerada como desproporcionada y que fuerza al país hacia unas nuevas elecciones en 2024 donde la derecha parte como clara favorita.

Podríamos estar hablando de España y Pedro Sánchez, pero no es el caso. Hablamos de Antonio Costa, el expresidente de Portugal, cuya abrupta salida del Ejecutivo a finales del año pasado puede ofrecer una lección que Sánchez, sin duda, estará teniendo en cuenta mientras decide si seguir sus pasos: dimitir en un arranque de dignidad del caro y pureza frente a las acusaciones no sirve de mucho. A Costa, no le sirvió para salvar las elecciones portuguesas para su partido socialista.

Aunque el paralelismo es obvio, parte de circunstancias muy diferentes. El 7 de noviembre de 2023, el jefe de gabinete de Costa, Vítor Escária, y su asesor personal, Diogo Lacerda Machado, y poco después, el ministro de Infraestructura, João Galamba, y el jefe de la agencia medioambiental del país, Nuno Lacasta, fueron señalados como sospechosos en una investigación sobre corrupción, malversación de fondos y tráfico de influencias.

El momento más dramático llegó con la redada en la residencia oficial del primer ministro, en el Palacete de São Bento, en Lisboa. Pronto salió a relucir que el nombre de Costa había sido mencionado en múltiples ocasiones a lo largo de las escuchas telefónicas de una trama que indagaba la Fiscalía, centrada en las irregularidades en la concesión de yacimientos de litio y proyectos de hidrógeno verde. El líder socialista, por lo tanto, era entonces oficialmente sujeto de una investigación que ya había provocado la caída de los dos integrantes de su círculo y que ahora estaba en manos del Tribunal Supremo de Justicia, el único organismo con poder para enjuiciar al primer ministro.

Foto: Allison, en Lisboa. (Cedida)

La situación en Portugal era, por lo tanto, considerablemente más grave que la que afronta Sánchez, que solo consiste en la apertura de diligencias previas contra su mujer, Begoña Gómez, para investigar el posible tráfico de influencias.

Y, sin embargo, volviendo a los paralelismos, Costa tenía herramientas de sobra para aguantar el chaparrón. No solo contaba con mayoría absoluta en su Gobierno, sino que la investigación también presentaba serios defectos que, a lo largo de los meses posteriores, acabarían debilitando el proceso contra el primer ministro. A día de hoy, Costa no ha sido citado a declarar como investigado, el juez instructor rebajó el asunto a un tráfico de influencias (retirando el cohecho y malversación de fondos) y, hace una semana, un tribunal publicó una resolución en la que los tres miembros no veían indicios para justificar la investigación a Costa. Esto no quita que, en los próximos meses de investigación, aparezcan nuevos indicios.

Pero en aquel entonces y desde esa posición de seguridad, si lo hubiera deseado, el socialista podría haber mantenido el cargo sin enfrentar mucha presión por ello.

Pero Costa apenas tardó unas horas en decidir que su destino no era ese. Tras afirmar que tenía “la conciencia tranquila” y una “completa confianza en la justicia”, el veterano político anunció su renuncia. "Las funciones de primer ministro no son compatibles con ninguna sospecha sobre mi integridad", afirmó en una rueda de prensa. “En estas circunstancias he presentado mi renuncia al presidente de la república”, sentenció. Una salida digna, pero que condenó a su partido, al que todavía le quedaban más de dos años en el poder, a enfrentarse a unas nuevas elecciones.

En las semanas posteriores, la dimisión sorpresiva de Costa desató un debate sobre si se trataba de un movimiento estratégico, dado que el Partido Socialista vivió una breve remontada en las encuestas, junto a la subida de la popularidad del primer ministro. Las revelaciones de los errores en la investigación añadieron leña al fuego, como el hecho de que la Fiscalía cometió un error en la transcripción de una de sus escuchas, confundiendo una mención al ministro de Economía, António Costa Silva, con el primer ministro, António Costa.

Pero este conato de remontada pronto demostró ser un espejismo. Cuando las elecciones se celebraron el pasado 10 de marzo, el Partido Socialista recortó a la mitad la mayoría absoluta conquistada en 2022 y quedó ligeramente por detrás del partido de centroderecha, Alianza Democrática, mientras la formación ultraderechista Chega pasaba de 12 a 50 escaños. El nuevo líder socialista, Pedro Nuno Santos, reconocía rápidamente la derrota y su papel en la oposición.

¿Por qué renunció Costa, pudiendo haber permanecido en el poder varios años más? Pedro Magalhães, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, afirmaba a este periódico hace unos meses que para el primer ministro la confirmación de una sospecha por parte de la Fiscalía significaba "un límite que no estaba dispuesto a pasar". También apuntaba a una sensación de desgaste tras ocho años al mando del Gobierno. "Si esto hubiese sucedido al inicio del mandato de António Costa, no sé si la reacción habría sido la misma. Él está en el poder desde 2015, y creo en la posibilidad de que esa fatiga y cansancio significaron para él el momento de salir", agregaba el experto.

Es decir. Una salida por dignidad, incluso entre el "acoso de la derecha y ultraderecha" —como ha reseñado en su carta Sánchez, donde afirma que necesita tiempo para decidir si sigue o no en el cargo—, no aseguran recuperar el pulso en unas elecciones.

Por la mañana, la apertura de una investigación judicial por corrupción que afecta indirectamente al presidente del Gobierno socialista copa todos los titulares. Por la tarde, el propio primer ministro toma una decisión drástica que nadie, ni su partido ni su círculo más cercano, había visto venir. Una ampliamente considerada como desproporcionada y que fuerza al país hacia unas nuevas elecciones en 2024 donde la derecha parte como clara favorita.

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