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Coordenadas | "¡Ahora sí, guerra civil!": ¿está Perú a punto de romperse?
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Van 48 muertos

Coordenadas | "¡Ahora sí, guerra civil!": ¿está Perú a punto de romperse?

La violenta respuesta a las protestas, cada vez más concentradas en el sur rural del país, ha provocado decenas de muertos y una indignación generalizada que no para de crecer

Foto: Una manifestante, durante el bloqueo de una carretera en Cusco, Perú. (EFE/Aldair Mejía)
Una manifestante, durante el bloqueo de una carretera en Cusco, Perú. (EFE/Aldair Mejía)

Cientos de manifestantes corren por las calles de Cusco. Ondean la bandera de Perú y la whipala, el emblema de los pueblos originarios andinos. En esta ciudad sureña, normalmente abarrotada de turistas rumbo al Machu Picchu, acaba de fallecer a manos de las fuerzas de seguridad Remo Candia Guevara, un dirigente campesino. Esta supone la víctima mortal número 48 a raíz de las protestas antigubernamentales que llevan sacudiendo el país desde inicios de diciembre. La multitud expresa su ira. “¡Ahora sí, guerra civil!”, exclama al unísono.

Perú se resquebraja. El país se ha convertido en un hervidero de manifestaciones contra el Gobierno desde el encarcelamiento del expresidente Pedro Castillo, quien intentó ejecutar un autogolpe de Estado el pasado 7 de diciembre mediante una disolución del Parlamento. La violenta respuesta de las fuerzas de seguridad a estas marchas, cada vez más concentradas en el sur rural del país, ha provocado decenas de muertos y una indignación generalizada que amenaza con romper el país. ¿Cómo se ha llegado hasta este punto?

En breve

Tras una pausa en las protestas durante el periodo navideño, el pasado 9 de enero, el país andino vivió su jornada más letal. Al menos 17 civiles —algunos de los cuales ni siquiera participaban en las manifestaciones— fallecieron por disparos de bala o perdigones y un policía fue quemado vivo en la ciudad de Juliaca, en el estado de Puno y cerca de la frontera con Bolivia. La masacre ha desatado una condena generalizada a nivel nacional e internacional contra las fuerzas de seguridad peruanas. El Ministerio del Interior, mientras tanto, rechaza las acusaciones de uso desproporcionado de fuerza, argumentando que cerca de 9.000 manifestantes habían intentado tomar el control del aeropuerto local con armas blancas y explosivos, lo que habría forzado, según su versión, la actuación policial.

Foto: Protestas en Juliaca. (Reuters/Hugo Courotto)

El inusitado grado de violencia de este lunes provocó, a su vez, una respuesta sin precedentes de la Fiscalía peruana, la cual anunció una investigación contra la presidenta del país, Dina Boluarte, y el primer ministro, Alberto Otarola, así como los ministros de Defensa e Interior, por los cargos de “genocidio, homicidio calificado y lesiones graves”. Sin embargo, la gravedad de estas acusaciones significa, para muchos analistas, que la indagatoria no tiene ninguna posibilidad de salir adelante. Paralelamente, las protestas se han propagado en el sur del país, con nuevos enfrentamientos en la ciudad de Cusco y con marchas planeadas hacia la capital de cara al fin de semana.

Contexto

Después del estrepitoso fracaso de su intento de autogolpe, Castillo fue destituido por el Congreso y arrestado por las autoridades peruanas. Pero sus seguidores, la mayoría procedentes de áreas rurales y empobrecidas, culpan al legislativo de utilizar un sinfín de tretas y retorcer las leyes para intentar librarse del expresidente, empujándolo así a tomar una decisión drástica. En un país con enormes niveles de desigualdad y en el que la mayor parte de la riqueza se concentra en la capital, el expresidente, un maestro de escuela rural y agricultor, es visto por gran parte de la población como la única voz capaz de representar a los sectores olvidados por las élites de Lima.

La mayoría de las protestas reclaman la celebración de nuevas elecciones, acusando al Gobierno de Boluarte de ilegítimo. Sin embargo, el Congreso, cuyos integrantes se muestran reacios a ceder sus escaños, ha rechazado adelantar los comicios a este año, respaldando en su lugar una propuesta para que tengan lugar en abril de 2024. Esto ha hecho que las manifestaciones se recrudezcan en las regiones sureñas del país, donde la sensación de abandono del Estado es mayor y donde la represión del aparato de seguridad ha resultado especialmente violenta, lo que ha arrojado gasolina a las llamas de la indignación. Los llamados al secesionismo, pese a que no existe un movimiento coordinado que los aglutine, crecen día tras día.

Actores

placeholder Dina Boluarte. (Reuters)
Dina Boluarte. (Reuters)

Dina Boluarte. Mientras las muertes se multiplicaban en Perú, la nueva presidenta salvó, gracias al apoyo de los partidos de derecha y del centro, una moción de confianza que hubiera supuesto el fin de su Gobierno. Estos inesperados respaldos políticos demuestran hasta qué punto la exvicepresidenta de Castillo, un político izquierdista, ha cambiado el rumbo del Ejecutivo para poder mantenerse en el poder sin los apoyos con los que contaba su predecesor. Pero si bien el Ejecutivo peruano ha demostrado que puede sobrevivir, nadie sabe muy bien con qué objetivo, dado que su rumbo hasta la fecha parece dictaminado por los caprichos del Parlamento, más que por una visión propia de Boluarte, que continúa siendo una gran desconocida para la mayoría de los ciudadanos.

placeholder El expresidente Pedro Castillo, flanqueado por agentes de policía durante su arresto. (EFE)
El expresidente Pedro Castillo, flanqueado por agentes de policía durante su arresto. (EFE)

Pedro Castillo. El expresidente, de 53 años, continúa recluido en el penal Barbadillo, dentro del cuartel de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (Diroes) en Lima. Se trata de una prisión con tres celdas separadas, una de las cuales está ocupada por otro exmandatario que también ejecutó un autogolpe —en este caso, exitoso— en 1992: Alberto Fujimori. Castillo cumple 18 meses de prisión preventiva mientras es investigado por los delitos de rebelión y conspiración, que acarrean una pena de hasta 10 años de cárcel. Pese a su detención, el segundo mandatario en nacer fuera de Lima desde 1956 continúa siendo una figura muy alabada en las áreas rurales del país y profundamente detestada en la capital.

Y ahora, ¿qué?

La oleada de violencia, la peor en los últimos años de historia del país andino, continúa su rumbo. Existe el riesgo de que las protestas lleguen a la capital este fin de semana, con múltiples asociaciones políticas, campesinas, humanitarias y universitarias anunciando su respaldo a las marchas. Esto podría suponer un giro drástico porque, hasta la fecha, Lima ha estado en gran medida exenta de perturbaciones, lo que ha provocado una distorsión entre la percepción de gravedad de la crisis dentro y fuera de la gran ciudad.

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Sin embargo, el Gobierno peruano no ha dado señal alguna de estar dispuesto a ceder ante los manifestantes, a quienes se ha referido como una "horda de delincuentes" que está “financiada por el narcotráfico” o por “intereses externos”. La mayoría de los analistas coinciden en que la intensidad de las protestas continuará al alza durante las próximas semanas, por lo que todos los ojos se centran en el Ejecutivo y las fuerzas de seguridad. ¿Lograrán aplacar la ira popular sin recurrir a la represión extrema que ya se ha cobrado decenas de vidas?

Para saber más…

Inmediatamente después de la toma de poder de Dina Boluarte, Héctor Estepa, colaborador de El Confidencial, ya advertía de que su Gobierno no sería ningún camino de rosas. Ante todo, porque Perú arrastra una larga trayectoria de triturar a sus presidentes. En los últimos cinco años, seis líderes diferentes se han puesto la banda presidencial. Esta pieza explica los desafíos de la mandataria y la lección que puede aprender de Martín Vizcarra, otro vicepresidente que acabó al frente del país.

Foto: La presidenta de Perú, Dina Boluarte. (EFE/Paolo Aguilar)

Otro ángulo

Pese a que la mayor parte de la comunidad internacional rechazó el intento de autogolpe de Castillo, los partidarios del expresidente han encontrado un aliado en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien ha condenado su arresto y acogido a su familia en el país. El caso de Perú supone un ejemplo claro de cómo la política exterior mexicana está cada vez más guiada por las filias y fobias del líder izquierdista. Como explica Alejandro Hernández en esta pieza desde la Ciudad de México, el otro gran ejemplo es el de España.

Foto: El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. (EFE/Sáshenka Gutiérrez)
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Alejandro Hernández. Ciudad de México

Para seguir el hilo…

Este hilo de Omar Coronel, sociólogo y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ayuda a entender por qué ni las protestas ni la represión van en rumbo de aliviarse. La inacción de un Gobierno que depende del apoyo de grupos políticos que respaldan la violencia contra los manifestantes, sumada a la creciente radicalización de las manifestaciones aupada por el elevado número de muertos, apunta a que el conflicto en el sur del país va para largo.

Cientos de manifestantes corren por las calles de Cusco. Ondean la bandera de Perú y la whipala, el emblema de los pueblos originarios andinos. En esta ciudad sureña, normalmente abarrotada de turistas rumbo al Machu Picchu, acaba de fallecer a manos de las fuerzas de seguridad Remo Candia Guevara, un dirigente campesino. Esta supone la víctima mortal número 48 a raíz de las protestas antigubernamentales que llevan sacudiendo el país desde inicios de diciembre. La multitud expresa su ira. “¡Ahora sí, guerra civil!”, exclama al unísono.

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