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El país que devora presidentes: ¿cuánto durará Dina Boluarte al frente de Perú?
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Sucede a Pedro Castillo

El país que devora presidentes: ¿cuánto durará Dina Boluarte al frente de Perú?

La gran pregunta que todos se hacen y nadie puede responder es cuánto durará en el cargo y si será finalmente ella quien hará frente a los grandes desafíos del país

Foto: La presidenta de Perú, Dina Boluarte. (EFE/Paolo Aguilar)
La presidenta de Perú, Dina Boluarte. (EFE/Paolo Aguilar)

Dina Boularte tomó posesión este miércoles como la primera presidenta mujer de la historia de Perú, poco más de una hora después del suicidio político de su predecesor, Pedro Castillo.

Hereda un país en crisis política desde hace más de un lustro, que tritura mandatarios, arrastra problemas económicos agravados por la pandemia, está azotado por la mayor sequía en medio siglo y donde la inseguridad alimentaria ha aumentado, afectando ya a la mitad de la población.

La gran pregunta que todos se hacen y nadie puede responder es cuánto durará en el cargo y si será finalmente ella quien hará frente a los grandes desafíos que enfrenta un país dividido y hastiado de su clase política. Por eso es necesario analizar los diversos escenarios.

Boularte, una abogada de 60 años, con escasa experiencia política, como Castillo, aseguró el miércoles que su intención era hablar con todas las fuerzas para establecer un Gobierno de unidad nacional hasta 2026, fecha en la que iba a finalizar el mandato de su predecesor, tarea titánica en un país donde seis personas se han puesto la banda presidencial en los últimos cinco años.

Foto: Manifestación contra Pedro Castillo en Lima. (Reuters/Alessandro Cinque)

“Siendo consciente de la enorme responsabilidad que me toca, mi primera invocación, como no podía ser de otra manera, es convocar a la más amplia unidad de todas y todos los peruanos. Señores, conversar, dialogar cómo ponernos de acuerdo es algo tan sencillo como tan impracticable en los últimos meses. Convoco, por ello, a un amplio proceso de diálogo entre todas las fuerzas políticas representadas o no en el Congreso”, dijo después de asumir el poder.

La nueva mandataria izquierdista es consciente de que la supervivencia de su presidencia pasa por pactar con fuerzas de la oposición en un Congreso de mayoría conservadora, especialmente porque ella misma no tiene partido con el que hacer fuerza en el legislativo ni tampoco un legado político parlamentario que ayude a tejer alianzas.

Boularte desempeñó su carrera, durante años, en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil. No incursionó en política hasta 2018, cuando se presentó a la alcaldía de Surquillo, sin lograr el puesto. Tampoco consiguió una silla en el Congreso en los comicios de 2020, pero sí logró que Vladímir Cerrón, el líder de la formación ultraizquierdista Perú Libre, la incluyese como número dos en la candidatura de Castillo, que logró la victoria en las presidenciales de 2021.

Poco duró el idilio. Boularte, que también fue nombrada ministra de Desarrollo e Inclusión Social, rompió con la formación a principios de 2022, antes que el propio Castillo, por no adherir a los principios del partido.

Su mensaje, entonces, fue claro: “Soy de izquierda, pero de izquierda democrática, no totalitaria ni sectaria, que permite la divergencia y la crítica, y donde no hay líderes infalibles ni intocables”, dijo.

Foto: Manifestantes protestan en Lima, Perú. (EFE/Aldair Mejía)

Esa abrupta salida la ha dejado ahora sin apoyo parlamentario claro en un Congreso muy fragmentado, así que tejer alianzas es básico para su supervivencia.

Parte de los analistas creen que es posible una tregua que dé espacio a Boularte para gobernar, sobre todo en el caso de que opte por conformar un gabinete de tecnócratas, limpios de corrupción, que se dedique a enfrentar los problemas del país, aparcando la tensión ideológica.

Uno de los espejos donde puede mirarse la nueva mandataria es el expresidente Martín Vizcarra, que asumió el poder en marzo de 2018, tras la destitución parlamentaria de Pedro Pablo Kuczynski por acusaciones de corrupción.

Vizcarra, que era hasta entonces vicepresidente, como Boularte, disfrutó de gran popularidad durante el primer año y medio de mandato, con ministros tecnócratas, desarrollando un programa con énfasis en la educación y llegando a alcanzar un 87% de apoyo en marzo de 2020, cuando decretó una fuerte cuarentena para frenar la pandemia de coronavirus.

Llegó, de hecho, a noviembre de 2020 con el apoyo de cerca de un 60% de los peruanos, aunque ni siquiera esa popularidad evitó que el muy impopular Congreso le destituyese bajo la controvertida figura de la “incapacidad moral” —usada también para Kuczynski y Castillo— a raíz de denuncias de supuesta corrupción cuando dirigió el Gobierno regional de Moquegua, entre 2011 y 2014, y tras ser acusado de colarse, junto a 400 funcionarios, en el proceso de vacunación.

Esa decisión del Legislativo desató, de hecho, varias jornadas de fuertes protestas, en las que murieron dos manifestantes y que aumentó aún más la impopularidad del Parlamento, cuyo índice de desaprobación supera hoy el 86%.

Vizcarra logró, en cualquier caso, mantenerse dos años y medio en el poder, que no es poco en el contexto peruano, siendo el presidente que más tiempo ha ostentado el cargo desde que inició el carrusel de destituciones, en 2016.

El exmandatario contaba, eso sí, con un grupo de parlamentarios afines, algo que lo que Boularte, por ahora, no tiene y ha de construir. Este jueves ya se reunió con varias de las formaciones que conforman el Legislativo.

A favor de la actual mandataria juega que la alternativa a su Gobierno es la convocatoria de elecciones generales, y numerosos analistas coinciden en que parte de los congresistas son reacios a perder los privilegios, sueldos y acceso al poder que da el Parlamento, inclinándose por terminar mandato, más allá de lo conveniente que cada uno crea que es la celebración de nuevos comicios.

“Hay que dar una tregua al país, tenemos que devolverle la confianza, la paz y la seguridad a los ciudadanos de que los dos poderes somos capaces de llegar a acuerdos políticos mínimos para una gobernabilidad”, señaló el jueves a la cadena CÑÑ Edward Málaga, el diputado que propuso la última votación de destitución de Castillo.

Foto: l presidente peruano Pedro Castillo, acompañado de la cúpula militar y civil en el desfile militar de julio. (EFE/Paolo Aguilar)

Está por ver, en cualquier caso, si esa opción es la preferida por la mayoría de los legisladores.

Boularte ya comenzó este jueves a recibir peticiones de convocatoria inmediata de elecciones por parte de varios congresistas, y la presión en los próximos días será alta para la nueva mandataria.

“Las elecciones son una muestra plena de respeto al pedido de la mayoría de la población de nuestro país, a la cual representamos y evitaremos ahondar más la crisis política y social, que nos podría llevar a una convulsión social e inestabilidad económica”, reclamó ayer, mediante una misiva oficial, el congresista Carlos Zeballos, del centrista Acción Popular.

Es necesario puntualizar, en cualquier caso, que Boluarte no está obligada legalmente a convocar elecciones e incluso que, si quisiese hacerlo, tendría que modificar temporalmente la carta magna, según expertos constitucionalistas.

La mandataria no descartó esa posibilidad ayer, aunque tomó distancia, calificando de “democráticamente respetables” los pedidos de adelanto electoral, pero subrayando que primero analizaría los posibles pasos con las distintas formaciones políticas.

Foto: La nueva presidenta de Perú, Dina Boluarte, participa en una procesión de la Virgen de la Inmaculada. (EFE/Paolo Aguilar)

“Creo que la asunción de la presidencia, en esta oportunidad, es un poco reorientar lo que hay que hacer con el país. Más adelante, en coordinación con todas las organizaciones, estaremos viendo alternativas”, apuntó este jueves.

Su futuro mandato, de no haber elecciones, durará posiblemente lo que quiera un Congreso que ha destituido por “incapacidad moral” a tres presidentes en cinco años, una controvertida espada de Damocles que ya pende sobre cada nuevo mandatario, debido a que, al ser una definición tan amplia, puede usarse, en la práctica, para casi cualquier cosa, aunque se necesiten el 66% de los legisladores para aprobarla.

Será para ello clave despejar inmediatamente cualquier duda sobre posibles señalamientos por corrupción, que motivaron los tres anteriores impeachments, al menos sobre el papel.

A su favor, eso sí, puede jugar también que parte del Congreso opta por recabar la popularidad perdida apostando por la estabilidad presidencial y respetando la elección popular. Eso permitió también, según los analistas, la permanencia en el poder de Castillo, que sobrevivió a dos votaciones de destitución e iba también a superar la tercera, coinciden la práctica totalidad de los politólogos y los mismos parlamentarios opositores, antes de suicidarse políticamente.

Dina Boularte tomó posesión este miércoles como la primera presidenta mujer de la historia de Perú, poco más de una hora después del suicidio político de su predecesor, Pedro Castillo.

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